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OPINION
El vodevil
Por Susana Viau

Dicen sin mucha imaginación las enciclopedias que el vodevil es una “obra teatral en varios actos con participación de actores, cantantes y bailarines”, pero que el cine acabó con este género menor confinándolo a los clubes nocturnos y la televisión. ¿Y qué si no un vodevil es el guión que se está terminando de ventilar en los tribunales de Retiro, con sus departamentos, jarrones, fiestas privadas, noches de El Cielo, macrós, chicas chismosas, policías bonaerenses y un juez engominado que jugó a perseguir narcotraficantes a lo largo de la interbalnearia? En el centro de la escena estaba Guillermo Coppola, detrás de él se proyectaba la figura del ídolo máximo de las tribunas y más atrás el perfil corpulento del secretario presidencial, el ex basquetbolista Ramón Hernández, compañero de correrías de “Guillote” y peligroso eslabón que conectaba ese fandango con Olivos.
El juez, federal, con apellido de instituto capitalino, pero de adscripción también bonaerense, puso a sus fieles policías Diamante y Gerace, Gerace y Diamante, Nu y Eve, Barrante y Barroso, Laurel y Hardy, a recolectar evidencias que metieran tras las rejas el copo de nieve que remata la cabeza de Guillote. Porque de nieve y blanca se trataba. El escenario se montó en el tranquilo pueblo de Dolores y desde La Plata marcaron los movimientos. El caso, por elevación, ponía una pelota envenenada en el tejado del Presidente y su entorno íntimo. Era la versión todavía “amable” de la formidable lucha por el poder que se venía librando a la sordina en el interior del partido del gobierno.
Hasta que llegó a Dolores una segunda oleada de actores: la de los defensores, con consignas impartidas por otra dirección artística, de nivel nacional, con asiento en el quinto piso de la SIDE, donde a su vez recibían los designios de la Casa Rosada. Enredaron a las chicas en amoríos, ellas se desdijeron por pasión y dinero, volvieron sus deditos acusadores contra el juez y sus ayudantes, Diamante y Gerace, y, como la cosa iba de vicios, los letrados denunciaron actuaciones viciadas de nulidad. “Guillote” salió en libertad y el juez de sacos pied de poule quedó a un palmo de la cárcel. Empate técnico. La presidencia había temblado lo suyo y la gobernación perdía una pieza. El combate feroz de Carlos Menem y Eduardo Duhalde entró en la zona mesetaria donde las fuerzas se recomponen. Fueron las hilachas del vodevil las que pasaron a juicio oral. Pero la pugna recomenzó, como tragedia, con el asesinato de José Luis Cabezas. Olivos dijo: “la Bonaerense” y La Plata miró a Alfredo Yabrán. Costa Atlántica, Dolores, Prellezo, Camaratta, los mismos abogados y hasta un bolo del mismo inefable juez. Ese drama también aguarda el juicio oral. Algunos de los personajes deberán hacer bis en los juzgados. Vaya a saber qué pasa con todos ellos cuando las compañías deban empacar el attrezzo, las tramoyas, el vestuario, los potingues para subir a los carromatos y salir a recorrer los caminos hasta la próxima temporada.

 

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