Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


ALEGATO DE OYARBIDE EN EL SENADO
“Soy un muerto social”

Ante la Comisión de Juicio Político se declaró inocente, atribuyendo las acusaciones en su contra a una campaña periodística.No convenció a los senadores. Ahora, espera la sentencia.

El juez Oyarbide junto a sus colegas Tiscornia y Pisarenco.
Tuvieron que esperar a los senadores durante casi dos horas.

na09fo01.jpg (13495 bytes)
Por Fernando Almirón

t.gif (862 bytes) “Cuando arreciaban las imputaciones en mi contra, nadie en la calle me gritó ‘homosexual’. Fue gracias a los ángeles de la guarda que protegen a los corazones sinceros y arrepentidos”, dijo ayer por la tarde el juez federal en uso de licencia, Norberto Oyarbide, ante los senadores que le iniciaron juicio político por mal desempeño de sus funciones e inconducta, entre otros cargos. “La prensa me ha devorado. Soy un muerto social”, argumentó el magistrado al hacer uso de su derecho a defensa ante la Cámara alta, la que ahora deberá pronunciarse a favor o en contra de su destitución.
Oyarbide llegó puntual al Senado para ampliar su defensa en el proceso de juicio político que se le sigue en el Congreso después de que el juez Fernando Rodríguez Lubary pidiera su desafuero para procesarlo por haber amenazado de muerte al argelino Zinedinne Raschem, un camarero del restaurante El Mirasol.
El caso de amenazas reveló la vida oculta del magistrado, y su relación amistosa con el propietario del prostíbulo masculino Spartacus, Luciano Garbellano. En diciembre, después de una investigación preliminar, Diputados aprobó elevar al Senado el pedido de enjuiciamiento a Oyarbide por encontrarlo culpable de mal desempeño de sus funciones, inconducta, amenazas agravadas, posible comisión de tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito.
Los que no tuvieron puntualidad fueron los legisladores, que lo hicieron esperar durante dos horas en la Sala de Lectura del Congreso. Oyarbide amenizó la espera junto a otros dos magistrados procesados, quienes también esperaban su turno para hacer su descargo: Guillermo Tiscornia y Jorge Pisarenco, ambos también acusados por mal desempeño de sus funciones. Aunque el prolongado debate de ayer postergó su presencia en el recinto para la semana entrante.
El diputado César Arias, a cargo de la acusación, recordó en un pasillo de la Cámara alta los motivos que llevaron a enjuiciar a Oyarbide: “Incurrió en falta de ética por su concurrencia al local de la calle Agüero, denominado Spartacus, comprometiendo su investidura como juez ya que se trata de un local de prostitución masculina”. Arias también recordó que “el juez omitió denunciar la probable comisión de delito de promoción y facilitación de la prostitución, entre otros posibles delitos”.
Oyarbide ingresó al recinto con un traje negro impecable, ni una arruga en su camisa blanca inmaculada, y corbata oscura. Su pequeña figura pareció aún más pequeña cuando se sentó en torno del enorme escritorio ubicado frente a quien presidía en ese momento la sesión, el bonaerense Antonio Cafiero. “Me pregunto en qué condiciones me encuentro luego de haber tenido que tolerar en el más estricto de los silencios todas las cosas que se han dicho de mí”, fueron las primeras palabras del juez que desde el 4 de mayo de 1998 goza de licencia médica a raíz de su estado depresivo.
“Estuve estos catorce meses encerrado en mi departamento porque tengo vergüenza de salir a la calle. La prensa me ha devorado”, aseguró Oyarbide con voz entrecortada al recordar su peor momento desde que se revelaron sus costumbres y complicidades: “Fue cuando se emitió en el programa de Mariano Grondona un video, que no importa si es falso o verdadero, pero que su difusión produjo en mí un quiebre tremendo”. En esa cinta se podía ver cómo el juez y un joven semidesnudo se dedicaban caricias.
Y acusó de la maniobra a Luciano Garbellano, “quien gozó de mi confianza y aprovechando esto logró su objetivo, que era trascender en los medios”. Y dicho esto lloró.
Una vez concluida su defensa, el presidente de la Comisión de Juicio Político, Raúl Galván (UCR), pidió la suspensión del juez, sin goce de sueldo. Pero el justicialista Angel Pardo desestimó el pedido al considerar que no se podía tomar el descargo de Oyarbide como válido, ya que el magistrado no estaba en condiciones de ejercer su derecho adefensa: “Es un hombre quebrado, ahogado en sus propias lágrimas, que hizo una defensa de carácter meramente sentimental”. Después el bloque oficialista abandonó sus bancas dejando al cuerpo sin quórum para votar la suspensión del juez.

 

PRINCIPAL