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EL TRABAJO MODELO SHOPPING SE IMPONE EN BUENOS AIRES5
El fin del feriado

La modalidad la impusieron los shoppings, pero cada vez son más los negocios que trabajan de lunes a lunes, incluidos los feriados, con personal que atiende 12 horas por día. Este modo de trabajo marca un quiebre cultural y afecta las relaciones personales y la salud: la fatiga se hace acumulativa y se vuelve patológica.

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Mucho trabajo y poco descanso: los especialistas hablan de una fatiga patológica entre los empleados.
Por Mariana Carbajal

t.gif (862 bytes) Mientras en los países desarrollados la tendencia es acortar la jornada laboral, en Buenos Aires se está imponiendo la “modalidad shopping”: cada vez son más los comercios minoristas que abren de lunes a lunes, incluidos los feriados, con personal que atiende –como norma– 12 horas por día. “La famosa tríada de 8 horas de sueño, 8 de trabajo y 8 de reposo está trastrocada. El reposo está muerto. El lema es trabajar con prisa y sin pausa”, advierte el investigador del Conicet, Enrique Segura. Negocios de indumentaria de la avenida Santa Fe en los alrededores del Alto Palermo Shopping, de la calle Florida, cerca de las Galerías Pacífico, de las avenidas Cabildo, en Belgrano, y Córdoba, en Palermo Viejo, ya no cierran el sábado después del mediodía, como se acostumbraba. Y no hay fecha patria que valga para que se tomen un respiro. Hay peluquerías, incluso, que atienden las 24 horas. Conquistas laborales conseguidas en las primeras décadas de este siglo se están esfumando, de la mano de la recesión, el aumento del desempleo, leyes que promueven la flexibilización, falta de controles del Ministerio de Trabajo y gremios debilitados. Según advierten especialistas, los efectos sobre la salud de los empleados no tardan en manifestarse: con una jornada laboral eterna, la fatiga se hace acumulativa y se transforma en patológica. Ya se habla del síndrome “burn out”: trabajadores consumidos en el fuego de la actividad (ver aparte).
“Llego a casa, a la noche, y lo único que hago es comer y dormir. Mi mujer me pregunta: ‘¿Te agarró el viejazo?’. Es que termino fusilado”, confiesa Rubén Ceballos, de 41 años, vendedor desde hace 3 años en un local de ropa masculina del Alto Palermo Shopping. Vive en Quilmes. Tiene una hora y media de viaje, entre el tren y el subte. Trabaja de 10 a 22. Solo una vez al mes, uno de sus dos francos semanales –que nunca caen los mismos días– es domingo. “El shopping te destruye la vida familiar. A mi hijo lo voy a ver a la puerta de la escuela antes de que entre, a las 7.45. Estoy con él no más de 10 minutos y si no, lo llamo desde el trabajo. Cuando tengo un domingo libre quiero hacer todo lo que no puedo hacer los demás: repartirme entre mi hijo y mi esposa, ver vidrieras, divertirme, andar en bici”, sigue contando Rubén. Se divorció hace algunos años y volvió a formar pareja. Su hijo, del primer matrimonio, tiene 11 años.
Antes de pasar a engrosar el ejército de los nuevos esclavos del fin de siglo, Rubén trabajó seis años en un comercio con una jornada laboral menos extenuante: de 8 a 13 y de 15.30 a 20, de lunes a viernes, y los sábados hasta las 14. Domingos y feriados, ni hablar. “Mi vida hoy transcurre adentro del shopping. Yo sé que no es una vida normal, pero si no trabajara así sacaría la mitad de mi sueldo”, dice, convencido. Tiene un salario básico de 600 pesos que trepa a 1200, gracias a las comisiones. Los fines de semana y feriados, el porcentaje que le queda de las ventas es un 50 por ciento mayor que el resto de la semana. Y suelen ser los días en que más se factura.
Como en Asia y Africa
Con la apertura de los shoppings, que se multiplicaron a lo largo de esta década, se rompió la tradición del descanso en domingos y feriados y comenzó a resquebrajarse la jornada reglamentaria de 8 horas diarias o 48 semanales de trabajo, adoptada por la Argentina en 1933 (ver aparte). Y la competencia de los malls obligó a muchos minoristas a mantener sus persianas en alto los siete días de la semana. “Vamos en camino de la supresión del feriado”, advierte el profesor Héctor Recalde, presidente de la Comisión de Derecho del Trabajo de la Asociación de Abogados de Buenos Aires.
“La jornada laboral promedio es hoy de 9 horas 20 minutos, durante 6 días a la semana. Pero el 26 por ciento de los trabajadores cumple jornadas de más de 10 horas por día”, agregó el abogado laboralista. “Sonmuy pocos los países desarrollados que tienen una jornada legal tan extensa como en la Argentina. Sólo en Africa y Asia se pueden encontrar parámetros similares. La tendencia en Europa, en cambio, es a reducirla”, comparó Julio César Neffa, economista del trabajo e investigador del Centro de Investigaciones Laborales del Conicet (ver aparte).
