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EL CINEASTA INGLÉS KEN LOACH EXPLICA SU
NUEVA PELICULA, "MI NOMBRE ES TODO LO QUE TENGO"

“Me importa lo que les pasa a mis personajes”

Después de “Tierra y libertad” y “La canción de Carla”, en las que se alejó de Gran Bretaña, el director vuelve a la realidad social de su país con “Mi nombre es todo lo que tengo”.

Ken Loach disfruta del rodaje en Glasgow, en medio de un equipo de fútbol integrado por desocupados. Para Loach, se trata de pintar la aldea y ser universal.

t.gif (862 bytes)  Desde su reaparición internacional en 1990, con Agenda secreta, el director inglés Ken Loach (Warwickshire, 1936) ha dado la visión más lúcida y rigurosa sobre las consecuencias de la política impuesta en su país por el poder conservador. En Riff Raff (1991), Como caídos del cielo (1993), y sobre todo en Ladybird, Ladybird (1994), Loach hizo un cine realista, duro, combativo y en algún caso, incluso, no exento de cierto humor. Con Tierra y libertad (1995), Loach también demostró que era capaz de abordar el complejo período de la Guerra Civil Española sin nostalgia ni condescendencia, desnudando las contradicciones de la izquierda que llevaron a la revolución republicana a la fractura y a la derrota. Con La canción de Carla (1996), Loach se internó –a partir de un guión del escocés Paul Laverty– en una herida aún abierta, Nicaragua, y lo hizo con la nobleza de espíritu y la honestidad intelectual que siempre caracterizaron su cine. Nuevamente con guión de Laverty, el año pasado conmocionó al Festival de Cannes con My Name Is Joe, la historia de un desocupado de la flamante era Blair, un ex alcohólico que trata de rehacer su vida junto a una asistente social, pero a quien las circunstancias del medio lo ponen ante opciones cada vez más difíciles, en una encrucijada donde no existe la posibilidad de un final feliz, aunque no faltan momentos de humor, un poco a la manera de Riff Raff. Para Loach, Mi nombre es todo lo que tengo –el título con el cual se estrenará el film en Buenos Aires el próximo jueves– se trató de un regreso a las fuentes de su cine y de eso y de su trabajo con los actores conversó en esta entrevista con la televisión escocesa, que se reproduce a continuación.
–¿Qué puede contarnos de Joe, el protagonista de su nueva película?
–Es la historia de un hombre, un ex alcohólico, que dirige un equipo amateur de fútbol y conoce a una asistente social, Sarah, que recorre los hogares de los desocupados y se hace cargo de los bebés y de las familias con dificultades. Es una historia de amor entre estas dos personas, que se preocupan particularmente por una pareja joven, con muchos problemas, entre otros de drogas. El chico era un jugador del equipo y la película es la historia de esas dos parejas, cuyas vidas se entrelazan.
–¿De qué manera trabaja con los actores?
–Puede parecer medio caótico. No les doy muchos detalles. Pero en general trato de colocarlos en la posición en que estarían en la vida real y guiarlos a través de la escena lo mejor posible, haciéndolos confiar en su propio instinto. Hay mucho de intuición acerca de lo que funcionará en cada momento. Pero se trata de hacerlos reaccionar de un modo real y meterse profundamente en sus sentimientos. Esa es la meta. No siempre funciona, pero cuando todo sale bien todo tiene una espontaneidad que de otra manera sería imposible conseguir.
–¿Cómo nació la película?
–My Name is Joe surgió porque hablamos de hacer una película enraizada en Glasgow y que tuviera que ver con este paisaje. Se trataba de encontrar un conjunto de relaciones que revelara lo que le pasa a la gente aquí. Si bien hay mucho espíritu, nos estamos alienando mucho en ciertas zonas, como Glasgow y otras ciudades. Esta zona tiene el más alto consumo intravenoso de drogas en Europa. Y se desarrolla una gran tragedia en estas habitaciones. Es una tragedia escondida, porque los políticos tienden a no hablar de ella. Es una película que trata de revelar todas las pequeñas tragedias que ocurren detrás de puertas y ventanas cerradas.
–¿Por qué eligieron Glasgow?
–Paul es de Glasgow y escribe en su idioma. Me parece importante que el escritor escriba donde se sienta cómodo. Paul es de aquí, pero también tiene un espíritu, un humor muy particular. Como toda ciudad puerto, Glasgow tiene una fuerte historia de lucha, una historia rica. Una fuerte tradición de clase obrera. Creo que Glasgow, Liverpool, Marsella... tienen ese tipo de tradición.
–¿No le preocupa que su cine caiga en cierto localismo?
–En realidad, no. Creo que los cineastas somos internacionales, o deberíamos serlo. La historia es muy específica y los detalles son muy específicos de esta ciudad y de este pueblo. Pero, si funciona, la gente la reconocerá en Francia, en Alemania, en otros países. No puedo ver al cine como nacionalista. La situación particular en Escocia es que en cierto modo ha estado bajo la sombra de Inglaterra y ha sufrido el dominio de la clase gobernante inglesa. Por eso, se ha separado para decir “somos diferentes”. Eso es muy bueno, porque nos libera de estar dominados. Pero en cierto modo esa es otra cuestión. En cuanto al cine, creo que debería ser internacional.
–Con “Tierra y libertad” y “La canción de Carla” su cine parecía apartarse de la realidad británica. ¿De qué manera “My Name Is Joe” se conecta con su obra previa?
–Sí, Tierra y libertad y La canción de Carla son para mí films muy personales, pero tenían cierta dimensión épica que My Name Is Joe no tiene, porque es una película más intimista, que busca sobre todo las relaciones entre los personajes, aquello que los atrae y los separa. Pero estas relaciones, a su vez, también hablan del mundo en que viven. Y aquí, a diferencia de mis dos películas anteriores, volví a jugar de local, por lo que todo fue también más simple. Como Ladybird, Ladybird o Riff Raff, My Name Is Joe es una película a pequeña escala, más sencilla en términos de logística, pero no por ello menos intensa. Lo que me importaba era que lo que les sucediera a los personajes fuera indicativo de lo que estamos viviendo en estos días en mi país. Pero siempre teniendo en cuenta que no se puede utilizar un personaje para decir lo que el director tiene para decir.

