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No es un cuadro muy alentador para los delegados norteamericanos de la misión de Pickering, quienes tienen la tarea de estudiar el
estado del proceso de paz y de la lucha antinarcóticos en Colombia, para recomendar el
curso futuro de la política de Washington. Los miembros de la delegación no hicieron
declaraciones ayer, pero las autoridades de Estados Unidos y Colombia coincidieron en
afirmar que su arribo no es el preludio a una intervención militar. El canciller
colombiano Guillermo Fernández de Soto aseguró que no se considerará ni mucho
menos una solución militar norteamericana. Aun en el caso de que Estados Unidos no se involucre oficialmente en la lucha contrainsurgente, la posición de Venezuela, hasta ahora contraria a la intervención militar extranjera en Colombia, es incierta luego del secuestro del avión venezolano. Las FARC entregaron ayer en un puesto fronterizo a ocho de los pasajeros, y antes habían permitido que los dos pilotos volaran a la aeronave de vuelta a Venezuela. Las FARC afirman que los responsables del secuestro eran venezolanos disconformes con el gobierno de Chávez, que huyeron cuando las FARC encontraron el avión. Pero el gobierno venezolano no le cree a la guerrilla. Su embajador en Bogotá, Fernando Gerbasi, calificó la explicación de peregrina. El Ejército colombiano anunció que poseía una grabación de una conversación entre dos altos dirigentes de las FARC, que probaría que algunos de sus miembros secuestraron al avión por error. Uno de los pilotos declaró que los secuestradores no huyeron de los guerrilleros, como alegaron las FARC, sino que se unieron a ellos, y que tenían acentos colombianos. La Cancillería venezolana había advertido que podría alterar su neutralidad si se probaba la autoría de la guerrilla. Sin embargo, el presidente Hugo Chávez consideró ayer la posibilidad de que el secuestro fuera cometido por el hampa. Chávez se reservó por otra parte el derecho de negociar con la guerrilla al margen de los deseos del gobierno colombiano.
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