Julieta tiene 22 años y atiende en una zapatería de la avenida Cabildo. Es de las empleadas que trabaja 12 horas diarias, de lunes a sábado y dos veces al mes, también el domingo. “Trabajar los domingos es optativo. En general, nos peleamos por venir ese día, especialmente hacia fin de mes. Venimos porque no tenemos un mango y ese día se cobra más del doble. Los feriados, en cambio, se trabajan como un día normal”, cuenta, mientras una clienta se prueba un par de botas marrones. Cobra 20 pesos por día y los domingos, 55. “Es horrible trabajar los domingos, porque no te queda tiempo para hacer nada. Pero no tengo más remedio. De todas formas, no me quejo: por lo menos tengo un empleo seguro”, reflexiona Julieta.
Sin pausa
La falta de tiempo para el descanso y el ocio es el denominador común entre los empleados con “modalidad shopping”. Al pasar tantas horas en el lugar de trabajo, es muy frecuente que las parejas se armen en el ambiente laboral. Julieta conoció a su novio en un negocio de venta de ropa donde trabajaban juntos. Ahora, él también es vendedor en la misma zapatería que ella. “Prácticamente el único momento que tenemos para vernos a solas es el viaje. Vamos y venimos juntos en el colectivo desde Don Torcuato, donde vivimos”, señala.
Cada vez son más los comercios de la avenida Cabildo, en Belgrano, como el que atiende Julieta, que se van sumando al sistema de apertura de lunes a lunes. Lo mismo sucede en la avenida Córdoba, a la altura de Palermo Viejo, donde crecen como hongos los locales tipo outlet. También han optado por mantener sus persianas levantadas algunos negocios de la calle Florida, alrededor de las Galerías Pacífico y de la avenida Santa Fe cerca del Alto Palermo Shopping. La novedad imprimió un cambio en el paisaje urbano de los feriados. Las zonas comerciales ahora no reposan nunca. Incluso, el 1º de Mayo último, cuando por primera vez ningún shopping trabajó a raíz de las presión de los gremios, en la avenida Cabildo hubo locales abiertos.
“El shopping genera una competencia desleal. Para enfrentarla, los comercios con los mismos rubros del shopping están tendiendo a seguir sus horarios de apertura”, confirmó León Ruiz Díaz, secretario de asuntos gremiales del Sindicato de Comercio. Los locales afectados son, principalmente, los de venta de indumentaria y electrodomésticos, disquerías, librerías y peluquerías. Incluso, ya hay salones de belleza que impusieron el sistema speed service o peinados al paso, que funcionan las 24 horas. Y cada vez son más los que extendieron su horario de atención al domingo y al lunes, tradicionales días de descanso para peinadores. “Algunas peluquerías han hecho convenios especiales y les otorgan a los empleados francos compensatorios, pero la mayoría no regularizó su situación. Ya hicimos 70 denuncias en la Policía del Trabajo, del Ministerio de Trabajo, contra locales que abren domingos y feriados, porque en muchos casos no dan compensatorios”, reveló a Página/12 el abogado Jorge López, asesor legal del sindicato de Peluqueros y Peinadores.
Miguel Gutiérrez tiene 33 años, y trabaja en una peluquería de la avenida Santa Fe, que no cierra ningún día. El régimen para los empleados es de 12 horas de trabajo: alternan una semana laboral de seis días, domingo incluido, y otra de cinco. “Ganás bien pero no tenés tiempo para disfrutarlo”, observa Miguel, durante la hora que le dan para almorzar. Saca entre 1500 y 2000 pesos por mes. “En un año me pude construir mi casa, en San Justo, pero no puedo disfrutarla”, se lamentó. Hace un tiempo, el dueño del salón propuso reducir la jornada a 10 horas, pero losempleados no aceptaron. Como cobran una comisión por cada clienta, cuanto más horas trabajan, más facturan. Y, curiosamente, los domingos es el día que más clientela tienen: cerca de un 25 por ciento más que el resto de la semana. Ese día, antes de las 9, la hora en que empiezan a atender –de lunes a sábados, la apertura es 7.30– ya hay mujeres en la puerta haciendo cola para entrar.
“En un principio no me molestaba trabajar domingos y feriados, pero a medida que pasa el tiempo, acumulo cierto cansancio y además, no puedo compartir demasiado con mi familia”, señala Miguel. El también conoció a su esposa en el lugar de trabajo. “O conocés a una compañera o a una cliente”, se ríe el peinador. Tienen una hija de 2 años. “El problema es que a medida que va creciendo nos pide que estemos más con ella”. Los francos de Miguel son rotativos. Cada cuatro meses le toca un domingo y lunes de descanso consecutivo.

