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OPINION
Trabas e incomprensiones
Por Alfredo Bravo*

Se trata seguramente de una casualidad que, justo cuando el Partido Socialista Democrático celebra su 103 aniversario, la Internacional Socialista realiza por primera vez en nuestro país uno de sus encuentros. Sin embargo, el Partido Socialista más antiguo del continente no estará presente como miembro pleno de la organización cuyo antecedente inmediato, la II Internacional, ayudó a construir a fines del siglo pasado.
Algunas vicisitudes históricas, trabas e incomprensiones, acompañadas de cierta dosis de egoísmo político, impiden que los herederos directos de Juan B. Justo, Alfredo Palacios y Alicia Moreau estén representados junto a otros delegados de partidos socialistas y de otras fuerzas progresistas de distinta tradición, en circunstancia en que este amplio arco político debe reflexionar, una vez más, acerca del presente y del futuro.
Aunque parezca paradójico, las profundas transformaciones científicas y técnicas, y la marcha arrolladora de la economía, no han sido acompañadas por un desarrollo social de intensidad parecida. Por el contrario, es posible afirmar que la potencia de la economía lleva consigo devastaciones diversas como las que se manifiestan en el campo del trabajo, con el cuestionamiento del sistema de salario y de sus garantías, y sus consecuencias sobre el tejido social.
Al mismo tiempo se han generalizado situaciones de vulnerabilidad, se exacerban las polarizaciones entre riqueza y miseria, y se destruyen los vínculos de los individuos con su colectividad. Y por si esto fuera poco existen sectores enteros de la humanidad condenados a sobrevivir por debajo del umbral mínimo de la dignidad humana.
Sin la superación de este flagelo, cualquier política educativa o de salud será necesariamente deficitaria. Dicho de otra forma: una buena política educativa no rendirá sus mejores frutos si los padres de los niños a quien está dirigida carecen de ese bien básico que es el trabajo.
Los socialistas tienen por cierto historias distintas, aun cuando compartan valores y tengan un lenguaje común. No es lo mismo la situación de un país latinoamericano que la de los países europeos, y esto da lugar a prioridades o énfasis diversos. Podríamos decir que los socialistas, e incluso fuerzas progresistas afines, estamos viviendo dificultades respecto de nuestra propia identidad.
Los hechos demuestran que ante viejos y nuevos desafíos podemos reaccionar de manera disímil, y que la inexistencia de un pensamiento uniforme nos puede hacer olvidar experiencias pasadas y recordar a medias valores de todos los tiempos. Como, por ejemplo, que la lucha contra un régimen cruel y feroz no tiene que impedirnos recordar que importa también la manera de enfrentarlo. Y esto último por cierto estuvo ausente en la llamada guerra de los Balcanes.
Pero en épocas de realineamientos y confusión ideológica, siempre es bueno aprovechar las oportunidades, como esta reunión de la Internacional Socialista, para reconocer errores, reafirmar valores y diseñar propuestas políticas que puedan enfrentar con éxito las dificultades crecientes de los países del Sur y el desconcierto de los países desarrollados.
Hasta ahora la perplejidad nos ha impedido advertir con claridad, en el plano de las ideas, que el liberalismo, del cual siempre es bueno nutrirse, es fundamentalmente una terapia antitotalitaria. No obstante, hoy más que nunca, las banderas de la solidaridad, de la búsqueda de caminos para una creciente igualdad y trabajo para todos, deben volver a ser ideas centrales en toda propuesta que se inscriba en la tradición socialista. Nada de esto será posible si no se hace uso, como en aquellos tiempos fundacionales del socialismo argentino y de aquella Internacional que lo tuvo como protagonista, de inteligencia, decisión y osadía políticas.

* Diputado nacional. Secretario general Partido Socialista Democrático.

 

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