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ENTRE 1993 Y 1999 FUGARON CAPITALES POR MAS DE 140.000 MILLONES DE DOLARES
Boris Yeltsin y sus “buenos muchachos”

En medio de un clima de fin de régimen, la corrupción de Boris Yeltsin y de sus enemigos empieza a levantar la tapa de una red mafiosa de extremo poder y recursos que salpica a casi todo el mundo.

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Izquierda: Yeltsin con Baghjet Pascolli, empresario del escándalo.
Derecha, Tatiana Diatchenko, hija y factótum del presidente.

Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro Desde París

t.gif (862 bytes) Los ecos de lo que la prensa internacional llama el “Russiagate” sacuden desde hace varios días las capitales europeas con el descubrimiento .provocado-. de varias cuentas bancarias en Suiza con tarjetas de crédito a nombre de Boris Yeltsin y sus dos hijas Tatiana Diatchenko y Elena Okulova. No se trata de una mera cuenta personal sino de un conjunto de cuentas bancarias abiertas en un banco de Lugano cuyo “propietario” es una empresa de Massagno que pertenece a la ex mujer de un antiguo banquero que hoy forma parte de la empresa Mabetex, la principal “heredera” de los grandes contratos del ramo de la construcción y otros sectores encargados por el Kremlin. Según confirmó a Página/12 el fiscal suizo Jacques Durcy, la aparición del nombre de Boris Yeltsin en persona no es un rumor sino una realidad que se cifra en un “empleo modesto pero concreto de tarjetas American Express”.
Las repercusiones del escándalo son tanto más profundas cuanto que, en primer lugar, se suman a las revelaciones hechas el fin de semana pasado por la prensa norteamericana sobre el “blanqueo” del dinero proveniente del FMI en bancos norteamericanos -.200 millones de dólares según el Wall Street Journal–; y en segundo lugar porque la existencia de fondos negros colocados en Suiza confirma la persistencia de una red mafiosa ligada al clan del presidente que, según fuentes suizas y francesas, entre 1993 y 1999 organizó una fuga de capitales de 140.000 millones de dólares manejada por ex miembros del KGB y la oligarquía de la administración yeltsiniana. En tercero y último lugar está el tema de la misma legislación rusa, que prohíbe que un presidente tenga cuentas abiertas en el extranjero a su propio nombre. Jacques Durcy dio también crédito a las informaciones que circulan desde el principio de la semana y según las cuales no sólo Yeltsin y sus hijas tenían tarjetas de crédito sino, además, muchos dignatarios del poder ruso. El caso se complica aún más cuando se sabe el origen del descubrimiento. La Justicia suiza, concretamente Carla del Ponte, la fiscal general de la Confederación Helvética y hoy fiscal del Tribunal Penal Internacional de La Haya para los crímenes cometidos en Ruanda y en la ex Yugoslavia, abrió el año pasado una investigación oficial sobre delitos de corrupción que implican a miembros del Kremlin. Es precisamente en el seno de esa investigación que los nombres del presidente y de personajes de su clan aparecieron por primera vez a mediados de esta semana. Dicho trabajo judicial no está exento de intenciones políticas ya que fue el mismo Kremlin el que solicitó a Suiza que husmeara por ese camino.
Varias fuentes judiciales de la Confederación destacan que esas informaciones circulan hoy a la luz pública porque “algunas manos del Kremlin entregaron los papeles a la prensa” en el marco de la ardua lucha por el poder en que está sumida la dirigencia rusa de cara a las próximas elecciones y, sobre todo, a la sucesión de Yeltsin. Abuso de poder, fraude, desvío de fondos, son algunos de los cargos que se manejan hoy. Los nombres que aparecen detrás concentran a las personalidades más cercanas a Yeltsin, particularmente Pavel Borodin, la eminencia gris del Kremlin y gerente del poderoso Departamento de Asuntos Económicos de la administración presidencial.
