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Tierra del Fuego entre sondeos y pujas locales

El domingo son las elecciones provinciales. Los tres candidatos (MoPof, PJ y Alianza) dicen que ganan y preparan el ballottage.

Los tres candidatos dicen que sus encuestas los dan ganadores.
De cualquier manera, también coinciden en que habrá segunda vuelta.

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Por Fernando Almirón Desde Ushuaia

t.gif (862 bytes) En Tierra del Fuego, el resultado de las elecciones provinciales del próximo domingo llegará después de atravesar la tormenta de dos polarizaciones. Una: la isla no está excluida de la competencia electoral que a nivel nacional protagonizan el PJ y la Alianza con vistas a las presidenciales de octubre. La otra: así como sucede en el fútbol, para los fueguinos este comicio es un clásico en el que se pone en juego la obsesión por vencer el vecino más próximo. Los candidatos de Río Grande intentarán quedarse con el trofeo que representa el control de la provincia, el que en dos oportunidades debieron resignar ante el triunfo de los políticos que llevan los colores de Ushuaia. El final está abierto y promete ser apasionante gracias a los especialistas de la anticipación. Confundidos en la poca visibilidad que predomina en el fin del mundo, hasta ahora los pronósticos de los encuestadores parecen hechos para alegrar a quienes los contrataron, porque según ellos todos ganan.
Los jefes de campaña de las tres fuerzas que compiten por la gobernación fueguina confiesan, en privado, que las empresas que contrataron para hacer las mediciones sólo lograron sumar más desconcierto a la confusión general, pero que no pueden dejar de aferrarse a sus pronósticos. Así, los tres hombres que el domingo 20 esperan convertirse en el próximo gobernador del territorio más austral del continente se muestran seguros de la victoria durante las escasas 7 horas que dura el día en esta parte del mundo, y sueñan pesadillas en las prolongadas noches que faltan para que se concrete el comicio.
Duermen con la luz encendida Roque Martinelli, del oficialista Movimiento Popular Fueguino y actual ministro de Economía de la provincia; Carlos Manfredotti, la apuesta del justicialismo y un hombre de Ushuaia; Jorge Colazo, dos veces intendente de Río Grande y la esperanza de la Alianza.
Según los guarismos que se manejan en el cruce de datos oficiosos, ninguno de ellos logró posicionarse como el favorito. Una condición clave en Tierra del Fuego, cuyo sistema electoral establece que el ganador será el que obtenga la mitad más uno de los votos. Si ninguno lo logra, se llamará a una segunda vuelta, ballottage en el que competirán las dos fórmulas que hayan sumado la mayor cantidad de adhesiones en la primera convocatoria.
Mientras del otro lado de la ventana la primera nevada de la temporada cubre la ciudad en silencio, en las mesas de los bares los dirigentes provinciales señalan que el resultado del escrutinio estará sujeto a una compleja combinación de factores. Por un lado la nacionalización del voto fueguino. Si la elección presidencial de octubre logra hacer pie en la isla, tanto el PJ como la Alianza podrían hacer la diferencia que necesitan en la primera vuelta con los votos que logren arrebatarle al MoPoF, relegando al partido provincial a una butaca entre los espectadores de la polarización nacional. Esto es lo que intentan tanto los justicialistas de Manfredotti como los aliancistas encolumnados detrás de Colazo.
Ambos candidatos saben que Tierra del Fuego tiene escaso peso específico a la hora de contar los votos en una elección general. Los habilitados para sufragar en la provincia apenas superan los 63 mil electores, una cifra irrisoria si se la compara con los padrones de los municipios del conurbano bonaerense. Pero como en política la realidad no es la única verdad, los fueguinos no están dispuestos a desaprovechar el valor simbólico que para los presidenciales representa un triunfo electoral en el último tramo de sus campañas. Esta es la razón por la que Fernando de la Rúa se trasladó en tres oportunidades hasta el territorio fueguino en los últimos 60 días. La misma que llevó a Duhalde hasta el fin del mundoel sábado pasado, y quince días atrás, a Carlos Menem. El Presidente fue nombrado cacique honorario de los indios ona, pocas horas después del entierro de la última sobreviviente pura de esta etnia.
El otro factor se refiere a la vida cotidiana de dos ciudades ubicadas donde el mundo pega la vuelta, en una isla habitada por gente que no es de ahí. Ushuaia y Río Grande, y su mutua enemistad. Una situación de enfrentamiento que, según afirman en Tierra del Fuego, está por encima de cualquier otra confrontación. Hasta ahora el gobierno fueguino estuvo en manos de los dirigentes de Ushuaia. Pero apareció Jorge Colazo, que quiere alterar el tablero. El carismático candidato de la Alianza e intendente de Río Grande se propone aprovechar la paridad que parte en dos a los electores de la isla para dar batalla a los dirigentes de la capital provincial. Dice que en su ciudad les lleva más 20 puntos de ventaja a sus adversarios, pero que necesita afirmarse en Ushuaia, donde la población le es esquiva por motivos estrictamente locales. Y desembarcó en la bella ciudad al frente de una campaña puerta a puerta con la que intentará vencer el desprecio que sus pobladores tienen por los de Río Grande.
Algo similar ocurre con el justicialista Manfredotti, quien aparece bien posicionado entre el electorado de Ushuaia, pero necesita sumar puntos en Río Grande. Martinelli, por su parte, apelará al mejor argumento que puede salvar su destino: Tierra del Fuego es un isla poblada por los defraudados de las promesas de los políticos, y que aquí lograron hacerse de un destino.

 

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