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PANORAMA ECONÓMICO

¿Devaluará el próximo?

Por Julio Nudler


t.gif (862 bytes)  ¿Qué hará el nuevo Gobierno cuando se instale el 10 de diciembre? ¿Debutará devaluando el peso, como modo de no heredar la sobrevaluación que le legará Carlos Menem? Algunos economistas, como Eduardo Curia o Walter Graziano, dicen ya abiertamente que hay que devaluar. Otros creen lo mismo pero callan. Sin embargo, el bando antidevaluacionista sigue siendo ampliamente el más fuerte. Miguel Bein, socio de José Luis Machinea (probable ministro de Economía de un eventual presidente De la Rúa), sostiene que “devaluar sería como soltar lastre de un barco tirándose uno al mar”, y explica por qué desecha de plano esa opción. Aunque admite que la Argentina tiene seriamente comprometidas sus posibilidades de crecer, su fórmula es: bajar costos adentro, esperar que suban los precios afuera, y mientras tanto ayudar a algunos sectores muy afectados y cuya supervivencia interese especialmente. Sus ideas, representativas de un buen sector del pensamiento económico local, son éstas:
u No hay ninguna chance de devaluar en la Argentina. El sistema financiero tiene el 70 por ciento de sus créditos en dólares. Una devaluación haría quebrar a los bancos. No habría ninguna forma de evitarlo, porque caería bruscamente la cobrabilidad de sus carteras.
u La devaluación también elevaría la relación deuda/PBI, que ya supera el 40%, porque mientras el grueso de la deuda pública está en dólares, el Producto se genera en pesos.
u No sabemos si en los próximos años el dólar subirá o bajará respecto de las otras monedas. Por tanto, tampoco sabemos si el peso se apreciará o depreciará contra ellas. Esto equivale a ignorar si la revaluación del 15% real que experimentó el peso desde 1997 contra una canasta de monedas (excluido el dólar) se acentuará, mantendrá o revertirá.
u Según el Fondo, la economía estadounidense se desacelerará, creciendo 2,2 por ciento el año que viene. Si esto se cumpliera, el euro probablemente subiría contra el dólar, lo que sería bueno para la Argentina.
u ¿De cuánto será finalmente la devaluación real del real brasileño? (En otras palabras, ¿cuántos reales terminará valiendo un dólar, y cuánta inflación provocará la devaluación?) Si la devaluación real resultara de 10 o 12%, no habría que exagerar su impacto sobre la Argentina, que tiene margen para bajar costos.
u El bajo precio mundial actual de los commodities (insumos y materias primas, que es casi lo único que exporta la Argentina) no es el de equilibrio de largo plazo. Por tanto, hay una posibilidad cierta de que se recuperen. Y de hecho están subiendo (un 5% desde fines de febrero, según el Economic Research Bureau Index, que –dicho sea de paso– a fines de 1997 estaba 20% arriba). En el caso de los insumos producidos por industrias de proceso continuo (acero, aluminio, petroquímica, papel), los precios actuales están en muchos casos por debajo de los costos de producción. Tienen necesariamente que aumentar.
u ¿El agro argentino no es competitivo? Es obvio que lo es. Si hay franjas del agro que hoy no tienen rentabilidad, no es por falta de competitividad sino por los bajos precios que rigen en el mundo. ¿Una devaluación lo beneficiaría? Apenas, porque le elevaría muchos costos, y los salarios –que se licuarían– inciden muy poco en el campo. Además, cuando en el ‘97 la soja valía 270 dólares y el trigo 280 y el maíz 142, nadie vio al sector rural dándole al Estado lo que le sobraba de competitividad para que éste reuniese un fondo a utilizar para subsidiarlo cuando se cayeran los precios. Tampoco lo hicieron industrias como Aluar, Siderca y otras.
u Todavía hay mucho margen para mejorar la situación de los sectores de bienes transables (que compiten con la producción de otros países) y para eliminar impuestos distorsivos (como Ingresos Públicos). También pueden bajarse los peajes.
u Es posible aumentar transitoriamente la protección aduanera, subiendo el llamado derecho de estadística a la importación de bienes de consumo. Podrían incrementarse asimismo los aranceles a los productos de consumo: la mayoría paga 22%, cuando la Organización Mundial del Comercio admite hasta un 35%. También podrían otorgarse mayores reintegros a algunas exportaciones, en casos muy específicos. Es decir, corregir el tipo de cambio por vía fiscal, sin devaluar.
u Ante una devaluación, el repudio al peso por parte de los argentinos sería inmediato y la devaluación se trasladaría instantáneamente a los precios. Si se mantuviera la convertibilidad, la gente cambiaría todos sus pesos por los dólares de las reservas. Como todo se dolarizaría, la devaluación no serviría para nada.
u Dólar en alza, Brasil en recesión y habiendo devaluado su moneda, crisis en Asia y enfriamiento mundial que destruyó el precio de los commodities, escasez y carestía de la financiación: últimamente, a la Argentina se le dieron todas en contra. Cuando el mundo (Asia, Europa, Brasil) arranque, la Argentina sacará la cabeza del agua. Mientras eso no suceda, seguirá hundida.
u Antes lo determinante era el comercio internacional. Los flujos de capitales tenían poca importancia. Ahora es al revés. Como la Argentina tiene un tipo de cambio fijo, su monetización (la cantidad de pesos) oscila violentamente con el ingreso o egreso de capitales. Si la paridad fuera flotante, la entrada de fondos haría subir el peso y la salida lo haría bajar, con lo que los ciclos de creación y extinción de dinero –y por ende de reactivación y recesión– serían más suaves. En concreto, como están volviendo a ingresar capitales al país, los economistas vaticinan una reactivación. El fenómeno es casi mecánico: cuando baja el riesgo país (como está sucediendo), vuelven a entrar capitales y la economía arranca.
u En el tequila, el PBI argentino cayó 4,6%, y el déficit en cuenta corriente bajó así de 4,3 a 1,9% del Producto, incluyendo un leve superávit comercial. En la crisis actual, pese a la recesión no habrá mejoría en la cuenta corriente, precisamente porque esta recesión fue causada por un bajón en las exportaciones (por la caída de precios y la recesión brasileña). Conclusión: la situación argentina se complicó tanto que ya no alcanza una recesión para arreglarla. Pero esto no significa que está indicada una devaluación. Un ejemplo: si Brasil está en recesión, aunque la Argentina devalúe seguirá sin comprarle. ¿Cuál es entonces la solución? Esperar (rogar) que Brasil se reactive.
u La Argentina no puede hacer nada para modificar la situación internacional. Mientras en el mundo (básicamente Asia y Brasil) haya recesión y bajos precios, el país no podrá crecer si no devalúa. Si intentase crecer se le estrangularía el balance de pagos. Pero en esta etapa, con el sistema financiero dolarizado, el peso aún no consolidado como moneda y el pasado de inflación y fuga de capitales muy presente, devaluar sería inútil y destructivo.
u En términos de lobbies, el del sector financiero se opondrá a una devaluación, lo mismo que el de los servicios, incluyendo a las empresas privatizadas. El lobby prodevaluación está formado por los ricos que tienen plata afuera, fugada durante medio siglo (según los nuevos datos oficiales de Economía, los argentinos –bancos excluidos– tienen en el exterior más de 87 mil millones de dólares, mientras que la deuda externa del sector privado alcanza a 35 mil millones). También quieren la devaluación muchas pymes, en cuyos costos pesa fuertemente la mano de obra, ya que se licuarían los salarios. Conclusión: el lobby anti es más fuerte.

 

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