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JUGANDO CON EL TIEMPO
La Fiesta


Por Juan Sasturain
t.gif (862 bytes)  Antes de las cinco de la tarde, cuando íbamos hacia la cancha, en un semáforo, unbu02fo02.jpg (9532 bytes) despistado que vio la caravana y no recordó campeonato ni copa cercana preguntó: ¿Quién juega? Y la respuesta fue de algún modo insólita: Francescoli. Y no le mentían. Tres horas después, cuando de apuro se terminaba el seudopartido entre ovaciones y un enano escurridizo de camiseta blanquirroja convertía con un derechazo a la izquierda del arquero Flores, alguien –libretita de cronista en mano– preguntó: ¿Quién lo hizo, che? Francescoli, le contestaron. Y no le mentían. Las respuestas estaban separadas por pocas horas y algo más de veinticinco años. Los partidos-homenajes suelen provocar esos crono-desfasajes.
Los de ayer fueron múltiples. Como si los retazos del tiempo diseminados en la memoria y en el porvenir se hubieran sometido a un pespunteado rápido que Francescoli realizó cosiendo, haciendo alforzas, arruguitas a la textura futbolera de las últimas décadas. En principio, el Príncipe -que sus fervorosos súbditos quisieron rey– tomó posesión del partido y enarboló el bastón de mando administrando, más allá del decorativo Angel Sánchez (nunca más ángel que ayer) el comienzo y el final.
Primero, por las suyas, borgeanamente, se puso a las espaldas la historia, se inventó un antecedente llamado Walter Gómez (“la gente ya no come por...”) y se lo metió en la cancha a dar el puntapié inicial del partido final. Allí hizo sentir el peso de una geneología racial de sutiles orientales que nace en el ladero de Labruna en los cincuenta y muere seguramente en él: una raza real de dos. Con eso empezó, poniendo en antecedentes a la multitud de cuáles eran sus deseos en el momento de hacer leyenda, cómo quería ser leído.
Después, también por las suyas, se puso por delante la historia multiplicada en otros dos nueves con su apellido y en calidad de supernumerarios los hizo tocar hasta el gol que le puso el moño al partido y a la fiesta para que fuera también para ellos dos inolvidable.
Y no sólo eso hizo Francescoli con el tiempo, el dueño de la pelota y de las emociones el día de su apoteosis. Lo más lindo que hizo fue jugar todo el tiempo y juntar jugadores de medio tiempo a su alrededor, mitades hechas a su semejanza: Saviola y Aimar (17 más 19) ni siquiera suman los años del repartidor de talento y de recuerdos y de modelos. La hora y media corta en que jugaron todos juntos más Salas tiene mucho de sueño del pibe y del veterano. Amontonar talentos y sintonías en un mismo terreno y con una misma camiseta con un mismo objetivo futbolero de llegar al gol con ternura.
Lo último que hizo Francescoli ayer con el tiempo fue volverlo reversible. Fue un lugar común escuchar la reflexión gardeliana de que cada vez juega (jugará) mejor; fue otro lugar común decir que podría seguir casi casi el tiempo que quisiera, más allá de facilidades que tuvo y no tendría. Pero fue incluso más lejos. El “no se va” volvió una y otra vez desde las tribunas colmadísimas y no significó presión –ya no tiene sentido– sino pasión ratificada de permanencia y continuidad: Francescoli significó ayer en River la ratificación de una manera de ser y de entender el fútbol con la que la multitud no quiere perder contacto.
Fue evidente que la fiesta iba mucho más allá del pretexto de despedida: fue un sano, saludable motivo para juntarse, y no es casual la repercusión extraordinaria que la convocatoria tuvo. No faltó nadie porque el fútbol entendido como Francescoli lo ha practicado es natural, culturalmente inclusivo: es lo que todos quieren ver y jugar. Y River (la multitud, la institución) pudo ayer sentir que ese jugador emblemático, ese extraño ídolo del bajo perfil y la alta calidad de fútbol y de vida, es un patrimonio simbólico demasiado grande y raro como para dejarlo ir sin luces ni gestos de enfática admiración. Y River hizo lo que correspondía.

 

LA CANCION

La siguiente es la letra de la canción "Inmenzo", que el cantautor Ignacio Copani le dedicó a Enzo Francescoli.