 

Al revés que en Europa Por M.C.

La apertura de comercios minoristas en domingos y feriados no es una tendencia mundial, señaló a Página/12 Julio Neffa, del Programa de Investigaciones Económicas sobre Tecnología, Trabajo y Empleo, del Conicet. “En los países de la CE es difícil encontrar un comercio abierto un domingo y si trabaja, cierra el lunes, al menos por la mañana”, explicó. “El problema acá es que los cambios en la ley de empleo y el aumento del desempleo favorecen que se extienda esta situación. Además, el poder de los sindicatos, se ha debilitado”, consideró Neffa.
En realidad, los empleados afectados por este régimen, son hoy sus principales defensores. Como el domingo cobran doble y las ventas ese día suelen ser mayores, optan por trabajarlo para mejorar su sueldo. “Las estadísticas indican que el 60 por ciento de los trabajadores está dispuesto a aceptar cualquier condición para mantener su empleo, por ejemplo, trabajar un feriado sin exigir un franco compensatorio a cambio”, observó el abogado laboralista Héctor Recalde.
Recalde recordó que el descanso dominical se estableció en la Argentina en 1905, en la segunda década del siglo se impuso el “sábado inglés” y la limitación de la jornada a 8 horas diarias fue adoptada en 1933. “Se están perdiendo conquistas de principios de siglo”, cuestionó.


 

Los efectos sobre la salud y las relaciones
“Consumidos por la actividad”

Por M.C.

t.gif (862 bytes) ”La sobreactividad arruina las relaciones intrafamilares. La casa se convierte en una especie de aguantadero y prácticamente se vive en el lugar de trabajo. Como en la vida de los marinos mercantes, el papá existe pero los hijos no lo tienen cerca. Son lazos fantaseados”, describió a Página/12 Graciela Filippi, profesora titular de Psicología del Trabajo de la UBA.
Sin embargo, el principal impacto es sobre la salud. “La sobrecarga psíquica y física que implica la sobreextensión de la jornada es irreversible”, advirtió Enrique Segura, doctor en Medicina y profesor de la Facultad de Psicología de la UBA. “Finalmente, estas personas pueden sufrir una disminución de su capacidad de trabajo y quedar imposibilitadas de seguir en actividad a cierta edad, como les ocurre a colectiveros que después de los 50 años padecen un estrés crónico que conlleva patologías invalidantes”, agregó el investigador del Conicet.
La sobrecarga de trabajo es un tema preocupante para el gobierno de Inglaterra. “Conjuntamente con diversos gremios y empresarios, recientemente puso en marcha un estudio sobre 17.000 trabajadores de distintas áreas para establecer las consecuencias del estrés laboral, porque se advierte que las pérdidas en ese país superan los 5000 millones de libras anuales”, indicó Segura. El problema es que la sobreocupación tarde o temprano repercute en la salud de los empleados, provocando ausentismo y apsenteísmo, es decir, el hecho de que la persona esté físicamente presente, pero no psíquicamente en el lugar de trabajo, señaló Segura.
El agotamiento crónico de los empleados ya ha sido catalogado como burn out. Se trata de un estadío superior al estrés, que podría traducirse como “quemado por exceso de demanda” o “consumido en el fuego de la actividad”. Según explicó Segura, el primer impacto de la sobrecarga de trabajo es físico y después psíquico. “El hecho de que la retribución sea cada vez más baja y el esfuerzo cada vez mayor, hace que la persona termine sufriendo la pérdida de su autoestima. A esto hay que sumar la situación de indefensión en que se encuentra por la falta de leyes que lo protejan y un accionar sindical que es muy poco eficiente. Por consiguiente, el trabajador está en una situación de indefensión social y esto implica un estrés crónico”, opinó.
“Es como cuando un auto está fundido”, graficó Filippi y enumeró los síntomas del burn out: insatisfacción en el trabajo, sentirse mal sin razón aparente, irritación, sensación de agotamiento aun luego de haber dormido las horas necesarias, disminución en la memoria corto plazo, dificultades para concentrar la atención y para conciliar el sueño, enfermedades recurrentes, bajo rendimiento en el trabajo, uso de drogas o alcohol para mejorar el estado de ánimo, problemas de comunicación con los demás, sensación de aburrimiento y frustración en el trabajo, disminución del interés en las actividades sociales, disminución del interés sexual y baja autoestima.