Pero el nido de la corrupción se sitúa en torno de la empresa Mabetex y su director, Baghjet Pascolli. Esa sociedad ganó la licitación para la renovación del Kremlin y es esa misma empresa la que habría emitido las tarjetas de crédito a nombre de Yeltsin y sus buenos amigos como Pavel Borodin. Este protegido personaje del mandatario ruso usó la tarjeta porun valor de 60.000 dólares, poco comparado con el millón de dólares que Mabetex pagó a Yeltsin y que figura con todas las letras en los libros de contabilidad de la empresa. Los suizos alegan, sin embargo, que esas investigaciones no pueden tener consecuencias penales para los interesados ya que “la corrupción de los funcionarios extranjeros no constituye un delito en la jurisprudencia helvética”. Sin embargo, al igual que en EE. UU., lo que sale al desnudo es el trabajo colosal que realizó la mafia rusa bajo la administración de Yeltsin. Por esta razón los suizos bloquearon muchas de esas cuentas. Entre ellas figura la del director de la compañía aérea Aeroflot, Valeri Okulov, el mismísimo cuñado de Yeltsin. Las redes se extienden aun hacia nombres como el de Oleg Soskovets, ex viceprimer ministro ruso con cuenta abierta en Suiza. La Confederación Helvética lleva a cabo dos investigaciones paralelas: una en Lugano y todo el Tessino –que concierne a la empresa Mabetex, a Yeltsin, a sus dos hijas y a una docena de dignatarios allegados al círculo presidencial– y otra a nivel nacional dirigida por Daniel Devaud que atañe al conjunto de las cuentas abiertas en Suiza por miembros de la mafia rusa. Si el caso de las tarjetas American Express a nombre de Boris Yeltsin puede resultar al final anecdótico, el de las cuentas de la mafia lo es menos ya que en este contexto se prende una dimensión política internacional debido a las sumas en juego -.más de la deuda argentina-., su origen, corrupción y préstamos del Fondo Monetario Internacional y los circuitos de lavado de dinero. En Francia trascendió que fueron tanto los servicios especiales de Gran Bretaña y de París los que advirtieron primero el vals de los millones: 10 millones de dólares que luego fueron “recalculados” en 140 mil millones. Además de los bancos suizos, las otras instituciones financieras implicadas son de talla y renombre mundial como es el caso del Bank of New York. Con cuenta abierta en ese banco, la empresa rusa Benex, ligada al mafioso ucraniano Semion Muguilevitch y dirigida por Peter Benex. Un total de ocho empresas pantalla participaron desde 1993 en la fuga de capitales más colosal de la historia. Esta representa nada menos que el 40 por ciento del presupuesto nacional de Rusia. La guerra entre el alcalde de Moscú, Yuri Luzkhov, y otra de las eminencias del Kremlin, Boris Berezovski, explicaría une buena parte de estas repentinas y detalladas revelaciones.
Según los analistas franceses, el Kremlin hace todo lo posible para minar la alianza política de Luzkhov con el ex primer ministro ruso Evgueni Primakov. Unos y otros se acusan mutuamente no sólo de ser los mafiosos sino de haber “entregado al mundo una falsa verdad”. Así, el clan de Yeltsin asegura que el intendente de Moscú está íntimamente ligado al mafioso ucraniano Semion Muguilevitch, implicado en el escándalo del lavado de fondos del Kremlin a través de la empresa pantalla AFK Systema, curiosamente creada por el mismo Luzkhov. Pero el intendente de Moscú cambia la dirección del dedo y acusa al Yeltsin de ser un íntimo de Semion Muguilevitch por medio de Boris Berezovski y de su nuevo aliado en la lucha por el poder, Lev Tchernoï, uno de los reyes del aluminio ruso. Según Luzkhov, este personaje habría montado varias empresas en Suiza para sacar fondos del país.
Expertos franceses en montajes financieros estiman que la enormidad de las sumas en juego deja pocas dudas sobre la existencia de una suerte de “mafia planetaria que va desde la Cosa Nostra hasta la mafia rusa”, cuyo trabajo consistió durante muchos años en vaciar de fondos al país. Los nombres citados bastan como prueba. El de Semion Muguilevitch resulta el más transparente: naturalizado israelí, este personaje dirige una de las mafias más poderosas de la ex URSS.

 

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