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En Porto Alegre, el tango tuvo sentimiento gaúcho y porteño

El segundo festival de intercambio cultural entre la ciudad brasileña y Buenos Aires estuvo dedicado exclusivamente al  tango, con Adriana Varela y Luis Cardei como principales protagonistas.

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Por Martín Pérez
Desde Porto Alegre


t.gif (862 bytes)  Según se desprende del logotipo de la Administración Popular del municipio, dos de los símbolos de Porto Alegre son la Usina do Gasometro .un maravilloso centro cultural que deja con la boca abierta a los visitantes extranjeros– y las puestas de sol. Y, de hecho, lo son: en el concurso realizado para elegir el logotipo, fueron los dos símbolos más utilizados como sinónimo de la ciudad. De más está decir que, desde las terrazas de la Usina, las legendarias puestas de sol de Porto Alegre son más hermosas. Y que, durante el pasado fin de semana, esas puestas tuvieron sabor a tango, gracias a la cara más activa del completamente gratuito segundo festival Buenos Aires en Porto Alegre, esta vez dedicado exclusivamente al tango. Aunque el centro del festival fue el humilde pero hermoso teatro San Pedro, por donde desfilaron los artistas noche a noche desde el miércoles hasta ayer, el baile estuvo en la Usina. Cada tarde, mientras el sol completaba su arco sobre Porto Alegre, un centenar de bailarines -.aprendices y no tanto-. intentaban un dos por cuatro en las clases de tango a cargo de Inés y Jesús, una ucraniana y un entrerriano que bailan como los dioses. Luego del ejercicio, el broche final quedaba a cargo de La Chicana, un quinteto joven que -.especialmente en su debut– debió luchar contra la caprichosa acústica del lugar, pero siempre dejó a todos contentos. Y listos para peregrinar al San Pedro a presenciar el show del día, que podía deparar el Porto Alegre canta Tangos (como el día del debut), la sensibilidad de Luis Cardei (el viernes pasado) o la contundencia de Adriana Varela (la encargada de cerrar el evento ayer por la noche).
Es cierto que el festival no fue el tema excluyente del fin de semana en Porto Alegre. Según del lado desde donde se mire, los temas fueron el doping positivo de Scheidt, jugador del Gremio y la selección, o el multitudinario recital de Metallica en el Jockey Club, del que los medios locales están orgullosos porque (tal como escribió el diario Zero Hora: “Cuando veamos pasar el avión que lleve al grupo hacia Buenos Aires, no nos lamentaremos por otro show que no pasó por aquí”. Sin embargo, el tango supo ganarse su silencioso lugar dentro de la rutina local. No por nada todas las tardes, a las siete (la hora de entrega de entradas), de las boleterías del San Pedro salía una larga cola que daba vuelta la esquina. “A nosotros nos gusta mucho el tango”, le explicó a Página/12 un taxista que se declaró fanático de Adriana Varela. Cuando se le preguntó la razón de tal fascinación, el hombre se encogió de hombros. “Las razones son las mismas por las cuales a ustedes les gusta la música brasileña. Tal vez sea la intriga de estar tan cerca y ser tan distintos”.
“Este es nuestro homenaje a Buenos Aires y su contribución a la música del continente”, explicó, mucho más seguro, el presentador oficial del evento. Y la música que llegó de Buenos Aires no sólo tuvo sabor a tango, sino también aroma a los años noventa. Ya que la mayoría de los grupos y solistas visitantes pueden ser considerados –de Varela a Cardei, de La Chicana a Lidia Borda, de Morgado a Brian Chambouleyron– como representantes de una década en la que el tango en Buenos Aires pudo cambiar con orgullo de generación y nombres propios. “Es una lástima que a la vitalidad de los artistas visitantes no se le pudo responder con un público más joven”, se lamentó uno de los artistas locales, algo avergonzado luego de asistir a la actitud del auditorio que recibió a Luis Cardei, obsesionado en pedirle al cantante los tangos más clásicos en vez de dedicarse a disfrutar de su personal repertorio. Es cierto que la juventud estuvo más presente en la Usina que en el San Pedro, pero es entendible el hambre de tango –de sus tangos– de los plateístas. No suelen tener tanto tango porteño a mano para disfrutar. Las parejasbailando en la Usina y el exigente público del San Pedro hablan de un subconsciente tanguero de Porto Alegre, cuyos habitantes sienten que están en un punto intermedio entre Río de Janeiro y Buenos Aires.

 

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