Por Fabián Lebenglik
Dalí
monumental (en la Rural) y La vida secreta de Salvador Dalí (en el
Museo Nacional de Bellas Artes) forman parte de las celebraciones argentinas en homenaje
al artista catalán por haberse cumplido en enero pasado una década de su muerte.
La atracción central de la primera muestra, de allí la caracterización de
monumental, es una serie de grandes esculturas en bronce, realizadas por
indicación del artista, a mediados de la década del setenta, es decir, bien tardías.
Todas responden a la por entonces trajinada y difundida estética daliniana. El resto de
la exposición es puro complemento, reproducciones, múltiples y merchandising, salvo dos
o tres pinturas, salidas, ésas sí, de las manos del propio Dalí.
La muestra del MNBA, en cambio, es mas íntima: se trata de 129 pequeños dibujos en tinta
china, realizados por la mano del artista a comienzos de la década del
cuarenta. La larga serie de dibujos pertenece a la colección de Jorge Ruiz (Ginebra) y
demuestra que aquel era un período en que la capacidad física y mental de Dalí estaban
en un momento floreciente.
En la Rural muestra organizada por Texart y curada por Ernesto Texo se pueden
ver algunas de las virtuosas recetas dalinianas, sus juegos ópticos, sus chistes, sus
preferencias y sus rechazos, así como una larga serie de fotografías que muestran todo
aquello que el artista dominaba profesionalmente: su vida mundana, las extravagancias y su
antológica megalomanía.
En el Museo de Bellas Artes, en cambio, se puede recorrer la cotidianidad y las ideas
dalinianas a través del trazo directo del en este caso gran dibujante. Esta
es la diferencia sustancial entre ambas muestras. Podría decirse, generalizando, que la
muestra del Museo es de Dalí, mientras la de la Rural es sobre o, en todo caso,
con Dalí.
Dalí monumental combina el esfuerzo considerable de haber
transportado hasta el cono Sur la muestra se exhibió antes en el sur de
Brasil ese conjunto de grandes esculturas, con el negocio, también considerable, de
toda esa enorme enciclopedia daliniana ad hoc (el complemento gráfico que ilustra sobre
su vida y su obra), toda ella de muy fácil traslado. La muestra constata y recorre la
vida tan publicitadamente exótica, mundana y artística de Dalí. Pero entre
la monumentalidad y la enciclopedia, se pierde la huella del artista.
Si la clave en Dalí es seguir la lógica de su popularidad y pensar su producción en
función de lo extrapictórico su vida, sus escritos, sus declaraciones, etc.,
podría decirse que Dalí monumental responde a este legado, que transformó
el eco de su firma en un negocio.
Para referirse al estigma con que André Breton intentó defenestrarlo, es decir el
anagrama Avida Dollars compuesto con las letras del nombre de Salvador Dalí,
éste escribió en sus memorias, con cinismo e ironía, que ese anagrama fue un
sello benéfico. Me ha abierto las puertas de los bancos y de las cajas fuertes. El oro me
deslumbra y los banqueros son los sumos sacerdotes de la religión daliniana. El oro es la
clave que cierra el arco no solamente de la economía, sino también del humanismo.
Ennoblece todo lo que toca. La exposición Dalí monumental deriva de
esta clase de nobleza humanista. La otra muestra es lo opuesto: antimonumental pero más
cercana al artista.
Ambas exposiciones, por exceso o por defecto, son sólo aproximaciones tangenciales y
laterales a Dalí. (Dalí monumental, en la Rural entrada por Santa Fe
al 4100, hasta el 30 de junio. Entrada: $7. La vida secreta de Dalí, en
el Museo de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473, hasta el 30 de junio, entrada
gratuita).
SEBASTIAN GORDIN EN LA GALERIA RUTH BENZACAR
De lo extra a lo infraordinario
Por F. L.
El miniaturista e
historietista Sebastián Gordín (1969) sigue en la senda de sus obsesiones, de sus juegos
serios, de su perpetua fascinación por los relatos masivos: por el mundo del deporte, de
la televisión, del cine, de la ciencia ficción, de los futuros vistos desde el pasado,
etc.