Enzo lleva su fantástica figura,
recorriendo con honor el mundo entero.
Sangre azul tendrá este noble caballero,
pero es blanca y colorada su armadura.
Enzo lleva su talento como lanza,
sin usar la fuerza bruta ni el temor,
sin embargo retrocede el invasor
derrotado, cuando el príncipe avanza.
Es tan grande que si debo hablar del Enzo,
los laureles, los elogios... quedan chicos,
la palabra de alabanza se hace añicos,
es Francescoli tan grande que ahora pienso
que su nombre debería ser Inmenzo.
Pues de gloria me hizo inmensamente rico.
Es inmenzo cuando frena, cuando engancha.
Es inmenzo por su eterna habilidad
y es gigante por el don de su humildad
tanto dentro como fuera de la cancha.
Y es inmenzo el amor que tanta gente
le profesa al oriental más argentino,
al botija que con casi nada vino
y hoy se va siendo el campeón del Siglo XX.
Quiero verte una vez más, querido Enzo,
por la risa que hasta en sueños multiplico,
por el canto y la alegría de los chicos
con su príncipe surcando el universo.
Quiero verte una vez más, querido inmenzo.
Quiero verte una vez más... te lo suplico.


DENTRO Y FUERA DE LA CANCHA
El Hombre

Por Carlos Stroker
T.gif (862 bytes) Cuando llegó por primera vez a River, algunos de sus colegas de aquella época recuerdan que era tímido, aunque con el paso del tiempo fue cambiando esa postura. Eso sí, afuera de una cancha y de un vestuario, siempre se mostró igual. Correcto, respetuoso, amable y --sobre todo-- para sus colegas siempre mantuvo en alto el famoso código del fútbol. Pero a lo largo de su carrera, sobre todo sus compañeros en River y en la selección uruguaya, rescatan su personalidad, su talento, su entrega, pero también su otra cara, la del enojado o la del virtuoso que se quejaba por no recibir la pelota.

[FrontPage Image Map Component]Cuando a la selección uruguaya la conducía Luis Cubilla, allá por las eliminatorias de 1993, con miras al mundial de Estados Unidos '94, los problemas se hicieron notar. Francescoli se encontraba en el fútbol italiano, pero no era el único. El entrenador había convocado a lo que en Uruguay llamaron la "Legión Extranjera", integrada por Francescoli, Rubén Sosa, Daniel Fonseca y otros. Para uno de los partidos, algunos jugadores, entre ellos Francescoli, habían tenido alguno choques con el entrenador y decidieron no jugar con la camiseta celeste hasta la renuncia de Cubilla. Muchos hinchas uruguayos no perdonaron esa postura. Es que en realidad esos jugadores querían a un entrenador con el que se identificaran, como Oscar Tabárez.

Francescoli era uno de los que explicaba públicamente la posición y en la intimidad era también el que más fuerza hizo para que Cubilla dejara el cargo. Uruguay no fue a Estados Unidos, pero había que jugar la Copa América de Uruguay en 1995. La Asociación Uruguaya de Fútbol designó a Héctor Núñez y Francescoli y el resto de los rebeldes regresaron a ponerse la camiseta de su selección. No sólo eso: ganaron la Copa en una final frente a Brasil. Francescoli reconoce en la intimidad que le quedó una deuda pendiente con la selección de su país y quizá la pague si en el día de mañana se decide a ser entrenador.

Enzo sabe que en algún momento será director técnico de River. Es más, algunos dirigentes oficialistas ya habrían hablado con el uruguayo para que sea el técnico antes de llevarse a cabo las próximas elecciones. Lo ven como una carta de triunfo y ayer quedó en claro que sigue siendo el ídolo que los hinchas de River no van a olvidar. Pero son los mismos dirigentes que piensan en ese futuro que recuerdan que a Francescoli no le gustaría dirigir a un jugador que haya compartido el vestuario con él. "Enzo dice que si hay algún ex compañero suyo, puede haber problemas de confianza y prefiere que no lo conozcan." Por eso piensan en el 2001, año de elecciones.

