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Por miedo a una explosión, vecinos de Palermo lograron frenar una obra

Una nueva estación de servicio empezó a erigirse en Uriarte y Darragueira, el lugar donde cinco años atrás filtraciones de hidrocarburos hicieron explotar la baulera de un edificio. Los vecinos hicieron múltiples reclamos. Ahora la obra está clausurada.

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t.gif (862 bytes)  “Es como mirar las florcitas de una tumba”, dicen los vecinos de Palermo Viejo. Están inquietos. Miran la obra: una nueva estación de servicio se levanta en Uriarte y Darragueira. Allí, hace cinco años, las filtraciones de hidrocarburos de una estación Shell provocaron la explosión de la baulera de un edificio, que debió ser evacuado: los vecinos sólo pudieron volver dos años después. Desde hace un par de meses, las bolsas de cemento y de arena y el trabajo lento pero constante de los obreros desvelan a los vecinos: “Tenemos terror, no podemos vivir con el corazón en la boca”. Temen que un descuido de la empresa concesionaria provoque una nueva explosión. Y aunque piden seguridad y mayores controles, desconfían. “Las petroleras son muy poderosas. Por eso la mejor manera de acabar con la rabia es matando al perro: no queremos estación de servicio”, apunta Emilio López Pomar, uno de los damnificados frente a la llamativa muralla doble que oculta la estación reciclada. El 12 de agosto, el Gobierno de la Ciudad intimó a la empresa a paralizar las obras “hasta que se demuestre fehacientemente el resultado de los trabajos de remediación” de las tierras. Y ante la falta de respuesta, la semana pasada llegó la clausura. Claudio Marafuchi atiende su verdulería en Uriarte 1980, junto a la estación. Se acerca con un frasco de tierra. Y apenas lo destapa, un intenso olor a hidrocarburo inunda el aire. “Esto lo juntamos hace unos quince días y lo llevamos al Centro de Gestión, al ombudsman, a todos lados. No hay que hacer ningún análisis para darse cuenta de que la tierra sigue contaminada”, señala. En estos meses, los frasquitos golpearon todas las puertas posibles. “Un funcionario me dijo ‘si no les gusta váyanse’. ¿Qué respuesta es ésa? No, no podemos irnos nosotros, ¡se va a ir todo el barrio al campo para que se quede la estación de servicio!”, se enoja López Pomar, damnificado directo de la explosión.
Para los vecinos de la cuestionada estación respirar combustible era cosa diaria. “Deben estar cargando en la Shell”, respondían a quien, ajeno al microclima de la manzana, preguntaba por semejante aroma. Incluso el 24 de enero del 1994, un día previo al estallido, pensaban que algún desprevenido se había olvidado un bidón con combustible en la baulera del edificio de Darragueira 2008. La madrugada del 25, la duda quedó saldada: el arranque de la bomba de agua desató la explosión y voló un departamento del edificio. La estación quedó intacta, pero fue clausurada de inmediato. Los festejos de fines del ‘98 trajeron de regalo la nueva obra. “En enero empezaron a trabajar y nos empezamos a inquietar porque las obras avanzaban. Habían puesto cuatro tanques muy importantes. Empezaron a tirar paredes, todo a puertas cerradas”, señala María Agustina Chaneton, que un par de meses después de la explosión vio cómo el suelo de su cochera se levantaba 20 centímetros y un fuerte olor a combustible se instalaba para siempre en su casa, ubicada a 20 metros de la estación. “El tema de fondo es que acá hay suelos contaminados y no se hizo gran cosa”, apunta Daniel Pechman, arquitecto asesor de la Defensoría del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires. En su momento, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y los técnicos de ex Inspección General de la Municipalidad comprobaron que las napas de la zona estaban contaminadas por hidrocarburo proveniente de la ex Shell, a manos de la concesionaria RJSRL. Ahora, la estación ya no pertenece a la empresa Shell, es “bandera blanca”: no tiene contrato con ninguna petrolera. Pero la preocupación de los vecinos es la misma. “A nosotros nos dicen que la zona ya perdió valor explosivo, pero el peligro es que, en caso de una nueva pérdida, la tierra contaminada no tiene poder absorbente”, apunta López Pomar.
Consultado por Página/12, Enrique García Espill, secretario de Planeamiento Urbano de la ciudad, informó que “los propietarios presentaron una consulta, que es el primer trámite para reconstruir la estación. Pero la empresa empezó a trabajar sin permiso”. El acta de la Dirección de Fiscalización de Obras y Catastro, del 12 de agosto, dice: “Se intima a la paralización de la obra hasta que se presente un informe que demuestre fehacientemente el resultado de los trabajos de remediaciónen el terreno provocados por el derramamiento de combustible”. Seis días más tarde fue clausurada. Desde entonces, los vecinos volvieron a respirar, pero no demasiado profundo. “Hemos visto regatear tanto el control y la seguridad que nos hace sospechar: no sabemos si vienen y los acomodan..., nosotros no podemos vivir con el corazón en la boca”, se quejan.

Producción: Sonia Santoro

 

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