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GASSMAN SE DESPEDIRA DEL TEATRO EN ARGENTINA
Al Colón, Vittorio, al Colón

El actor italiano, que tiene viejos vínculos con la Argentina, anunció que concretará aquí el 9 de setiembre su adiós definitivo al teatro.

Gassman con Mirtha Legrand en su última visita al país, en 1992.
“Increíblemente, soy más popular en Buenos Aires que en Roma.”

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Por Guillermo Piro

t.gif (862 bytes) En un gesto sorprendente y halagador, Vittorio Gassman le dirá adiós al teatro en Buenos Aires, en una actuación en el Teatro Colón, el 9 de setiembre. Después de varios adioses (uno en la ciudad de Palermo, otro en Génova, otro en Roma), Gassman, uno de los más grandes e indiscutibles actores del siglo, asegura que éste será el chau definitivo. Lo hará con un homenaje a Luigi Pirandello (el monólogo El hombre con la flor en la boca), a su adorado Edmund Kean –el actor shakesperiano de comienzos del siglo pasado–, y a William Shakespeare. De ahora en más, sus apariciones teatrales serán intervenciones relámpago, pequeños happenings y lecturas, sobre todo de poesía: “Dejo los grandes textos para dedicarme a una búsqueda de clara impronta senil: ¿o acaso los viejos no tienen el derecho de recorrer nuevos caminos?”, acaba de afirmar en una entrevista aparecida en el diario milanés Corriere della Sera.
Una intervención teatral de despedida nada menos que en el Teatro Colón confirma cierto lazo que une a la metrópoli porteña con el actor italiano. Gassman estuvo por primera vez en Buenos Aires en 1950, cuando fue recibido por Perón y Evita “y los argentinos decidieron adoptarme”, a pesar de la gran ofensa que significó definir al mate como una “auténtica schifezza”. “Me perdonaron, e increíblemente soy más popular en Buenos Aires que en Roma”, dice. Tanto es así que en septiembre el gobierno de Buenos Aires lo declarará ciudadano ilustre.
Pero, naturalmente, no es sólo el amor que le prodigan los porteños lo que lo liga tanto a Buenos Aires: “Me seduce esa capa de misterio y melancolía austral que lo invade todo. Dos grandes literatos, visionarios, ambiguos y mágicos como Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato, sólo podían haber nacido allí. Borges, paradójicamente, decía que en ciertas calles de Buenos Aires incluso se pueden encontrar tigres... Es una ciudad que continuamente le habla al corazón e inspira la fantasía”. Según Gassman, los porteños “son nuestros hermanos: tienen más o menos nuestras mismas pasiones”. En 1992, cuando vino por última vez, fue recibido por el presidente Menem en su quinta de Olivos: al día siguiente River se jugaba una instancia decisiva de la Copa Libertadores con los chilenos Colo-Colo, y la charla se centró casi exclusivamente en el fútbol.
Gassman cree que sus lazos con Buenos Aires encuentran justificación en su historia personal. Tuvo una infancia feliz en Génova, y para él la Boca tiene muchos puntos de contacto con esa ciudad: “La misma carga de misterio, el mismo aroma del mar (sic)”. Gassman encuentra que la gente de Buenos Aires nutre una nostalgia similar a la que él siente por su padre, a quien perdió cuando tenía 14 años: “Creo que comencé a actuar el día de su funeral, mucho antes de comenzar mis estudios en la Academia. Ese papel contenido, casi ausente, fue una actuación trágica improvisada para defenderme del dolor excesivo, un dolor que no hubiera podido dominar de otra forma”.
¿Qué espera Gassman del nuevo e inminente viaje a la Argentina?: “Emocionarme”, responde. “Volver a sentirme rodeado de esa atmósfera extraordinaria. Y también encontrar en algún lado una copia de la película Sombrero, la peor que haya interpretado en toda mi vida. Recuerdo que mi partner era Yvonne de Carlo, y yo hacía el papel de un conde sudamericano enfermo de cáncer que cantaba y tocaba la guitarra al borde de una piscina. Una obra maestra del kitsch más alucinado. Lástima que sea inhallable”. ¿Buenos Aires como una especie de paraíso? Sí, aunque en la iconografía gassmaniana el Paraíso tiene colores un poco más oscuros. De cualquier forma no parece tener ningún interés en comprobarlo directamente. “Si el Paraíso existe”, dice Gassman, “prefiero no ir allí: debe ser terriblemente aburrido. Prefiero el Purgatorio”.
Luego de su despedida en el Colón, cuando vuelva a Italia Vittorio comenzará a filmar con Marco Risi, el hijo de Dino Risi, una película confuertes connotaciones autobiográficas. El personaje se llama Vincenzo y la trama está inspirada en la novela de la que él mismo es autor, de neto título dostoievskiano, Memorie de sottoscala, en la que narra sus experiencias con la depresión.

 

Wim Wenders, un turista

El diario Juventud Rebelde de Cuba acusó al cineasta alemán Wim Wenders de haber concretado una “visión de turista superficial” en su último film Buena Vista Social Club, rodado en La Habana con veteranos de la música cubana. “Buena Vista Social Club transita a bordo de una vieja moto rusa Ural (como si se tratara de un Cristóbal Colón posmoderno) exhibiendo las más desaliñadas calles de La Habana, en una especie de tour apocalíptico”, publicó el órgano oficial de la juventud comunista. Además, reprocha al director alemán que sólo enseñe “edificios destruidos, infinidad de baches, charcos, latones repletos de basura y perros sucios. Esa también es nuestra Habana”, admite el cronista, pero lamenta que Wenders no haya examinado “por qué tanta buena música ha sobrevivido a pesar de posibles incomprensiones y olvidos”. También se pregunta “por qué a tanta buena música cubana le cuesta lo imposible penetrar en el mercado discográfico internacional”. El cineasta, quien nunca había viajado a Cuba, rodó el film en tres semanas, inspirado en el disco Buena Vista Social Club, que recibió un premio Grammy.

 

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