 


 

Beatriz Sarlo y las nuevas pautas de trabajo
“Un tiempo de ricos y otro de pobres”

Por M.C.

t.gif (862 bytes) ”El hecho de que toda la población sepa que hay un día en que no se trabaja tiende hacia una integración cultural. La existencia de un tiempo homogéneo para ricos y para pobres es una características de los países desarrollados. La situación inversa: que haya un tiempo de ricos y otro de pobres, es parte de los países como la Argentina”, analiza la profesora de la UBA Beatriz Sarlo. Para la ensayista, aquí está rota la idea de que el tiempo es también un aspecto de integración cultural en la población, lo que facilita la pérdida del domingo y del feriado como jornadas de descanso. “Este deterioro del tiempo tiene que ver con el deterioro de todas las situaciones laborales, pero no es sólo un deterioro económico, sino que eso redunda en una especie de fractura cultural”, señala Sarlo, en un reportaje con Página/12.
–Cada vez son más los comercios de venta de indumentaria, discos, libros y peluquerías que trabajan con la “modalidad shopping”: de lunes a lunes. Curiosamente, los domingos y feriados son los días que más facturan ¿significaría que el consumo está ocupando un lugar importante dentro del tiempo de ocio de la población?
–Con una población que tiene jornadas de trabajo crecientes y extensivas, es lógico que los procesos de reproducción de la vida que tienen que ver con el consumo se extiendan sobre aquellas horas que antes estaban dedicadas al ocio. Esto es parte del capitalismo, pero se agrava en el caso argentino porque acá no tiene límites y convierte a los trabajadores en desecho.
–¿Por qué el consumo se impone como alternativa en el tiempo de descanso?
–Las relaciones sociales se articulan casi inevitablemente con el mercado. Este es un fenómeno mundial, pero en la Argentina, el deterioro del espacio público incide para que la importancia de estos espacios sea creciente y mucho más visible que en otros lugares. Hay ciudades que tratan que su espacio público no sea agresivo, que tienda a ser socialmente homogéneo. No es el caso de Buenos Aires.
–¿Por qué atrae tanto el consumo frente a otras opciones como actividades culturales, de entretenimiento y deportivas?
–Habría que analizar cuáles son las posibilidades y cuáles son las ofertas. Cuando las actividades culturales son de acceso libre y gratuito tienen una enorme repercusión, lo que demuestra que es posible competir con el mercado. De hecho, los países que tienen una política cultural muy firme y sólida compiten en forma positiva con el mercado. De todas maneras, habría que agregar otro elemento: en el caso de Buenos Aires, el mercado parece ser el único lugar seguro, lo cual, en última instancia, es una ilusión, porque lo único seguro del mercado son los shoppings. Además, hay que tener en cuenta que los shoppings son hoy el espacio de socialización de los adolescentes: son muchos más los jóvenes que pasean por el mercado que los que van a un recital de rock.
–En los países desarrollados la tendencia es inversa: los comercios no suelen abrir los fines de semana y los feriados y por otra parte, la jornada laboral tiende a reducirse...
–Las horas de cierre en los países desarrollados son férreas. En Alemania los negocios cierran a las 16; en Inglaterra, a las 17 y no encontrás un supermercado abierto un domingo ni que recorras el país de una punta a la otra. Ambos son países que tienen un cierto ideal de integración cultural de su población, y en esto incluyo el tiempo. El hecho de que toda la población sepa que hay un día que no se trabaja tiende hacia una integración cultural. La existencia de un tiempo homogéneo para ricos y para pobres es una características de los países desarrollados. La situación inversa: que haya un tiempo de ricos y otro de pobres, es parte de los países como la Argentina.

 

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