Por Cristian Alarcón
En 1997 los bigotitos del
camarista Eugenio Esteban Alsina ganaron la televisión por una cámara oculta del
noticiero de Canal 13. El hombre se hizo famoso como presunto miembro de la banda de
los sacapresos, una organización que ofrecía excarcelaciones irregulares por
cifras que iban hasta los 20 mil pesos. En diciembre el camarista fue destituido e
inhabilitado de por vida para ocupar cargos públicos por un jury de enjuiciamiento que lo
halló culpable de prevaricato, violación de los deberes de funcionario y falsificación
de documentos. Fue inútil el esfuerzo de sus abogados para demostrar que Alsina sufría
un trastorno mental y se creía Dios. Ahora, más modesto, el camarista vuelve a la luz
pública. Esta vez no por lo ilegal de su actividad, sino por lo sorprendente de su
reinserción laboral: desde el 21 de mayo trabaja como canillita en una esquina platense.
Ayer, desde las cinco y media, como cada día, voceó el diario Hoy, pero con mayor
ahínco: en el ejemplar que ofrecía había dos páginas con su propia historia, la
de un hombre trabajador y cristiano.
Alsina se apura en negar que todo se trate de una operación para lavar su ajetreada
imagen. Tengo ocho hijos y nunca fuimos una familia de dinero le dijo a
Página/12. Vendí el auto para pagarles a los abogados. Necesitaba un empleo
honesto y me pareció bien salir a la calle. Alsina habla con una parsimonia de
beato y no deja de hacer alusiones religiosas mientras argumenta su inocencia. Muchas
posibilidades laborales no le quedaban, explica, teniendo en cuenta la inhabilitación
para ejercer como abogado y hasta como simple comerciante. Fueron catorce años como
integrante de la Sala II de la Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora y treinta de
carrera en el Poder Judicial los que quedaron atrás el 17 de diciembre, cuando el
tribunal de enjuiciamiento lo condenó. Pero Alsina no descansa en explicar que, a pesar
de todo, él sigue siendo juez. La sentencia aún no está firme, insiste.
Sus abogados solicitaron la inaplicabilidad de la ley ante la Suprema Corte
bonaerense, pero ésta rechazó el recurso. Ahora, hace dos meses, esperan que el máximo
órgano autorice a una apelación ante la Corte Suprema de la Nación. Deberán
declarar la nulidad de lo actuado porque el tribunal de enjuiciamiento estuvo mal
constituido asegura. La ley dice que los abogados del tribunal no pueden ser
mayores de 70 años y uno de ellos ya había cumplido 82. La soñada nulidad no
sólo lo volvería a su puesto, en el que cobraba 6500 pesos contra los alrededor de 500
que ganará como canillita, sino que lo salvaría de la mano de la justicia penal, donde
está pendiente una causa por cohecho, por la que si se confirma la sentencia, podría ir
preso. Pero él es un hombre de fe, dice, y reza por su inocencia. Alsina es devoto de la
Virgen. Cuenta que cada martes visita a los niños internados en el Hospital Sor María
Ludovica de La Plata, e invita a sus familiares a orar. Antes llevaba la imagen de
la Virgen casa por casa, relata en la nota que le hizo el diario Hoy.
En verdad, lo de la Virgen no es nuevo en su discurso. En la causa en la que se investigan
las maniobras para liberar presos a cambio de coimas, se acredita que el dinero sucio no
iba directamente al bolsillo de Alsina, sino que se blanqueaba a través de la Mutual
Mariana, que a su vez sería un desprendimiento de la Legión de María, una organización
laica religiosa. Alsina era el presidente de la fundación. Y el tesorero era Mariano
Alvarez, auxiliar del juez. Ayer Alsina elevó su prédica ante este diario cuando, al
evaluar su desprestigio, se acordó de Jesús. Si a él que era el inocente con
mayúsculas, lo crucificaron, yo con una pequeña crucecita, tengo menos derecho a
protestar. La cruz de Alsina incluye haber vendido en cuotas su
casita de verano, en Punta Lara, porque todavía paga la hipoteca de la que
habita en la Calle 3. Por lo demás, dice que combate la malaria con la ayuda de sus hijos
dos de ellos trabajan en un juzgado electoral y de su esposa, que
continúa vendiendo productos Tupperware. Algo suman también en su resumido
sueldo de canillita las clases de derecho romano que continúa dando en la Universidad
Católica.
Esta vez fueron dos, en Buenos Aires y Bahia Blanca
Los chicos armados de cada día
Apenas
una semana atrás se desató un escándalo en una escuela porteña cuando se denunció que
asistían chicos armados. Un día antes, una nena de séptimo grado resultó herida por un
compañero en Boulogne. Ahora, el problema de los alumnos que llevan armas parece haberse
diseminado, precisamente como reguero de pólvora. Ayer, en Bahía Blanca una maestra
sorprendió a una nena de seis años con un revólver cargado y en una escuela primaria de
La Matanza, en el conurbano bonaerense, la escena se repitió con un chico de doce.
La maestra vio que la nena exhibía un misterioso objeto a sus compañeros de primer grado
y luego lo escondía entre sus ropas. Se acercó a ella, y de uno de sus bolsillos extrajo
un revólver calibre 22 con sus ocho balas intactas en el tambor. Alarmada, avisó a las
autoridades, que rápidamente se comunicaron con la policía de Bahía Blanca. No se
trata de un hecho delictual explicó el comisario Norberto Méndez, de la comisaría
5ª de Bahía Blanca, imagínese la inocencia que puede tener una nena de seis
años. Ella dijo que creía que era un juguete de un hermano menor. Ahora, lo que es grave
es el descuido por parte de los padres. Según explicó el comisario, a la escuela
provincial número 11 Ricardo Gutiérrez, donde se produjo el hallazgo en la mañana del
miércoles, asisten chicos de clase media, de buen nivel cultural y socioeconómico. El
caso está a cargo del juez de menores Guillermo García Pereyra, quien, además de
secuestrar el arma, citó a los padres de la chica para que explicaran los hechos. Según
dijo el comisario, la nena asistió ayer a clases normalmente.
En la Matanza se produjo un caso similar en una escuela primaria del Barrio San Alberto,
ubicada en la avenida Crovara y Rama 4. En la mochila de un chico de séptimo grado, una
maestra encontró un revólver. El chico alegó que había sacado el arma de la mochila de
otro chico de 13 años, y ambos fueron interrogados por la jueza de menores Nilda Ferioli,
quien ordenó que les hicieran estudios psicológicos y luego los devolvió a sus padres.
La escuela 162 queda cerca de la villa de emergencia Puerta de hierro, donde vive uno de
los dos chicos, y al igual que la mayoría de los alumnos de la escuela, ambos pertenecen
a familias de escasos recursos económicos. Lo importante dijo el comisario
Mario De Lauretis Ferruccio es que no hubo heridos y que el arma estaba sin
proyectiles; es un 22 corto, marca Bagual, un revolvito que tal vez hacía
años que estaba en un ropero.
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