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REPORTAJE A ADRIANA VARELA
"El rock te muestra todo, el tango es más discreto"

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Aún no alcanza a pasar los 40 de edad y, hace unos años, al echar una mirada hacia adentro dice que vio en sí misma a la madre, esposa, ama de casa, fonoaudióloga, cantora de entrecasa y tomó un par de decisiones: con la primera se separó; con la segunda, encaró el canto de otra forma


Por María Esther Gilio
t.gif (862 bytes)  Adriana es una adolescente que anda en los cuarenta. De gestos desmañados, ropa informal, cara lavada y pelo largo que mientras habla lleva hacia atrás con gestos rápidos exentos de coquetería, es la contrafigura de la vedette. Sentada a la mesa fuma, habla, se ríe, tararea una estrofa en voz baja, un poco ronca, sirve café y también, a veces, se va de la entrevista hacia quién sabe dónde acompañada de la periodista que de pronto recuerda que está entrevistando y decide volver: "La familia, entonces... Papá más comprensivo y más intelectual, mamá a pesar de profesora de historia, y todo eso, más brava, criada al estilo tano, trata de pasar a la hija el mismo estilo. Papá era gerente de una casa de muebles muy exclusivos. Era el entendido, el que le decía a los creadores delirantes 'esto se puede hacer, esto no'".

--Entonces, la familia moderna pero...

--Con un papá y una mamá muy presentes. Es decir que los límites estaban siempre ahí. Eran fastidiosos, "tal cosa no" y "tal otra tampoco". La verdad que muy rompecocos.

--¿Qué querías hacer y no te dejaban?

--Qué sé yo, ver chicos. Yo no era fácil. En el colegio era mala, mala alumna. Igualmente me querían porque consideraban que era buena para representar las obras de teatro que se hacían. Pero a papá no lo sedaba con eso, él quería que estudiara, que trajera buenas notas. En fin, como la mayoría de las adolescentes estaba desinteresada de muchas cosas. Aunque no era heavy.

--Bueno, a esa edad no es tan fácil ser heavy.

--¡A los 12, 13, 14!.¡Cómo que no!

--Es verdad que aquí la escuela no termina en sexto.

--Y en el secundario fue igual. Siempre a los ponchazos. Dejando materias. Y cuando terminé, pronta para trabajar como maestra se me ocurrió estudiar fonoaudiología. "No", dijeron mis viejos, parala, no embromés, laburá de maestra. Y está.

--¿Y vos?

--Yo dije, "no, esta carrera me la pago yo". Busqué trabajo y empecé a laburar como maestra de música y me la pagué.

--¿Pensás que esa nueva carrera tenía que ver con lo que hiciste más tarde, es decir cantar? ¿Pensabas en tu voz cuando la elegiste?

--No. Si yo pienso en mí en aquel momento digo no, ni se me ocurrió. Sin embargo, en el fondo siento que alguna relación tendrá ya que se trata de un conocimiento que tiene que ver con la palabra, con la emisión de la voz. Y ocurre que cuando me recibí y empecé a trabajar me dediqué a los enfermos que por un accidente neurológico habían perdido la capacidad de emitir la voz.

--Afásicos...

--Sí, afásicos. Personas que tienen el área del lenguaje perturbada. A veces lo que hay no es pérdida de la palabra sino la sustitución de una palabra por otra. El tema me empezó a interesar mucho. Un libro llamado Las mal llamadas afasias de Freud me abrió nuevos espacios. Me obsesionaba la idea de que lo que yo trataba de mejorar eran los síntomas, sin tocar nunca las causas. En un momento empecé a estudiar lingüística, Saussure, Jacobson y de ahí aunque no quieras pasás naturalmente al psicoanálisis, Freud, Lacan.

--Tu vas hablando y yo ya me pregunto cuándo abandonaste los libros por el rock. Porque tu primera pasión fue el rock.

--Todo fue más o menos simultáneo. Los libros no los abandoné por el rock que cantaba desde chica en las fiestas de la familia. Después me casé con un jugador de tenis internacional con quien viajaba a Roland Garros y otras canchas por el mundo. Después vino el nacimiento de mis hijos y ...

--¿Y...?

--Allí hice un crac.

--¡Cómo un crac!

--Sí, eché una mirada hacia adentro y vi todo eso: madre, esposa, ama de casa, fonoaudióloga, cantora de entrecasa... Tal vez no podría explicarlo bien, o sería muy largo explicarlo bien. Lo que sé es que miré todo eso, decidí separarme y encarar el canto en otra forma.