Ahora suma una variación de tamaño (a través de ciertas esculturas de forma humana,
como El muerto) y se larga a la escala uno a uno, en la que, se supone,
coinciden el volumen del modelo con el del objeto.
En la muestra se pueden ver maquetas perfeccionistas de los cines Odeón que hay o hubo
por el mundo; del Luna Park; de un Salón de la Televisión de la década del sesenta
sólo visibles, estos dos últimos, a través de un mirilla o de otro salón,
de fiestas, o local bailable, de la misma década, etc.
Todas esas miniaturas, más allá de que respondan a modelos reales o
imaginarios, vigentes o extinguidos, son parte de esa ficción artístico/científica
(obsesiva, delirante, detallista, del sueño-hechorealidad) que constituye el núcleo de
la obra del artista.
El movimiento de Sebastián Gordín algo así como una clave provisoria de su
obra es el que va de la transformación de lo extraordinario en infraordinario. En
sus trabajos se condensa en miniatura aquello que en la llamada realidad se
sostiene a los ojos del artista por el registro de lo espectacular,
apasionante, histórico, enigmático o, incluso, épico. No hay artefacto cultural o
edilicio, por inconmensurable que sea, que no quepa, pasado por el filtro de Gordín, en
una cajita.
Lo infraordinario del arte de Sebastián Gordín, esa poética de lo ínfimo como
contracara de lo inabarcable, se detiene con precisión en la construcción a escala
mínima del modelo real o mental, al punto de convertirse en una paradoja: objetos
monumentos portátiles. Si a través de la historia la escala de la pasión, el homenaje y
la celebración tenía el tamaño de lo monumental, las pasiones posmodernas son manuables
y de bolsillo.
No sucede lo mismo en ese cadáver de poliéster (El muerto) en el que la vida
se va por el pie la única parte del cuerpo que conserva, aparentemente por un
momento más, el rastro del calor y el color del cuerpo: allí, precisamente, en la
escala uno a uno, el detalle se pierde por completo. El mundo a escala infraordinaria es
pasmosamente realista. El mundo a escala real, por el contrario, es un juego. (Galería
Ruth Benzacar, Espacio Nuevo, Florida 1000, hasta el 12 de junio).
Inauguran en la semana
* Graciela Lorenzano, esculturas, desde ayer, en
Arcimboldo, Reconquista 761, P.B. 14.
* Fotografía eslovena contemporánea, hoy, en el Teatro San Martín, Corrientes 1530.
* Eduardo Pla, hoy, en VyP, Arroyo 959.
* Lucía Warck Meister, hoy, en Diana Lowenstein, Alvear, 1595.
* Alicia Lavaselli, pinturas, hoy, en la Biblioteca Nacional, Agüero 2502, 3º piso.
* Roberto Aizenberg, mañana, en Van Eyck, Santa Fe 834.
* Artistas cubanos y argentinos, mañana, en la CTA, Independencia 766.
* Alicia Cittadini, pinturas, mañana, en el Centro Recoleta, Junín 1930.
* Alejandra Seeber, pinturas, y Raquel Bigio, fotos, mañana, en la Alianza Francesa,
Córdoba 946.
* Alicia Penalba, esculturas, el jueves 3, en Rubbers, Suipacha 1175.
* Carlos Boccardo, esculturas, el 3, en el Centro Recoleta.
* Bastón Díaz, Galego, Gamarra, Pájaro Gómez y Nardi,
esculturas, el 3, en las salas del Fondo de las Artes, en el Centro Recoleta.
* Premio Bonifacio del Carril, el 4, Museo Sívori, Av. Infanta Isabel 555.
* Claudio Grynberg, esculturas, el 5, a las 12, en el Museo Sívori.
* Laura Onetto, litografías y pinturas, el 7, en Clásica y Moderna, Callao 892.
* Artes tibetanas de China, el 7, en el Museo de Arte Oriental, Av. del Libertador 1902,
1º piso.
Noticias de arte, otoñal
Apareció el Nº 103/4 de la revista Artinf Nº 103/4, con
notas sobre arte y arqueología del Noroeste Argentino y de la India. Una sección de
teoría y otra de poesía y prosa. Artista invitado: Felipe Pino. Reseñas, anticipos de
libros y panorama de exposiciones locales e internacionales. |
|