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OPINION
La pasión vuelta locura
Por Pablo Vignone

En el delgado límite, filoso como una yilé, que separa la pasión de la locura, viven desde hace un año los hinchas de Racing. Y esa frontera lacerante cultiva equívocos colectivos como la de ayer. Se sienten mandatados, con la omnipotencia sentimental que da ser fanático, para impedir la desaparición física de Racing. Pero ese mandato, parece, permite el uso de una panoplia indiscriminada de recursos, como por ejemplo martillar a piedrazos al martillero.
La gente común no cree en la Justicia, se sabe; lo que no está tan claro, parece, es qué va primero en esta versión futbolera del huevo y la gallina: si la gente de Racing se opone a la decisión del juez Gorostegui (también hincha de la Academia) porque no confía en la Justicia; o si son estos actos linderos con la barbarie, que obstaculizan indebidamente el funcionamiento de una institución, los que impiden depositar una moneda en ella. Porque los 34 palos de deuda de Racing están comprobados –aunque a los hinchas les duela en el alma– y porque los intereses de los deudores también deben ser respetados. Aunque el remate de la sede de Villa del Parque partiera de una base de apenas el 10 por ciento de esa deuda.
Más bien tarde, parece, Gorostegui está cumpliendo con el mandato de su investidura, tan opuesta al sentimiento de los otros hinchas de Racing. Cambiemos las leyes, si no nos gustan, cambiemos los códigos, ejerzamos todos los derechos de una sociedad democrática para torcer voluntades adversas. Pero esto de martillar a piedrazos al martillero (algo así como ajusticiar al mensajero, algo así como resistir en la trinchera) al grito de dale campeón, es más propiedad de la locura que de la pasión. Y son más de diez los que terminan cortados.

 

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