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ENTREVISTA A PINKY, QUE RETORNO AL AIRE CON “LA DECADA DEL OCHENTA”
“En la televisión actual, no hay tiempo para pensar”

La conductora rompió una larga ausencia del medio poniéndose al frente de un programa evocativo que remite a anteriores intentos como “Parece que fue ayer” o “La década del 60”. “La cultura del videoclip se metió en todo, y el lenguaje perdió su lugar”, subraya al definir la pantalla actual.

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Por Luis Vívori

t.gif (862 bytes)  Un dato histórico permite dar la primera pauta sobre su relación con el medio: la televisión argentina nació en agosto de 1951, Pinky pisó el estudio de un canal por primera vez en 1956. “Hay gente que cree que yo la inventé, o estaba ahí cuando sucedió, pero no es para tanto...”, se ríe ella. Sin embargo, Pinky –hoy en una carrera política que la postula como precandidata a la intendencia de La Matanza– llevaba muchos años fuera del medio, contra su voluntad. El regreso se concreta en uno de sus terrenos predilectos, en que su tono reposado e íntimo encuentran el lugar justo: la evocación cargada de nostalgia.
Los dos primeros programas de “La década del ‘80”, que se ve por Azul Televisión los sábados de 18 a 20, la encontraron bien parada dentro de su estilo, rodeada de una producción preocupada y con buenas cifras de rating. En la entrevista con Página/12, Pinky define a la televisión de hoy como “hija del videoclip”, y analiza los ribetes esenciales de la propuesta que se enlaza directamente con “La década del ‘60” y “Parece que fue ayer”, sus intentos anteriores en la misma materia.
–Ahora que está de vuelta en televisión, ¿puede contar por qué no trabajaba, si por decisión propia o de los canales?
–Antes de esta vuelta, hace unos cinco años, hice un programa en América del que me fui a los tres meses porque no me gustaba como estaba producido. Después tuve muchas ofertas, pero como no tengo el típico problema de la ansiedad por estar en la tele –algo que por otro lado les pasa a muchos, y los lleva a agarrar cualquier cosa que les ofrezcan–, no acepté ninguna. Marcelo Tinelli, por ejemplo, me llamó para su ciclo en el que les toman al pelo a los invitados, pero aunque me parezca muy divertido es algo que sé yo no debo hacer. Y no lo hice.
–¿No tenía ansiedad porque no necesita trabajar?
–En realidad a esta altura de mi vida la tele es sólo placer, ya no es una necesidad, ni de trabajo, ni de ninguna otra cosa. Es mi lugar natural, estuve en ella 42 años y allí aprendí todo lo que sé.
–Teniendo en cuenta su experiencia, ¿qué diferencias principales encuentra entre la televisión de los 90 y la anterior?
–Hubo una época en la que la tele era más un mix. Lo llevaba a uno a pensar, y también divertía. Ahora es mucho entretenimiento, la gente grita todo el tiempo, es más histérica. Casi no da tiempo para pensar.
–¿Cambió la televisión o cambió la gente?
–Yo creo que ambas. Hubo un vaciamiento de ideas que arrancó con López Rega en el ‘73, tomando los canales a punta de pistola. A partir de ese momento, el contenido se fue vaciando. Los canales del Estado se armaron de esa manera y cuando vino la privatización, a comienzos de los ‘90, nada cambió. La gente se acostumbró, y además se transformó en negocio. Ahora es básicamente una empresa. Fue una cosa paulatina, la timba, los juegos y todo eso. Hay un menú único.
–Entre otras cosas ya casi desaparecieron los programas ómnibus, un formato en el que usted trabajó mucho tiempo.
–Desaparecieron porque eran precisamente un mix: música, entrevistas, información. Ahora todo eso está en la semana. La gente esperaba el sábado y el domingo para poder disfrutar de un gran abanico de posibilidades. Ahora cada vez más hay programas de media hora, y eso es todo un dato. La cultura del videoclip se metió en todo, cuando es algo que en la música ya no se usa. El lenguaje perdió su lugar, cinco o seis adjetivos se reemplazan con una palabrota porque no se tiene riqueza para hablar. Eso de fragmentar, del vértigo permanente, es un verdadero dislate.
–¿Evaluó en la decisión de su vuelta que el Canal Azul tiene todavía una pantalla muy fría?
–A mí siempre me pasó eso. Toda la vida fue así. En el viejo canal 11, en canal 13 o en donde fuera. En general, a mí el rating me acompañó en casi todas las oportunidades, por eso no me da miedo la situación de Azul TV. Aunque es cierto que éste no es un programa que vaya a romper los números, porque no está pensado para eso. Además, el canal en ese horario no mide, así que lo que saque es mío. Nunca me desesperé por el rating, lo que quiero es hacer un programa digno por sobre todas las cosas.
–¿En qué se diferencia del típico programa que apela a la nostalgia como arma principal?
–En realidad, más que un programa evocativo, intentamos que ayude a reflexionar. La intención es refrescar la memoria de la gente tomando los hechos más importantes de la década, los sociales, los culturales y los políticos.
–Su ingreso en el terreno de la política debe ser un problema. ¿No le parece que militar en el radicalismo la perfila en un lugar demasiado identificable para el espectador avisado?
–Yo separo mi rol político de la actualidad, con el trabajo de conductora. Los hechos de los ochenta son hechos precisos y los protagonistas dan su versión. Por eso, sin culpas, invitamos al primer programa al doctor Alfonsín, porque creo que de esa década para los argentinos, el hecho más importante fue el retorno a la democracia.
–¿Siente que va a despertar polémicas?
–Yo creo que sí, porque siempre que trabajé con García se provocaron polémicas. Es como la película de Kurosawa, Rashomon: sobre el mismo episodio está tu historia, mi historia y la del otro.
–Siendo García el productor del programa, ¿qué versión es la que va a prevalecer, teniendo en cuenta que es propietario de un diario y un canal de tendencias populistas?
–Yo con él me llevo muy bien, somos amigos desde hace años, y puedo decir que en términos políticos es absolutamente independiente. Además no estoy muy segura de que sus medios sean menemistas. El le da libertad a toda su gente, y se juega por ella más allá de ideas políticas.
–Pero es lógico que aparezcan diferencias entre ustedes.
–A mí nadie me dio pautas, y además no tengo libro. Conduzco improvisando, por lo que todo lo que digo en el programa en el momento de estar al aire, es fundamentalmente mi responsabilidad.