 


 

PETER MULLAN, UN ESCOCES PREMIADO EN CANNES
Con la pollera bien puesta

t.gif (862 bytes) Cuando Peter Mullan apareció sonriente, con el clásico kilt, la pollera escocesa, en la función de gala del Palais des Festivals de Cannes, la prensa internacional no era capaz de recordar demasiado al protagonista de My Name is Joe, a pesar de que su nombre estaba asociado a títulos como Tumba al ras de la tierra y Trainspotting, de Danny Boyle, y Corazón valiente, de Mel Gibson. Cuando terminó el festival –del que se llevó sin discusiones el premio al mejor actor– ya era imposible olvidarse de Mullan, por su conmovedora actuación al frente de la nueva película de Loach. Lo que sigue es parte de la entrevista que mantuvo con la televisión escocesa, durante el rodaje de My Name is Joe.
–¿Cómo se lleva con Ken Loach?
–Me divierto mucho. Para mí es el mejor director, porque siempre te hace sentir cómodo, y no tenés que atenerte al guión. El te da el mapa. Pero uno no sabe dónde están las cosas. El te dice dónde está el territorio. Te da la brújula... Y vos te vas. Es muy estimulante.
–¿Qué puede contarnos de su personaje en la película?
–Muy poco. Porque a mí mucho no me cuentan. Sólo sé que es un alcohólico recuperado, que dirige un equipo de fútbol... Y eso es todo. Porque no me dicen nada más. Cuando recibí el guión encontré sólo una parte de mi parte. No vi el guión completo. Me dan el guión de a pequeños fragmentos, de a poco. Y a todos les dicen que no te cuenten nada. Así que ahora sé lo que es vivir en Moscú vigilado por la KGB. Porque hacés cualquier pregunta a cualquiera: “¿Qué horario hacemos hoy? ¿Almorzaremos?”. Y te dicen: “No sé si estoy autorizado a responder”. Así que uno no sabe nada. Eso es todo lo que sé del personaje.
–Mañana hace una escena con Louise Goodall, que interpreta a Sarah, ¿sabe algo de la relación que tiene con ella?
–No. Sé algo de esa escena. Sé que nos damos la mano. Eso puede conducir a un romance o no. Puede conducir a que me pise un ómnibus. Porque honestamente no sé. Nunca se sabe. Y eso es genial. Me encanta. Porque me gusta no saber. Me gusta no tener el guión. Me gusta improvisar escenas enteras.
–¿Eso significa que tiene que construir el personaje sobre la marcha?
–Sí, y desde el punto de vista del actor... no diría que es fácil, pero es más sencillo de lo que pudiera pensarse. Porque como actor vas viviendo, literalmente, lo mismo que el personaje. Porque nadie sabe lo que pasará mañana. El personaje tampoco. A algunos actores no les gusta. Les resulta difícil. Porque quieren saber adónde van, para planear al personaje. La mayoría de los actores elaboran una escena durante dos meses antes de filmarla, porque será la escena, la gran escena. Y las escenas que resultan en general son malas. No suelen ser creíbles, espontáneas. En cambio, de este modo, si surge una buena escena, bien... Y si surge una mala escena... se hace de nuevo. Siempre es así con Ken. Lo conocí durante los preparativos de Riff Raff, en 1990, creo. Estábamos Bobbie Carlyle... yo... ¿Quién más? Gus Martin... Varios más... Eramos cinco. Seleccionaron a cinco... Y de los cinco, a mí me eliminaron. Porque era “demasiado viejo”. Tenía 30 años. Eso me destruyó. Que te digan que como actor sos viejo a los 30 años es devastador. Y después me ofrecieron el papel del hermano mayor. Yo estaba ofendido y lo rechacé. Me pidieron que volviera a pensarlo, y acepté. Quería trabajar con un director importante, como Ken. Trabajé tres días con él, y en esos tres días aprendí más con él que con ningún otro director. Desde entonces, es mi ídolo. Porque aprendí tanto como actor y como director... Su modo de trabajar es tan simple y tan básico... Y ahí está su genio. No es el gran circo. La mayoría de las escenas de hoy son un circo.

 

Una cuestión de solidaridad

“Lo importante siempre es la lógica de las situaciones”, dice Ken Loach. Se trata de establecer los personajes y echarlos a andar y averiguar quiénes son y por qué actúan como actúan. Hay que ser consecuente con los personajes y seguir la lógica de su forma de pensar. Hay que respaldarlos en sus sentimientos. El tema de la solidaridad, por ejemplo, que aparece en la película... No se puede ser simplista en esto. Mis personajes hacen lo que pueden los unos por los otros, lo mejor que pueden, considerando el medio en el que viven, porque las circunstancias objetivas son muy destructivas para ellos. No es cuestión de forzar un final feliz ni nada que se le parezca. Se trata simplemente de decir: aquí está esta gente, así son y así viven. Lo que me interesa como cineasta son las vidas y las emociones de la gente común.”

 

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