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Lo nuevo de Spike Lee: “Summer Of Sam” (SOS)

A diez años de “Haz lo correcto”, el film que lo lanzó al estrellato, el director pone su lente en otro verano enloquecedor, con el “Hijo de Sam” como amenaza.

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Por Michael Ellison Desde Nueva York

t.gif (862 bytes) Un policía le dice a una corte que le disparó a un homeless porque sintió miedo, mientras sus compañeros siguen la caza de un hombre que violó a una chica de 13 años. Esto es el Bronx. A un par de kilómetros de allí, en City Island, el Viejo Roger se relaja en su silla, en una vereda soleada, poblada por turistas y gente que va a navegar. Esto también es el Bronx. Uno es el Bronx infestado de crimen y de miedo, el de La hoguera de las vanidades y Fuerte Apache: el Bronx. El del Viejo Roger es una disquería de usados que comanda desde hace tres décadas, con 33 mil discos de vinilo a los que cuida como chicos.
De los cuatro distritos de Nueva York (Bronx, Queens, Brooklyn y Staten Island), el Bronx es el que tiene la peor reputación, especialmente el Bronx del sur. “El Bronx es el lugar más maligno en el mundo occidental”, dice Joe Lauria, un residente que hace campaña para restaurar la imagen del distrito donde nació. Y enfatiza su caso al mostrar la casa de Edgar Allan Poe, en el Grand Concourse, ahora un museo que nunca parece abrirse y que debió mudarse de su lugar original a la vereda de enfrente, a un lugar más conveniente en el parque. Luego, siguiendo por el oeste y Wave Hill con su jardín de esculturas exhibiendo obras de Henry Moore y Willem de Kooning. Pelhas Parkway, el zoológico más conocido del mundo Bronx Zoo, Orchard Beach, donde el hombre mejoró la obra de Dios con una ribera donde no había nada (mejor no mencionar los 35 bloques de horror del Co-Op City) ... Lauria podría seguir y seguir, y de hecho lo hace.
Pero cualquiera sea la realidad, la imagen es más fuerte, y por ello resultó más impactante el estreno, este viernes, de Summer of Sam, la nueva película de Spike Lee, curiosamente realizada con dinero de Disney. Summer of Sam es un estallido de alta temperatura en el Nueva York de hace 22 años, el cruce entre sexo, la era disco, el punk, los cortes de energía seguidos de saqueos, paranoia. Y en su vértice está el impacto que David Berkowitz, el Hijo de Sam, probablemente la primera persona calificada como un “asesino serial”, tuvo sobre los ítalo-norteamericanos en el Bronx. Pero la elección de ese tema no hace felices a las familias de sus víctimas (seis muertos, siete heridos), ni a los columnistas del diario Daily News, al que el asesino solía enviar sus cartas. Ni al mismo Berkowitz.
El Hijo de Sam, ahora de 45 años y embarcado en la conocida historia del infame criminal renacido gracias al cristianismo, declaró: “Esta locura, estos horrores del pasado, están emergiendo nuevamente, y todo porque algunas personas quieren hacer dinero. Rezo por Spike Lee y su familia, su mujer Tonya, sus dos hijos, Jackson y Satchel. Dios no quiere que yo esté enojado con nadie”. En vista de la fluidez con que el asesino aferrado a la Biblia nombra a la familia del realizador de la película, Lee, que recientemente pasó un montón de noches fuera de la casa, apoyando a los New York Knicks en la serie final de la NBA, debe estar encantado que Berkowitz esté hablando desde la cárcel de máxima seguridad Sullivan, en las montañas Catskill, donde cumple una condena de seis cadenas perpetuas consecutivas.
“Spike Lee les está haciendo revivir a las familias todo esto”, dice Lauria, de 67 años, un mecánico de ómnibus retirado. Su hija Donna, a los 18 años, fue la primera en morir en manos de Berkowitz, quien aseguró, en las cartas que mandaba al Daily News antes de ser apresado, que recibía órdenes de un perro negro llamado Sam, propiedad de un vecino. “Spike Lee cree que el crimen es un entretenimiento, que, en primerísimo lugar, no lo es”, dice Lauria. La respuesta de Lee es la de un artista: “No hay nada que puedas decir que haga sentirse mejor a esas familias, y entendimos eso al empezar con esta película. No podemos hacer nada para devolver sus familiares que desaparecieron, y me es absolutamente imposible sentir su pérdida. Pero esas tragedias se produjeron. Es parte de la historia de Nueva York. Nunca salí a hacer una película sobre un asesino serial,estaba intentando capturar la tristeza. Y la película describe de manera exacta los episodios de aquella época”.
“Aquella época” es el verano estadounidense de 1977. Los protagonistas, John Leguizamo (un peluquero interesado en raros juegos sexuales), Mira Sorvino (su mujer) y Adrien Brody (un auténtico punk modelo ‘77), se mueven en una ciudad donde la música disco comenzaba a reinar, los DJ’s conectaban sus bandejas a los postes eléctricos de la calle, y Nueva York era una ciudad arruinada que despedía a sus empleados, con cortes de luz provocados por altísimas temperaturas (un dato que ya aparecía en Haz lo correcto, film del que se acaba de cumplir diez años de su estreno), orgías sexuales y una tremenda tasa de delincuencia. En la película no se ve un solo afroamericano. “Este film es sobre ese verano particularmente loco, la época de Studio 54, CBGB y el club de intercambios sexuales Plato’s Retreat”, argumenta el realizador. “No se puede negar que Berkowitz era parte de él y contribuyó a la histeria, pero no es sobre él. Es sobre el efecto que sus crímenes tuvieron en la gente, en particular sobre la parte ítalo-norteamericana del Bronx y, en mayor escala, sobre ocho millones de neoyorquinos.”
Lee tiene, como es costumbre, una lectura también racial sobre ese estado de ánimo. “Había miedo, pero no se sentía tanto en la comunidad afroamericana: el Hijo de Sam no estaba matando gente negra. No digo que los negros fueran felices. Yo lo recuerdo así, y quiero remarcarlo, porque siempre se me acusa de tratar de ser el portavoz de 35 millones de afroamericanos. Los blancos tenían pánico, pero no era nuestra experiencia. Y recuerdo el alivio que sentimos cuando se descubrió quién era y se vio que no era negro. Creo que todos los grupos sienten eso: cuando algo terrible sucede, deseás que el responsable no sea de tu raza o religión, para no ser un chivo expiatorio otra vez.”
En City Island, Roger, el vendedor de discos de 78 años, con una barba blanca hasta la mitad de su pecho, acaba de vender un fonógrafo Edison de 1920 que tiene que entregar a un cliente, pero está preocupado por su asistente. “El joven se pone muy nervioso”, dice. Nervioso por la responsabilidad de cuidar el negocio durante media hora, con tantas historias de asesinos seriales, saqueadores y ladrones dando vueltas. El joven anda por los cuarenta y ya está encaneciendo. El Bronx aún asusta.

 

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