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“Yo no escuché a nadie decir que el Instituto del Teatro peligre”

El director Lito Cruz está preocupado por los recortes que sufre el presupuesto del organismo, cuya conducción dejaría al finalizar
el año, pero invita a comprobar que las finanzas son “transparentes”.

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Por Hilda Cabrera
t.gif (862 bytes)  La decisión de las autoridades del Instituto Nacional de Teatro de reducir entre un 20 y un 30 por ciento el monto de los últimos subsidios acordados desató, además de las protestas de algunos grupos involucrados, dudas sobre el futuro de este organismo, inaugurado en abril de 1998. La protesta era legítima, y así lo reconoció el director del INT, el actor Lito Cruz, puesto que esos grupos independientes no sólo habían acordado la suma a percibir sino también firmado el convenio. “Nos asustó el último ajuste –dice Cruz en diálogo con Página/12, refiriéndose al de junio–. Los que protestaron tenían razón. Fue un error nuestro no haberles explicado la situación. Les hablamos y estuvieron de acuerdo. El que había gastado a cuenta, poniendo el dinero de su bolsillo, recibiría todo, los otros un 20 % menos.” Según el funcionario, el INT distribuyó hasta el 3 de junio 5.664.964 pesos destinados a remodelación de salas, equipamiento y subsidios, todo en el plano nacional. Esta cifra –aclara– no incluye lo gastado en la edición de libros y videos, ni en la organización de las fiestas nacionales de teatro, títere, mimo y teatro-danza, y del programa “Trescientas ciudades”, para fomento de las comunidades.
–¿Qué quedó del presupuesto de 11 millones que se había asignado en principio para este año?
–Quedó en 7 millones, pero con la posibilidad de que los dos millones destinados a bienes de capital pasen al rubro subsidios. Si no lo logramos lo gastaremos en infraestructura y equipamiento. En el último ajuste, lo que hicieron fue sacarnos dos millones para activos financieros, que es dinero no disponible. No hemos tenido exactamente un recorte sino una puesta de dinero en otros incisos. Mi esperanza es que nos lo transfieran.
–Se dijo que, para estar al día, el INT estaba utilizando fondos a cuenta del presupuesto del 2000...
–No podemos legal ni prácticamente hacer eso. El 31 de diciembre tenemos que dar cuenta de nuestra gestión y finalizarla con lo que disponemos. Este es un año de elecciones y es probable que haya otras instancias políticas y económicas. No sabemos cómo se va a considerar al Instituto, pero suponemos que se le asignará un presupuesto. La ley está, y, como se sabe, el Instituto tiene fondos propios obtenidos del Comfer y de Lotería.
–¿Tienen previsto lanzar una convocatoria a los grupos para el pedido de subsidios?
–Sí, en agosto, para que el jurado haga su evaluación y esté todo preparado, en el caso de que el dinero aparezca en enero.
–¿Cuándo debuta el nuevo consejo de dirección?
–En febrero del 2000. Mi gestión acaba en cuanto termina el gobierno de Menem. Ahí presento mi renuncia, pero el consejo continúa hasta el recambio de febrero. Los nuevos serán elegidos por los representantes provinciales (25 en total), que continúan en sus cargos por dos años más. Ellos conocen a la perfección el mecanismo del Instituto y saben quién es quién acá adentro. Tenemos otros cuatro cargos de asesores que son elegidos por concurso.
–¿Cree que hay intención de mantener el Instituto?
–La caída del Instituto sería mortal para el teatro argentino. Muchas salas del país dejarían de existir, y esto no se puede permitir. Tenemos que estar atentos ante cualquier indicio de abandono. Diría que en este momento, desde mi óptica, y estando dentro de la interna política y de la interna teatral, no veo motivos de alarma. No escuché a nadie decir “el Instituto no va más”. Pero hay que mantenerse alerta y discutir los problemas. Por eso no me disgusta que los teatristas y los medios vigilen nuestra gestión. Implantar este mecanismo para todo el país es muy complejo y se puede descontrolar. Para que no haya abandono, esto tiene que estar en manos de especialistas. En el consejo de dirección quetenemos ahora todos llevan más de 30 años dedicados al teatro. Ganaron sus puestos por antecedentes y oposición. Sólo yo fui nombrado por el Ejecutivo y la Secretaría de Cultura. Pero tampoco pueden poner a cualquiera en la dirección porque seguramente la gente lo va a rechazar. Para llevar adelante esto hay que conocer el paño y a cada teatro del país.
–¿Qué respondería si le ofrecieran nuevamente la dirección?
–No sabría contestar. Sé en cambio que hemos podido poner en pie algo emblemático y transparente, porque el dinero va por todos los mecanismos legales. El consejo ha hecho un trabajo extraordinario, acá y en cada una de las provincias. Estamos intercomunicados, y en veinte días tendremos el servicio de Internet. Nos falta un canal teatral, pero estamos en eso, porque una de las grandes tareas es reconquistar al público. Si aparecemos por televisión la gente se va a enterar de que existimos y probablemente venga a vernos al teatro. El 31 de diciembre haré recuento: ahí voy a saber cuál es mi deuda material y moral con los teatristas. El próximo gobierno tendrá sus candidatos, gente con tanta o más capacidad que yo para ocupar este cargo. Sea cual fuere el gobierno, invito a los teatristas a pelear por leyes que protejan al teatro nacional e impulsen una red latinoamericana, para fortalecernos y no perder identidad cultural.
–¿Cree que se resintió su trabajo artístico en esta doble tarea de actor y funcionario?
–Organizar el Instituto lleva tiempo y se resiente un poco mi trabajo en otras áreas. Participé de Ha llegado un inspector, la puesta de Sergio Renán, trabajé en cine, televisión... Trato de no descuidar mi actividad. Ahora estoy ensayando, dirigido por Carlos Gandolfo, una obra de Eugene O’Neill, Hughie, que voy a estrenar el 15 de julio en Berisso. Después la llevaremos a González Catán y otras localidades. Recién el 6 de setiembre la traemos a Andamio 90. Estreno en Berisso porque es mi pueblo natal, y porque O’Neill estuvo ahí en uno de sus viajes y escribió su drama El mar y la aventura.

 

Un proyecto de cine alternativo
En lo estrictamente artístico, Lito Cruz relata que está preparando una película con el director Augusto Fernandes. “Nos juntamos con otros actores para ver si podemos hacer cine de otra manera”, detalla. “Esta es la primera vez que Fernandes dirige películas en la Argentina. En Alemania hizo cine experimental, y acá hace tiempo trabajó bastante en TV dirigiendo a Norma Aleandro. En el grupo están Alicia Bruzzo, Graciela Dufau, Hugo Urquijo, Adriana Aizenberg, Leonardo Sbaraglia, Héctor Bidonde, Cipe Lincovsky...”
–¿Cómo es esa nueva manera de hacer cine?
–La idea es trabajar con tres cámaras digitales –que hemos comprado nosotros como productores–, y hacer un borrador sobre un tema central que desarrollamos entre todos. Una vez trabajado y filmado, el material es compaginado por Fernandes. Ese es el guión. Ahora estamos en campaña para conseguir auspicios. Es la historia de un ingeniero de éxito, a quien un hecho sin importancia le produce un clic en el cerebro y se derrumba. Paralelamente aparecen otros mundos: el de los judíos que llegaron a la Argentina huyendo del nazismo, y el de los demás europeos que escapaban de la guerra; el mundo de las modelos y la televisión, todo atado a este personaje del ingeniero, su dinero, poder y relación con la política.

 

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