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SUBRAYADO

El liberal-nacionalismo

Por Julio Nudler


t.gif (862 bytes)  De pronto, cuando nadie lo esperaba, una mancha de nacionalismo ha comenzado a extenderse en el campo liberal. Conservadores que hasta ayer mismo aplaudieron las “reformas estructurales” de Menem/Cavallo/Roque y las relaciones carnales con Estados Unidos y el desguace del Estado, denuncian ahora la extinción del empresariado argentino, la dictadura foránea de las multinacionales, de la banca internacional y de los fondos de inversión, que conduciría inexorablemente al hundimiento de la Nación misma. Pero ninguno de los conversos explica por qué reaccionan recién ahora frente a un proceso que ellos mismos alentaron y cuyas consecuencias estaban bastante claras desde un principio. Guillermo Calvo, por ejemplo, predijo la liquidación de la banca nacional.
La clave tal vez repose en el desalojo que están sintiendo en carne propia los socios locales del modelo. Traspuesto cierto límite de extranjerización de la economía, los camaradas de ruta autóctonos se vuelven innecesarios para los verdaderos dueños de la globalización. Una vez que éstos han tomado todos los negocios que les interesan, dictan sus leyes y pueden cortar costos prescindiendo de los servidores nativos. Pero esto no debe de ser todo.
¿Qué fue de los grandes empresarios y financistas argentinos? Uno tras otro vendieron a muy buen precio sus firmas a compradores de afuera. Unos cuantos participaron también de la gran fiesta de las privatizaciones, poniendo, como pata argentina de algún consorcio, más capacidad de lobby que capital. Toda esa etapa, hoy virtualmente agotada, les dejó muchísimo dinero en el bolsillo (parte de los 87 mil millones que miran el partido desde afuera). Dinero que busca nuevas oportunidades de negocio que alguien debería poner a su alcance. ¿Quizás el nuevo gobierno de Duhalde o de De la Rúa? Es posible, porque tanto peronistas como radicales mostraron siempre una inveterada “sensibilidad nacional”.
Para preparar el terreno hace falta un nuevo cóctel ideológico. Que el discurso neoliberal incorpore una dosis de nacionalismo, de recuperación de riendas, de mística patriótica. Es ilustrativo, al respecto, que algunos precursores de esta nueva tendencia hayan sido, en sus orígenes, contratistas del Estado que se enriquecieron a costa del fisco en los dorados tiempos de la inflación galopante y el gasto público sin financiación genuina.
El nuevo engendro que se prepara será un extraño liberalnacionalismo, que intentará hacer pie sobre la piedra movediza del modelo, contando a su favor con el hartazgo que ya provoca el discurso repetido de estos años.

 

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