Claro que su vuelta puede estar con el regreso de algún jugador como Ariel Ortega o Marcelo Salas. "Es distinto", recordó otro dirigente. Es verdad, porque Francescoli es como un ídolo para ellos. Algunos recuerdan que Francescoli, el día que jugó por primera vez con el chileno, lo agarró en el vestuario y le dio muchos consejos. Sobre todo le quitó presión y lo tranquilizó. Adentro de la cancha, Salas hizo una jugada individual. Francescoli lo miró y le dijo: "Todo bien, pero dame la pelota". También recuerdan que mantuvo muy poco contacto con Ramón Díaz y que su retiro hace más un año se debió al fastidio que tenía porque el riojano seguía en su puesto.

Francescoli, ahora empresario, también pasó varias veces como columnista de programas deportivos. En una oportunidad, cuando ya estaba retirado del fútbol profesional, debía ir para hablar de River. Se negó, ya que había un periodista con el que no quería discutir y avisó que no lo hacía por ese motivo. También recuerdan las distancias que mantuvo al principio con Sergio Berti o Eduardo Berizzo. Pero con el correr del tiempo, con el primero las distancias se acortaron, a tal punto que lo invitó para la fiesta de su despedida. Con el segundo no tanto, aunque el trato siempre fue de respeto. Así es Francescoli. Un ídolo, un talentoso que mostró su forma de ser afuera de los límites del campo de juego, aunque al hincha de River sólo le interesó lo que hacía adentro de ella. Y ahí no tuvo contra.

LOS NUMEROS

t.gif (862 bytes) Enzo Francescoli desparramó su talento futbolístico por seis clubes diferentes: Wanderers de Uruguay, River, Racing Matra y Olympique de Marsella de Francia, Cagliari y Torino de Italia, además de integrar la selección de su país. En River, el ex jugador marcó 134 goles en 231 partidos oficiales de AFA, y copas organizadas por la Confederación Sudamericano de Fútbol (CSF). Luego convirtió 20 tantos (74 partidos) en Wanderers, 32 (89) en Racing Matra, 11 (28) en Olympique de Marsella, 17 (98) en Cagliari, 3 (24) en Torino, y 17 (68) con la camiseta de Uruguay. En la entidad de Núñez debutó el 24 de abril de 1983 ante Huracán (River venció 1-0), pero su primer gol en Argentina lo convirtió tres días después, al convertir de penal el gol con que River le ganó a Ferro por 1-0; el arquero de Ferro ese día fue Eduardo Basigalup. En tanto, el último gol que convirtió fue el 14 de diciembre de 1997, a Leonardo Díaz, en el triunfo de River por 2-1 ante Colón, una semana antes de jugar el que sería su último partido, ante Argentinos, en el estadio de Vélez.



EL PARTIDO

4 RIVER: Bonano; Hernán Díaz, Ayala, Yepes, Altamirano; Monserrat, Astrada, Villalba, Aimar; Enzo Francescoli, Salas. DT: Ramón Díaz.

0 PEÑAROL: Flores; Cafú, Bizera, Rodríguez, Lima; Romero, Pacheco, Bengoechea, Cedrés; Aguilera, Pandiani. DT: Julio Ribas.

Estadio: River. Arbitro: Angel Sánchez. Goles: 41m. Salas (R); 57m, y 65m. Enzo Francescoli (R), ambos de penal; 90m, Bruno Francescoli (R).Cambios: En el primer tiempo Saviola por Villalba y Sorín por Altamirano (R). Cancela por Aguilera y Aguirregaray por Lima (P). En el segundo tiempo Lombardi por Hernán Díaz, Escudero por Monserrat, Angel por Aimar, Costanzo por Bonano, Gancedo por Salas (R), Bruno y Marco Francescoli. Rotundo por Bengoechea, Serafín García por Pacheco, Franco por Pandiani y Lima por Cedrés (P).

ron2.gif (93 bytes) Luego de un centro de Sorín, Francescoli se tiró en palomita y cabeceó de pique. Flores tapó a medias, pero Salas definió entrando por el segundo palo.
ron2.gif (93 bytes) Primer penal de Enzo. Bizera lo empujó al entrar área. Francescoli le pegó fuerte, arriba, al palo derecho de Flores que se tiró a ese lado pero no llegó.
ron2.gif (93 bytes) Segundo penal. Lo bajaron a Saviola. El uruguayo le pegó suave a la izquierda de Flores, que se arrojó al otro sector.
ron2.gif (93 bytes) Sobre el final entraron los dos hijos de Francescoli. Luego de un pase de Enzo, los chicos combinaron y el mayor marcó el gol de derecha. Fue la última imagen del partido.


