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OPINION

Llamada al cielo

Por Washington Uranga


t.gif (862 bytes)  La Iglesia Católica, o para decirlo más precisamente, la jerarquía de la institución, desde el Papa hasta los obispos locales, sigue ejerciendo una suerte de fascinación sobre todos los dirigentes políticos argentinos con necesidad de alcanzar el poder o de retenerlo. Lo ha dejado en claro Carlos Menem a lo largo de todo su mandato, construyendo alianzas con el grupo de los denominados "obispos menemistas" y, al más alto nivel, con el Vaticano. Se lamentó Raúl Alfonsín en su momento de contar con gran parte de la jerarquía católica en su contra. Ahora, los candidatos presidenciales, buscan de todas maneras, aunque con métodos y suerte dispar, mostrarse cercanos a la jerarquía eclesiástica. Todos parecen coincidir en que, aun en la Argentina de la democracia, se necesita de la "bendición" eclesiástica para ejercer el poder. O bien quieren capitalizar para sí algo del prestigio que la Iglesia ostenta según todas las encuestas y que los políticos ya no pueden exhibir de la misma manera.

Siguiendo los pasos de Carlos Menem, el gobernador y candidato Eduardo Duhalde, busca presentarse como una figura afín al discurso de la jerarquía católica. Pero a diferencia de Menem, Duhalde elige recostarse en el costado del discurso social de la Iglesia y no en lo que tiene que ver con las posiciones sobre familia, aborto y divorcio, como lo viene haciendo el Gobierno, principal aliado del Vaticano en este tema en todos los foros internacionales.

La decisión de Duhalde no es nueva. Desde hace casi dos años sus asesores vienen preparando este matiz socialcristiano de su discurso. Para ello investigaron en las fuentes de la doctrina social católica y fueron eligiendo de allí los temas más beneficiosos en función del propio discurso. Cada vez que tuvo oportunidad de encontrarse con un obispo el candidato hizo ostentación de su condición de católico, reafirmando sus valores cristianos, presentándose como aliado de la Iglesia y a su familia como un ejemplo de familia cristiana.

Al plantear la moratoria de la deuda externa como tema de campaña, Duhalde quiere ganarle la parada a la Alianza en un asunto que bien podría haber sido capitalizado por la oposición, diferenciarse del discurso oficialista sobre la materia y asociar su propia demanda a la de la Iglesia en un reclamo levantado tanto por la jerarquía local como por el Vaticano. Una jugada con varios objetivos simultáneos que pretende "apoyar" a la Iglesia en su reclamo por los pobres y la deuda, pretendiendo con ello ganar el respaldo eclesiástico. Una maniobra que despierta también reacciones diferentes y encontradas en la jerarquía católica.

 

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