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ENTREVISTA EXCLUSIVA EN ROMA A NANNI MORETTI
“Uno cambia poco en la vida”

A pesar de su reconocida fobia a los periodistas y los reportajes, el director de “Aprile” habló con Página/12 sobre su concepción del cine, la complejidad de la política e incluso de su próximo film.

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Una imagen infrecuente de Moretti, no siempre afecto a la risa.
Su humor parte del cuestionamiento feroz de la sociedad italiana.

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En “Aprile”, Nanni Moretti expone magníficamente las miserias y cobardías del periodismo y la clase política de su país.


Por Laura Términe Desde Roma

t.gif (862 bytes) Maniático, egocéntrico, irónico, consecuente hombre de izquierda y al mismo tiempo el más feroz de sus críticos –como lo demuestra en su última película, Aprile, actualmente en cartel en Buenos Aires–, el cineasta italiano Nanni Moretti tiene, entre sus muchas fobias, el periodismo, particularmente el de su propio país. Y no hace nada por ocultarlo. Aprile también da buena cuenta de ese rechazo, que tiene su expresión más explícita en una de sus películas previas, Palombella rossa, cuando el protagonista (Michele Apicella, alter ego del propio Nanni) empieza a golpear a una redactora porque no usa bien las palabras. Asimismo, y a pesar de que la única entrevista que concedió a partir de Aprile fue para la revista especializada francesa Cahiers du Cinéma, Moretti aceptó un reportaje exclusivo con Página/12 (el primero que otorga a un medio argentino) en las oficinas de su compañía productora, la Sacher Film, donde uno a uno van apareciendo sus colaboradores, las mismas caras que soportan los caprichos y obsesiones del Moretti de Aprile. Además de conducir personalmente la Sacher y su empresa de distribución, Tandem, Moretti programa él mismo las películas que pasa en su propio cine de Roma –el Nuovo Sacher, en el tradicional barrio del Trastevere–, que en estos días proyecta la versión restaurada del clásico Sed de mal, de Orson Welles.
–Hay algo esencial en sus películas... ¿Cuál es su idea del cine?
–Como espectador veo todo tipo de cine, pero como director, por ahora, sólo hago films como Aprile. En realidad lo hago desde hace más de 20 años (se ríe). Esta esencialidad que usted dice, el hecho de que soy el protagonista de mis películas, el hecho de que todos mis films son ambientados en la actualidad, una mezcla de momentos dramáticos y momentos más cómicos o irónicos, son características comunes. Por ahora, me resultó natural realizar este tipo cine y creo que la esencialidad es una característica que siempre tendrán mis películas; otras tal vez no, como el personaje que había construido...
–¿Michele Apicella (el personaje que encarnó Moretti en muchas de sus películas y que abandonó en Caro diario) no aparecerá más?
–No. Ahora, después de dos películas “diario” (Caro... y Aprile), retomo la ficción. En mi próximo film, en el que actúo, haré otro personaje, un personaje de ficción, cuyo protagonista será seguramente similar a Nanni Moretti. Es un personaje diferente a Michele Apicella porque yo como director cambié y también cambié como persona, aunque poco (ríe), porque a lo largo de la vida, a diferencia de lo que sucede en los primeros años, se puede cambiar poco, poquísimo.
–¿Siempre será el protagonista de sus películas?
–Tal vez, no lo sé. Sería una experiencia muy distinta si tuviera a un actor en mi lugar, pero seguramente estaría mucho más tranquilo. Para mí, el período de las tomas es muy cansador, es angustiante trabajar como director y como actor.
–¿Es por esa angustia que filma cada cuatro o cinco años?
–No, a mí me gusta hacer películas. Y de aquí en más, haré más películas, filmaré cada dos años. Quiero lograr la mitad de ese intervalo entre un film y otro.
–Aprile fue filmada sin guión previo. ¿Piensa repetir la experiencia?
–No, no, no. Es muy difícil hacer dos películas seguidas de esta forma. Mi próximo film tiene un guión muy estructurado, con todos los detalles. Lo escribí con dos mujeres, la escritora Linda Ferri y Heidrun Schleef. Y no lo voy a filmar en Roma; sí en Italia, y estará listo el año que viene. Esto es lo que puedo decirle.
–En Aprile usted cuenta una historia de amor, la espera de su primer hijo, y describe la realidad italiana, en un momento fundamental de la historia política del país, como fue la llegada del centroderecha al poder con Berlusconi, y luego el gobierno de centroizquierda. ¿Hacer ese cine testimonial fue una obligación moral, como lo plantea su personaje de Aprile?
–Para mí el significado verdadero de Aprile es el contrario de su significado literal. En el film no quiero hacer el documental y finalmente lo dejo en la mitad y logro hacer el musical. En la realidad, en cambio, la comedia musical desgraciadamente no la haré nunca, pero en Aprile conté al espectador la realidad italiana que quería contar.
–¿Cómo nació Aprile?
–A mí me parecía que en la política y en la sociedad italiana venía sucediendo algo nuevo en los últimos años. Un patrón de televisión que tiene un equipo de fútbol, se presenta y se transforma en jefe de gobierno, el fenómeno de la Liga del Norte (un movimiento separatista), la nueva derecha italiana en el poder. Yo buscaba un modo de contar la nueva realidad italiana, casi única en el Occidente, y mi sentimiento frente a esta realidad. Por un tiempo pensé cuál debería ser el tono y cuál el recipiente para contar esta historia y llegué a la conclusión de que el modo más justo era el modo fragmentario del diario.
–La escena final de la película, cuando le regalan un metro y mide lo que le queda de vida, es un poco angustiante...
–Es muy angustiante y es por eso que quiero hacer más películas. Esa escena para mí es el tiempo que queda para estar con mi hijo, para hacer films, para estar con las personas que quiero, para entender cuáles son las películas que debo hacer. Es una de las escenas más importantes del film a pesar de que se habló poco de ella. Cuando salió Aprile, todos recordaron el nacimiento de mi hijo, la política, el cine, pero yo creo que los diarios italianos no percibieron la importancia de esa escena dentro de la lógica del film.
–Hoy, en Italia, el cine testimonial casi no existe...
–No, en los años setenta se había convertido en un filón cinematográfico. Pero yo creo que cada uno debe hacer la película que siente que debe hacer en ese momento. Cuando en Caro diario conté una historia muy privada, como mi enfermedad y el tumor que tuve, no quise denunciar al sistema médico italiano; simplemente era una historia personal contada con ironía. Yo, como espectador, tengo desconfianza del cine de denuncia, de los directores que con sus películas quieren cambiar la cabeza de los espectadores. Una película debe dejar libre al espectador de repensarla solo, cada espectador es diferente del otro. No me gustan los films con mensajes demasiado cerrados.
—¿Cree que se puede justificar la falta de creatividad en el cine por la influencia de la televisión?
–Como director, como productor y como espectador, intento no culpar a los otros. Yo pienso que si hay ideas, talento, energía y vitalidad, en cualquier situación pueden crearse buenas películas. En Italia siempre se lamenta y se culpa a alguien, dicen que la culpa es de los propietarios de las salas que no apoyan el cine italiano, del sistema de distribución que no gasta en publicidad para el cine italiano, de la televisión, del Estado, del sistema, pero ningún director, productor o crítico tiene el coraje de decir: “Este film italiano era lindo pero no anduvo bien, el culpable es el público”. Siempre la culpa la tiene algún otro.
—Otra de las justificaciones es la dificultad de financiar el cine. Frente a esto, están las producciones de bajo presupuesto y buena calidad. Actualmente, por ejemplo, la escuela danesa de Lars von Trier.
–Pienso que una cualidad que debe desarrollar un director o una industria cinematográfica de un país en una fase donde hay pocos financiamientos es poder pensar guiones que puedan realizarse con poco dinero. A veces, falta esta elasticidad en la concepción de una película.Creo que un director debe poseer una gimnasia mental y profesional importante para alternar películas costosas con films pobres. No debe ser una obligación, pero puede ser la oportunidad de crear con conciencia de la realidad. Claro que si uno tiene en mente la película de su vida y es un proyecto muy costoso, entiendo que se trabaje muchos años con grandes presupuestos. Pero creo que son pocos los directores que tienen en la cabeza hacer la gran película de su vida.

