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Modernidades
Por Juan Gelman

na36fo01.jpg (13172 bytes)t.gif (862 bytes) En Una noche en Casablanca, un viejo film de los hermanos Marx, Groucho propone cambiar de casillero las llaves de las habitaciones de un lujosísimo hotel. Harpo asiente con toda su mudez y Chico pregunta: “Pero, ¿y la confusión?”. Groucho responde: “Pero, ¿y la diversión?”. El fin de siglo -.y de milenio– que se vive más bien abunda en confusiones, comenzando por las fechas. ¿Cuándo empiezan los nuevos: el 1º de enero del año 2000, o el 1º de enero del 2001, como es en realidad? La fascinación de los números redondos a veces puede más que la aritmética.
Este fin de siglo viene acuñado, entre otras cosas, por el posmodernismo, concepto de dudoso punto de partida. ¿Se sabe qué es la modernidad? ¿Esta tiene un significado de alcance universal? Cuesta quizás admitir que nunca hubo -.ni hay– un único modelo en la materia. El camino de la llamada civilización occidental no es el mismo que se ha recorrido en otras zonas del planeta, ni siquiera en Occidente mismo. Por lo demás, la globalización en curso ahonda el abismo entre ricos y pobres, entre naciones saqueadas y saqueadores, y cabe preguntarse, por ejemplo, qué clase de modernidad conocen o padecen los 13 millones de pobres y los 2 millones de desocupados argentinos, o los jubilados que sobreviven -¿sobreviven?– con 150 pesos por mes. ¿No es para ellos una modernidad que repite -.empeorada– la del fin del siglo XIX en el país?
En el plano de las ideas se anuncia el advenimiento de una “nueva cultura” en la que, sin embargo, perviven ecos de las preocupaciones finiseculares del XIX: la interrogación acerca de los callejones del historicismo, la cuestión feminista del género, la reflexión política en torno al fracaso del liberalismo, el retiro del mundo colectivo para arrocarse en la subjetividad, el rechazo de normas morales y su reemplazo por un relativismo muy extendido que suele recaer en dogmatismos arbitrarios, hipocresías y cinismos bien conocidos en estas tierras. El tema de los límites del racionalismo heredado del Siglo de las Luces llegó a la exasperación en un siglo que se ha caracterizado por guerras y genocidios sin antecedente –que incluso modificaron las concepciones de la muerte personal–, por la instalación de regímenes totalitarios feroces, el resurgimiento de fundamentalismos, nacionalismos y aun tribalismos, el ejercicio masivo de comportamientos muy alejados de lo humano que develan territorios repulsivos del ser humano. En comparación con el fin de siglo pasado en Occidente, los agujeros de la capa de ozono, el calentamiento global que acompaña a la globalización, el dominio absoluto de lo político por formas imperiales de la economía hacen pensar si no habrá que invertir la notoria frase de que la historia, al repetirse, pasa de la tragedia a la comedia. “Al aproximarse el año 1000 .llega a decir el pensador checo Ernest Geller–, los europeos anticiparon el fin del mundo, pero éste no se materializó. Sospecho que al aproximarse el 2000 no se espera el fin del mundo, pero esta vez ocurrirá.”
Quién sabe. Lo cierto es que en los países “subdesarrollados” -.o “en vías de desarrollo”, como se los bautizó después para darles un toque de elegancia– se cree que a la modernidad se llega por la puerta de la tecnología de punta. Eso, por ahora, significa la voluntad de más poder y conlleva una destrucción mayor de la Naturaleza. Cierta sociología weberiana habla de “la construcción social de la realidad”, pero esa realidad existió antes que el ser humano y pudo existir sin él. El asuntoes saber si seguirá existiendo con y a pesar de él. El fin del siglo XIX alimentaba visiones de una nueva era. El fin del XX arrima devastadoras imágenes opuestas.
Al posmodernismo han seguido el pos-posmodernismo y el neomodernismo en la arquitectura de los llamados países centrales. En otros campos del arte el posmodernismo más parece un retorno cíclico de constantes de la modernidad que un cambio cualitativo. ¿Habrá que pensar con David Harvey (The Condition of Postmodernity, 1989) que el posmodernismo es apenas la etapa siguiente de la modernidad capitalista, idéntica en su esencia, aunque más veloz y compleja?
Nadie alcanza a descifrar qué nos han de traer el nuevo siglo y el milenio que viene. En lo que nos concierne, tal vez convenga recordar lo que dijo alguna vez el poeta Mario Trejo: “¿Posmoderna, la Argentina? Si todavía no entró en la modernidad”.

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