--Más en serio. ¿Ahí empezaste con el tango?

na13fo02.jpg (7669 bytes)--No, no, rock, yo soy rockera. Pertenezco a la generación del rock. Tango nada, En los comienzos nada. A veces veo que las cantantes de tango dicen: "Yo, era chiquita y cantaba Volver". Yo era chiquita y capaz que cantaba algún bolero. El tango para mí no existía. Es que ni mis padres escuchaban mucho tango. Pero tenía un tío, hermano de mi madre y padrino que era amigo del Polaco Goyeneche y le gustaba el tango. De cualquier modo pasó algún tiempo y alguna casualidad antes de que entrara en esa onda. Primero le di al rock ciudadano y a otras cosas, sobre todo latinoamericanas. Silvio Rodríguez, Silvina Garré, Fito Páez, cosas italianas. Hacía de todo. Pero todavía no me animaba a largarme fuera de las reuniones de amigos. Hasta que un día sin decirme nada, un amigo graba un casette. El padrino de Julia, mi hija, lo escucha y se lo lleva a Badía. Badía me llama y me dice qué me parecería debutar con la orquesta de Oscar Cardozo en su programa "Badía y Compañía". Debuté y me fue bien.

--Me dijeron que pediste que añadieran un bandoneón a la orquesta. "quiero que la orquesta tenga un bandoneón", dijiste.

--Sí, ¿qué curioso, no? ¿Por qué un fuelle? No sé. Aunque lo que cantara fuera cubano yo quería un fuelle. Pero además, empecé a inclinarme hacia la música de Buenos Aires. No tango. Litto Nebbia, Fito Páez, Silvina Garré, pero Buenos Aires. Y siempre sentía que ahí faltaba un fuelle.

--Aunque los autores no lo marcaban.

--Claro, no lo marcaban. ¡Pero era música de Buenos Aires, cómo podía faltar un fuelle!.

--¿Y entre toda esa música, no empezó a colarse algún tango?

--Sí, alguno de Eladia Blázquez. Un día alquilé la película Sur de Pino Solanas, lo vi al polaco y quedé... no sé qué palabras usar. Me reía y lloraba.

--¿Qué pensabas?

--Pensaba esta es la verdad, este es el lenguaje de Buenos Aires. Aquí están mi abuelo, mis tíos, las calles, los faroles, la luz y el olor de Buenos Aires. Quedé loca. No hablaba de otra cosa. Un amigo me dice andá a "Homero" y hablá con Marconi.

--¿Qué es "Homero"?

--"Homero" era un café donde te encontrabas con la vieja guardia tanguera, unos tipos divinos de más de 60 que sabían todo sobre tango. Allí fuera de las horas de función me recibe Héctor Marconi. Yo le digo: "No sabía que eras vos el que acompañaba al Polaco en Sur. Mirá a mí ese mundo de la película me rompió la cabeza. Si querés que te diga la verdad, no sé qué vengo a hacer. A ver, a aprender y hasta capaz que a cantar un tango. "Sí, sí, me dice, cantá algo. Quiero oírte". Elegí un tema de Litto Nebbia, lo canté, me escuchó y me dijo: "¡Qué voz interesante que tenés!, ¿por qué no venís los días de semana que hay poca gente?. Así te vas largando". "Bueno", dije yo y pensé "esto me va a servir como la residencia a los médicos". Empecé a ir y a cantar un tanguito o dos. A los 20 días ya me había hecho amiga de Tarantino.

--¿El pianista?

--Sí, el que fue pianista de Piazzolla. Tarantino me decía "Mina, vos con esa voz vas a hacer un desastre". Eso no era importante pero animaba. Y lo más importante era que aprendía muchísimo.

--¿Qué aprendías?

--Aprendía y recuperaba. Recuperaba ese sentido de la palabra, del honor, de la ética, tan perdidos, que los hombres de las generaciones pasadas tenían. No te olvides que yo vengo del rock and roll.

--¿Vos qué edad tenés?

--Digamos que no tengo más de 40 -–dice riendo.

--Si no tenés más de 40 podemos decir, simplemente, que pasaste los 30. ¿Cómo suena?

--Suena bárbaro. Y bueno... en ese ambiente de hombres que eran como mi padre y mayores que mi padre, a mí me trataban como a la piba. Cuidaban de que no escuchara algún chiste que consideraban de tono subido.

--Allí empezó tu historia con Goyeneche, a quien llaman tu padrino.

--Sí, allí empezó ese idilio maravilloso vivido en familia. Un idilio edípico donde entraban su mujer, sus hijos y mis padres. El Polaco tendría hoy, si viviera, la edad de mi padre.

--¿De qué hablabas con él? Recordá alguna charla, cosas que te dijo.

--Nuestras charlas, generalmente en la cocina de su casa, giraban en torno al lenguaje. El era profesor de gramática.

--Idioma español.

--Gramática, gramática. El decía "yo sé gramática".

--¿Y qué te enseñaba?

--Un día me dijo "Vos tenés el derecho de cantar esta poesía porque vos sabés lo que es el silencio. Conocés el valor de los puntos y las comas". Así hablaba él y lo que yo sentía es que hablaba con alguien que sabía lingüística sin haberla estudiado nunca. Yo le decía "Sos un lingüista solapado". Y él:"Lingüista no sé qué es. Lo que yo sé es gramática". A menudo me decía "Vos tenés una cosa con el lenguaje, sabés lo que decís piba. Sabés lo qué decís cuando cantás, y cuando no cantás también, cuando hacés silencio.

--Era un intelectual.

--Era un intelectual de barrio, groso groso.

--El te decía que sabías lo que decías. No creo que solamente se refiriera a entender tus palabras, los conceptos.