 

Aquel papelón del maratón por Malvinas

A Pinky la sola mención de Malvinas le crispa los nervios. Aquel programa de fin de semana durante la guerra, en que en un estilo de patriada nacional instaba junto a Cacho Fontana a donar bienes para financiar la guerra de Galtieri, representa para la conductora una vergüenza personal. Pinky fue acusada de cómplice de la estafa cuando las posturas ante Malvinas se radicalizaron. Ella alegó por entonces que entendía aquel programa como un acto de solidaridad con los combatientes. Al mencionársele aquella porción de su historia, ahora que hace un programa sobre los 80 su cara compuesta dibuja un respingo. “¡Otra vez con lo de Malvinas!, se molesta ante la pregunta de Página/12. Después, cuenta su versión de hoy. “Lo que necesito decir es que por un lado ese programa fue una de las emociones más grandes de mi vida, pero por otro lado me originó un gran dolor. A mí no me importaba que aquella fuera la decisión de un general borracho. Los que estaban allá eran los pibes. Arriesgando la vida había amigos de mi hijo. Yo no sabía qué significa para los argentinos estar en guerra. Cuando Cacho me propuso hacer el programa estaba enferma, pero mis hijos me empujaron. Era estar unidos ante el espanto. Me trajo mucho dolor de cabeza hacerlo. Ante los milicos y ante mis detractores. Puse en pantalla a prohibidos, como Norma Aleandro, y me banqué al interventor del canal. Pero por otro lado no se sabía dónde estaba el efectivo recaudado ni tampoco el oro. Que los soldados nunca recibieron nada se descubrió recién cuatro años después. La verdad, nuestro pueblo me desconcierta, porque ante tanto espanto es como si nadie se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando. Cuando llegaron los pibes vi tanta impiedad frente a ellos que de sólo recordarlo me duelen hasta los huesos”.


UN PROGRAMA BASADO EN LOS  ARCHIVOS VISUALES
El sábado de los recuerdos

Por Esteban Pintos

T.gif (862 bytes) Pinky representa un pedazo de la historia de la televisión para varias generaciones de argentinos. Es algo así como la señora que ilumina con su antorcha en el comienzo de cada película de la Columbia Pictures: un clásico. Cualquiera sabe que se llama Lidia Satragno, que tiene una hermana que fue modelo hot en los setenta (Raquel), que condujo un gigantesco y vergonzante programa benéfico en la guerra de Malvinas por ATC, que estuvo casada con el cantante de tangos Raúl Lavié. Incluso, todos pueden reconocer, aun sin verla, su carcajada grave y estruendosa.
Tal privilegio –el de ser un personaje popular, de verdad– la llevó incluso a pensar que tiene un futuro en la política, dentro de radicalismo terragnista. Lo mismorespetan los encargados de programación de Azul Televisión primero y el agitador mediático Héctor Ricardo García quienes decidieron convocarla para que conduzca lo que parece ser su especialidad final: los especiales recordatorios de décadas pasadas. Y en sábado a la tarde, por supuesto. ¿Título? “La década del 80”, ¿cuál si no?
Entonces, ahí está Pinky con su eterna sonrisa y sus exposiciones didácticas que sirven de introducción a cada bloque temático, en donde se recuerdan hechos y personajes de los años 80. Ya pasaron Malvinas, un tema que la crisoa –ver recuadro aparte– Olmedo, La Tablada, Maradona, Monzón, el Mundial ‘86, el retorno de la democracia, la hiperinflación, y vendrán otros por el estilo. El enorme archivo del que dispone García como productor general del ciclo –en aquellos años, el director del diario Crónica también conducía el canal 2 de La Plata, en un período breve pero intenso– es una fuente poderosa de información e incluso, con el estilo rimbombante que hoy posee su criatura más preciada Crónica TV (eso de “en vivo y en directo” es copyright absoluto de Mr. García), potencia su efecto. Así, cada informe intenta ser lo más riguroso posible, e incluso se sirve de esa perspectiva más jugada que puede brindar el paso del tiempo. Se incluyen imágenes de archivo de gran valor periodístico y también de las obvias, hay invitados en el piso que aportan su testimonio sobre el tema en cuestión y todo tiene ese tono tan... sábado a la tarde.
En un día de la semana hasta hace poco menospreciado por los adictos al rating, en donde hoy lideran programas todo-terreno del tipo “Sábado bus” y “Teleshow”, sin olvidar a la gigantesca tarde bailantera de América, “La década del 80 intenta ganarse un lugar, y hasta ahora el público no le ha dado la espalda. En dos emisiones fluctuó entre los 7 y los 9 puntos (cifra nada despreciable), y todo indica que se mantendrá por ahí, apostando a lo seguro. Tiene con qué. Pero no debe pedírsele más: sea para un film de Richard Attenborough o para uno de Quentin Tarantino, la señora de la Columbia Pictures es la misma. Siempre.

 

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