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OPINION

Cuenta regresiva

Por Alfredo Zaiat


t.gif (862 bytes)  Eso que todos llaman mercado, que algunos traducen como miles de inversores que no tienen nada en común entre sí salvo que votan todos los días dónde colocar o retirar el dinero, han coincidido en comenzar la cuenta regresiva del gobierno de Menem. No es que los financistas sean ingratos a un presidente que está en retirada ni que quieran despedirlo como a Alfonsín. Lo que sucede es que el menemismo ha iniciado su partida en medio de una fortísima recesión económica, peor a la del Tequila. El resto, las declaraciones folclóricas sobre la deuda externa de Eduardo Duhalde, las versiones de renuncia de Roque o el conflicto generado por la necesidad de fondos para financiar el déficit del PAMI, es irrelevante para entender qué está pasando. En todo caso, sólo sirven como argumentos que hasta suenan serios por parte de analistas de la city para explicar el derrumbe de las cotizaciones.

Los banqueros pueden gritar como gallinas histéricas por la propuesta de Duhalde, pero íntimamente saben que en caso de que el candidato del PJ sea presidente no hará lo que dice. Con la cuota justa de cinismo, están más tranquilos con las contradicciones que expresa el peronismo que con las que manifiesta la Alianza. Ese pensamiento del establishment financiero fue resumido por el presidente de la poderosa Asociación de Bancos de Argentina, Eduardo Escasany, en un reportaje publicado el domingo último en el suplemento económico Cash: "Menem también hablaba de salariazo".

En realidad, lo que ha comenzado a reflejarse en el recinto bursátil es la gravedad de la crisis, que es mucho más que una frase de un candidato. Si fuera solamente la incertidumbre política asociada a toda elección presidencial, sería un sobresalto temporario. Pero las dudas sobre lo que vendrá después de Menem se desarrollan en un escenario económico con una de las peores recesiones de la historia argentina, de una extensión y profundidad que hace recordar con cariño la crisis mexicana. Si eso fuera todo --elecciones más recesión--, los financistas estarían nerviosos, aunque sabrían que sólo es cuestión de tiempo para que el país vuelva a ser atractivo para los inversores.

En definitiva, son esos inversores los que aceptan renovar los vencimientos de deuda o financiar el déficit creciente de las cuentas públicas. Y en ese rubro este gobierno le dejará al próximo una mochila demasiado pesada. El temor no es que se rompa la convertibilidad, de la que han dado muestra de fe los candidatos, sino a que no se pueda cumplir con los abultados compromisos por venir y se corra el riesgo de una cesación de pago. Esto es, en el fondo, lo que hoy está expresando esa abstracción denominada mercado.

 

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