--Claro que no. El fraseo que se hace en la música y en el canto en realidad tiene que ver con cómo atravesás la vida del poema.

--¿Te corregía?

--Mirá, un día me dice "¿Te puedo corregir alguna cosa?". "Claro Polaco", le digo yo. Ahí perdió la timidez. Lo que yo te quiero corregir no es lo que está mal, sino lo que a mí me parece que está mal. Un día en Michelangelo él estaba en el camarín y yo sola en el escenario cantando Toda mi vida, el tango que Pichuco le dedicó a Zita. Termino y oigo la voz del Polaco ¡¡Nena!! El tango termina con... "Soy un pasaje de tu vida y nada más" -–dice Adriana cantando--. "Escuchá Nena, dice, no es "un pasaje de tu vida y nada más", es "un pasaje de tu vida. Nada más". La y sobra.

--¿Y vos estabas de acuerdo?

--Sí, creo que la y cambia el sentido de la frase, la cual cobra fuerza cuando la quitás. Esas eran las cosas que me corregía. Nunca una nota. Me corregía palabras. Decía: "No busqués en lo que está escrito por ahí porque está todo mal. Cuando te dispongas a estudiar un tema llamame a mí.

--¿Qué te lleva a elegir un tango?

--Primero, sólo canto lo que me gusta, no me interesa lo que puede pedir un empresario, una grabadora, si no me apasiona no lo hago.

--¿Qué es lo que te atrae tanto en Pascual Contursi?

--El le canta a la mujer con tanta dulzura. Pensá en Ivette. El tipo estuvo en cana por ella. Robó unos aros para ella. Le reprocha cosas pero con dulzura. Contursi ve a la mujer desde otro lugar y le dice cosas maravillosas. Escuchá: "Si hay algo que jamás yo te perdono es que olvidaste aquí con tu abandono, --escuchá bien-- eso tan tuyo, ese algo tuyo, que envuelve todo mi ser". Lo que no le perdona a la mujer es, en definitiva, algo muy lindo. Que lo haya dejado sumergido en su olor, envuelto en su recuerdo. ¿Y en mi noche triste ¿qué es lo que no le perdona? Que con ella desaparecieron aquellos lindos frasquitos adornados con moñitos todos del mismo color. Es de una ternura...

--¿Y Enrique Cadícamo? ¿No grabó contigo varios tangos suyos últimamente?

--Sí, grabó no hace mucho unos inéditos conmigo que compran sobre todo los especialistas. Cadícamo tiene 96 años, quiso dejar estos tangos grabados y me convocó.

--¿Por qué pensás que el rock desconoce la comunicación?

--En el rock no se establece una comunicación entre las personas. Cuando yo canto tango, aunque el salón sea enorme yo puedo sonreírle a un señor que está en primera fila y hacerle un guiño a la piba que está en la octava. Pensá en un espectáculo de rock, pensá en los paradigmáticos Madonna o Michael Jackson. Son figuras perfectas, lejanas, prescindentes, que no necesitan a nadie. Lo que importa en ellos, más que lo que hacen es cómo son. Se trata de figuras que corresponden a la era del vacío. ¿Leíste a Lipowesky?. Y qué son... son como estatuas, productos construidos, donde todo está pesado y medido para causar determinados efectos.

--¿Y no hay también algo que simplemente tiene que ver con el tamaño de los escenarios?

--No, rock y tango son cosas en esencia diferentes. Cuando hicimos con Jaime Ross, hace dos años, el espectáculo en Alcorta y Dorrego había más de 50 mil personas en la calle. Y lo que nosotros dábamos, y ellos recibían, eran imágenes del Buenos Aires real, los viejos almacenes -–que todavía existen aunque nos quieran convencer de lo contrario--, el balcón, la minita que entró a la milonga, el farol y el empedrado. El tango no nos deja olvidar que Buenos Aires, aunque algunos quieran negarlo, es sus

--¿Cuál es para ti la diferencia entre la noche del rock y la del tango?

--La noche del rock es una noche donde domina el rito, un rito que tiene que ver con el fin de siglo y su locura. La noche del tango es menos loca, más respetuosa. Tiene de todo, tiene lo mismo que el rock, pero en dosis. En la noche del tango todo lo que se hace, fuera de lo corriente, se hace con discreción, sin molestar al otro. En el rock -–y mirá que yo soy rockera, te muestran todo--. Y si no tenés ganas de verlo embromate. Y yo hay muchas cosas que no tengo ganas de ver.

--¿Qué podrías no tener ganas de ver?, ¿dos jóvenes haciendo el amor debajo de una mesa, por ejemplo?

--No, no, eso puede ser maravilloso. Me refiero a indignidades tal vez peligrosas.

--¿Cómo qué?

--Qué te voy a decir. Vos sabés. Me refiero a mostrar miserias. Yo tengo miserias, todos tenemos miserias. Pero también tenemos el pudor de no exponerlas. Yo no quiero presenciar suicidios. No quiero ver cómo la gente se mata.

--Te referís a la droga.

Adriana no responde. Termina su café y apaga el cigarrillo.

 

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