LA ANECDOTA

t.gif (862 bytes) "Enzo Francescoli fue, además de un notable futbolista, un hombre muy respetado en el ambiente por su excelente comportamiento y su discreción y austeridad pese a ser uno de los jugadores más famosos de Argentina. Impresionaba su manera de jugar, pero también su equilibrio y la sencillez con la que abordó la histeria que rodea al fútbol, esa que muchas veces devora talentos y humildades.

Resultaba común observar durante los últimos años de su carrera cómo sus adversarios de turno le pedían su camiseta para guardarla como un preciado recuerdo o por lo menos se acercaban a él para saludarlo. Pero pocas veces se lo vio tan exaltado a Francescoli como aquella tarde de 1995, ocasión en la que River jugó con Gimnasia y Esgrima La Plata en el estadio Monumenta (1-1). Claro, debió vérselas nada más y nada menos que con Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, dos talentosos jugadores, tan hábiles para gambetear como para cargar y hacer calentar a los rivales, dos petardos fogueados en infinidad de picados, en los que se aprende a moldear recursos técnicos y orales, eso que, para jugar al truco, por ejemplo, son muy valorados.

Algunos meses después del partido en cuestión, Alberto Márcico, verdadero compinche de los mellizos en Gimnasia, dio detalles del diálogo que desató la ira del uruguayo.

--Che, ¿por qué no te comprás una sotana? --lo cargó Gustavo después de meterle un caño.

--Callate, que yo tengo dos palos --respondió Francescoli cansado de tantas provocaciones, haciendo referencia a la plata que había ganado en su carrera.

--Está bien --replicó el mellizo--, lástima que con esos dos palos no podés cambiarte la cara de sapo que tenés."

(La historia está incluida en el libro Las anécdotas del fútbol. La viruta, del periodista Enrique Escande, con la colaboración de Diego Borinsky y Carlos Werd. El libro, editado por Planeta, se presentará la semana próxima.)


LAS VOCES

t.gif (862 bytes) El presidente Carlos Menem afirmó ayer que el homenaje realizado al ex futbolista uruguayo Enzo Francescoli fue "una fiesta impresionante", que le hizo recordar a la despedida de Norberto Alonso, otro de los grandes ídolos que tuvo la entidad de Núñez. Además, antes de retirarse del estadio Monumental, Menem calificó a Francescoli como "un jugador excepcional. El hizo vivir jornadas maravillosas a todos los hinchas de River". El jefe de Estado también recordó que el gol de chilena que le marcó al seleccionado polaco en Mar del Plata, lo tiene "muy guardado. Esa es una de las mejores sensaciones que tengo en mi memoria". Y agregó: "Este es un día para disfrutar y para aplaudir a un ser magnífico y, fundamentalmente, a un gran padre de familia".

bu02fo10.jpg (12411 bytes)Por su parte, el último capitán de la Selección Argentina en la Copa América de Paraguay, el defensor Roberto Ayala, expresó que la alegría que le provocó participar de la fiesta de despedida de Francescoli lo reconforta "de la tristeza que dejó la frustrante participación del equipo argentino en Paraguay". El defensor del Milan de Italia también destacó que Francescoli "fue uno de los mejores compañeros que tuve en el fútbol. Es un tipo sensacional, de una gran calidez y de una lealtad inquebrantable". A su vez, el director técnico de Uruguay, Daniel Passarella, quien se ubicó en uno de los palcos vip del estadio, resaltó que la fiesta "fue muy hermosa y emotiva, Enzo se merecía algo así. Quedó demostrado que tiene un físico privilegiado, debe tener uno o dos kilos de más".

Ernesto Francescoli, padre del ex jugador, señaló que su hijo "ha tenido el privilegio de nacer con el don de Dios y de la naturaleza. Estoy orgulloso de la carrera que ha construido. Todo lo que consiguió lo obtuvo con mucho esfuerzo y sacrificio. Yo lo amo y lo admiro como hincha del fútbol, le deseo lo mejor de acá en adelante".

En el día del final, Francescoli recibió una plaqueta de Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) como "reconocimiento a su trayectoria y por su contribución en las causas gremiales", según puntualizó Sergio Marchi, secretario general del sindicato.

 

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