Una
novela policial construida con ingredientes de probada eficiencia: príncipes árabes
misteriosos, jefes de Estado africanos de comportamiento dudoso, valijas repletas de
billetes falsos impresos en América latina y bancos instalados en las Islas
Caimán. Así presentó ayer el diario Le Monde el affaire sobre la impresión de
moneda falsa del emirato de Bahrain en la que, tal como reveló Página/12 el 23 de agosto
del año pasado, está implicada la empresa argentina Ciccone Calcográfica.
La imprenta de Don Torcuato, a la que el ex ministro Domingo Cavallo señaló como parte
del imperio de Alfredo Yabrán, recibió el encargo de imprimir siete millones de billetes
de 20 dinares del emirato, el equivalente a 365 millones de dólares. Por lo menos dos
remesas de billetes nunca llegaron a destino y fueron cambiados ilegalmente en mercados de
Africa. El daño fue tan masivo que Bahrain tuvo que sacar de circulación las notas de 20
dinares y cambiarlas por un diseño completamente distinto. Según Le Monde, se trató de
una maniobra de los servicios secretos iraníes para desestabilizar al próspero emirato.
El diario francés informó que la fabricación de dinares fue encomendada a Richard
Mwamba, un hombre de negocios congoleño de unos cuarenta años, aliado del antiguo
presidente Mobutu. Mwamba, además, estuvo un tiempo en prisión por la falsificación de
billetes del Congo hechos por encargo en Argentina, también por Ciccone Calcográfica.
Le Monde relató que Mwamba, presentándose como representante de la agencia monetaria de
Bahrain, se contactó a fines de 1997 con el representante de Ciccone en Brasil, M.
Viegas. Y por su intermedio, llegó a la dirección de la empresa en Argentina. El 13 de
enero de 1998, en Johannesburgo, los ejecutivos de Ciccone y Mwamba se reunieron para
firmar un contrato para la impresión de siete millones de billetes. Contrariamente
a todos los usos de la profesión publicó Le Monde en ningún momento Ciccone
sintió la necesidad de rendir cuentas a Bahrain, su cliente oficial.
Con el contrato firmado, el impresor, a quien le fueron remitidos todos los documentos
oficiales necesarios para fabricar los dinares, pudo trabajar. Para conseguir el papel
filigranado, Ciccone se dirigió al grupopapelero franco-británico Arjo-Wiggins, que el
que el 5 de febrero de 1998 le envió una orden por 7,8 toneladas de papel que fueron
remitidas el 28 de abril, con la filigrana oficial de Bahrain. El pago fue hecho a través
del Banco Roberts de Buenos Aires.
El trabajo de Ciccone se revela irreprochable se aseguró en Le Monde.
Incluso después de un examen, es extremadamente difícil distinguir un billete verdadero
de 20 dinares de uno verdadero-falso, según constataron los servicios
norteamericanos.
Página/12 reveló en agosto pasado que Ciccone había recibido una carta oficial del
emirato, acusándolos de haber impreso sin autorización 137 millones de dinares. Las
huellas de los dinares fueron seguidas por miembros de los servicios de inteligencia de
Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Bélgica, Suiza y los del propio emirato desde fines
de mayo del año pasado. La alerta la dieron los bancos belgas que, al recibir en
depósito gruesas cantidades de divisa de Bahrain, enviaron muestras testigo a expertos de
Londres y Suiza para comprobar su autenticidad. La investigación permitió varios
arrestos y reunió indicios que apuntan a que el verdadero cliente de Mwamba era Irán.
Hubo redoble de escrache Ayer, los integrantes de H.I.J.O.S. tuvieron doble trabajo: para hacerle un
escrache al represor Guillermo Suárez Mason fueron primero hasta un edificio de
departamentos en calle Libertad al 900 y, después, caminaron una cuadra hasta Santa Fe al
1100. Es que con la guita que se afanó este hijo de puta durante la dictadura, se
pudo comprar varias casas, dijo una de las chicas de H.I.J.O.S. a la hora de
explicar la segunda parada de la recorrida. Suárez Mason actuó personalmente
torturando y matando a prisioneros en los campos El Atlético, El Vesubio, El Banco y El
Olimpo, dijo uno de los chicos en la puerta del departamento de Libertad. Como
siempre ocurre en los escraches, muchos policías custodiaban el vallado de la puerta de
entrada. También como siempre, los chicos de H.I.J.O.S. colgaron sobre las vallas,
delante de los policías, el habitual cartel: Al servicio de la impunidad.
Muchos hinchas de Argentinos Juniors club que hace unos meses echó a Suárez Mason
por una decisión de la asamblea de socios, que cuestionó su prontuario
acompañaron a los H.I.J.O.S. en toda la recorrida y tiñeron la marcha con sus banderas
rojiblancas. |
JUICIO POR LA VERDAD EN LA PLATA
El Estado tiene una deuda ética
Julio
Poce, miembro fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata,
declaró ayer en el juicio en el que se investiga lo sucedido con más de dos mil
desaparecidos. Poce testimonió las circunstancias de la desaparición de sus dos hijos,
Julio Gerardo y Ricardo César. El Estado tiene una deuda ética con los
desaparecidos. Si no conocemos la verdad y no existe la Justicia, nos vamos a ver
sobrepasados por la impunidad, dijo el testigo al final de su declaración que fue
acompañada por un fuerte aplauso de los presentes.
Luego se presentó ante la Cámara Federal platense la ex sargento del Servicio
Penitenciario bonaerense, Inocencia Argentina Guzmán. La mujer fue confusa hasta cuando
tuvo que dar su edad y también al referirse a la desaparición de una obstetra y su
esposo médico, quienes habían denunciado irregularidades en nacimientos ocurridos en
cárceles. Guzmán se desempeñó en Olmos entre 1976 y 1981. Un testigo que declaró
anteriormente, aseguró que Guzmán podría tener datos sobre María Claudia Falcone,
secuestrada en la Noche de los Lápices. Sin embargo, la testigo no aportó información y
ni siquiera reconoció la foto de Falcone. La mujer negó también conocer la existencia
del centro clandestino La Cacha, ubicado en las cercanías de la cárcel de
Olmos. Finalmente se presentó ante el tribunal Guillermo Cano, quien fue cadete de la
Escuela de Suboficiales de la policía bonaerense. Cano narró ante los camaristas que
estuvo detenido en el centro clandestino que presumiblemente estaba ubicado en el
destacamento de Arana a 5 kilómetros de La Plata durante 100 días.
Durante la noche recordó se escuchaban tiros, el cargar de las armas y
más tiros.
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