 

De Woody Allen a Benigni

–¿Le gusta Woody Allen?
–Sí, especialmente sus películas menos cómicas. Una de mis preferidas es Crímenes y pecados. Y también La otra mujer. Veinte años atrás, no me gustaba tanto Allen cuando intentaba hacer películas dramáticas como Interiores, aunque creo que debería reverla. Pero con los años, se transformó en un muy buen director de films dramáticos.
–¿Qué le pareció La vida es bella?
–Me gustó muchísimo. Con este film Benigni dio un gran paso adelante con respecto a los anteriores. Pero me da mucha curiosidad saber cual será su próxima película. Es una responsabilidad enorme filmar después de un éxito como éste.


“No pienso en el público”

–¿Qué piensa del éxito de Caro diario en la Argentina, y de la buena llegada que tuvo Aprile en sus primeros días de exhibición en Buenos Aires?
–Es algo que me da mucho placer. Cuando filmo no pienso ni siquiera en el público italiano, y menos en el europeo o el latinoamericano. Yo pienso: “Esta es la película que quiero hacer y esta historia, con este estilo, puede dar cuenta en este momento de mis sentimientos, mi estado de ánimo, mis esperanzas y mis miedos”. El hecho de que películas tan personales como Caro diario o Aprile se distribuyan y se entiendan en países tan lejanos, es algo que me da placer y coraje. Y me hace creer que este camino del cine personal no es una camino absurdo, es un camino para recorrer. Pienso que si un film tiene autenticidad puede encontrar espectadores muy distintos en el mundo. Cuando empecé a hacer cine, mis películas eran sobre muchachos de 20 años, burgueses, de izquierda, que vivían en Roma. Muchos me decían que el público que entendía ese cine era el que tenía las mismas experiencias políticas y sociales que yo. Pero nunca estuve de acuerdo, porque hay personas cercanas a mí por edad, clase social y experiencias culturales a los cuales no les importan mis películas, y hay personas lejanas de mi realidad, que por
sensibilidad se sienten cerca de mis películas. Creo que existe un espectador que, por una cuestión de sensibilidad, entiende mi cine. Y los argumentos pasan a segundo plano.

 

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