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"No defiendo la violencia, pero tampoco soy un tonto"

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Carlos Santana, el músico mexicano que triunfó en Woodstock hace 30 años, explica por qué defiende la causa del subcomandante y da su visión sobre el boom latino que azota a Estados Unidos.


Por Fernando D'Addario
t.gif (862 bytes)  Mexicano hijo de mariachis, héroe de Woodstock, protagonista de todos los excesos que rodean al rock y luego apologista de sus redenciones, Carlos Santana tiene para aportarle a la historia de la música algo más que su leyenda. Podría arrogarse el mérito de haber introducido en el mercado norteamericano conceptos musicales que sus hermanos latinoamericanos recién incorporaron veinte años después. Café Tacuba y Los Fabulosos Cadillacs (por citar a dos grupos a los que Santana dice conocer "pero no en profundidad") pueden corroborarlo. Supernatural, su nuevo CD, rubrica un estilo ya inconfundible (el del rock y el blues pasado por el tamiz de la música afrolatina) con la presencia de invitados ilustres y acordes a esta mixtura. Así, conviven Maná, los Dust Brothers, Eric Clapton, Lauryn Hill y Dave Matthews, entre otros, todos ellos embarcados en una suerte de homenaje tácito a la guitarra de magia negra que Santana toca como nadie. Mientras tanto, el guitarrista y compositor es testigo lúcido (con una mezcla de estupor y esperanza), de un fenómeno que excede el ghetto rockero: la avalancha latina en los Estados Unidos. A Santana parece interesarle el tema, cuando Página/12 se lo plantea en una entrevista telefónica. "¿El boom latino? En realidad se comete un error cuando se habla de lo latino. Lo que en Estados Unidos no entienden es que tanto Ricky Martin, como Gloria Estefan, Jennifer López y también lo que hago yo, por más que se le agreguen ingredientes, no es más que música africana hecha por gente que vive en Latinoamérica, en California, en Miami o en Nueva York. Todo viene de Africa. Lo que vive Estados Unidos, desde hace muchísimos años, es una lenta invasión de lo africano, en diferentes vertientes. Y lo que se está recogiendo ahora es fruto también del trabajo de gente de hace mucho tiempo, como Richie Valens, Mongo Santamaría, y también Piazzolla, por qué no, aunque parezca que no tiene nada que ver".

--¿Este asalto de lo latino al mercado del espectáculo está acompañado por un avance en el terreno social?

--Eso todavía no se puede establecer. Pero es como decir "ey, que acá estamos...". Era hora de que nos dieran un poco de luz a los latinos.

--Usted siempre tuvo su lugar dentro de los Estados Unidos. ¿O no fue tan así?

--No me puedo quejar, porque nunca me sentí discriminado, ni me hicieron sentir inferior. Yo también di mucho de mi parte para que eso ocurriera, pero soy consciente de que muchos otros latinos han sufrido y siguen sufriendo. Ese decir "acá estamos..." es también hacer ver que el estereotipo que han inventado de nosotros es injusto. Durante mucho tiempo, el hombre latino siempre fue representado, a través de películas, revistas, programas televisivos, como vendedor de drogas, alcóholico, golpeador y las mujeres sólo aparecían como putas. Y bueno, parece que tenemos otras cosas para ofrecer. Creo que si existe una evolución y una maduración, lo social tendrá que cambiar también y entonces no pasará más lo que ocurre ahora: en California se gastan 4500 dólares en educación para "negros e hispanos". En el mismo estado se gastan 35 mil en las cárceles que están atestadas de negros e hispanos. El día que se inviertan esas cifras, vamos a estar mejor.

--¿Qué diferencia hay entre lo que atraía de Santana en los 60 y lo que provoca Ricky Martin hoy en el público norteamericano?

--A los norteamericanos siempre les atrajo "lo latino", pero ahora están perdiendo la vergüenza. Hay un sex-appeal latino, y los americanos están cansados de comer siempre la misma comida. Quieren ponerle un poco más de especias a su vida. Necesitan un poco más de chile, de picante. Sólo tienes que ver a una americana bailando salsa y lo descubrirás.

--¿Eso no es también un prejuicio? Decir que el valor de los latinos radica en su sensualidad suena como el slogan "los negros tienen ritmo...", y usted siempre se ha caracterizado por una búsqueda espiritual diferente.

--Es que la sensualidad y lo espiritual van juntos. Es imposible cualquier búsqueda espiritual que no pase, en algún momento, por el cuerpo, por el sexo, por el amor... Mira sino, cuando en la relación amorosa la mujer está llegando a ese momento, ¿qué dice? "Oh my god..." (risas).

--Recién decía que en Estados Unidos nunca lo discriminaron. Pero ¿cómo reaccionó el rock americano frente a temas como "Mujer de magia negra" o "Samba pa'ti"?

--A nosotros ya nos conocían desde antes de Woodstock, porque abrimos muchas veces para Janis Joplin, Chicago, los Rolling Stones. La primera vez que nos vio Janis dijo "Oh, qué es esto..." Y al poco tiempo tanto ella como los Rolling Stones y muchos otros estaban usando maracas, congas y timbales. Es decir que nos recibieron de la mejor manera posible, tomando cosas de nuestra música. Es lo que hicimos nosotros siempre, por otra parte. Pero siempre me protegieron, me enseñaron, hasta Miles Davis me trató bien.

--¿Esta irrupción latina es más light que la encabezada por usted en los 60?

--Yo no diría eso. Esta generación está vendiendo música y sexo. A su manera, y de a poco, está provocando cosas positivas. Ricky Martin, con quien voy a actuar en setiembre, ha hecho conciertos a beneficio, lo mismo que Jennifer López. Ellos saben muy bien que sin la gente no son nada. Con Maná, por ejemplo, vamos a hacer el 12 de diciembre un show a beneficio de la comunidad de Chiapas, coincidiendo con el día de la virgen de Guadalupe.

--¿Conoce al subcomandante Marcos?

--No, pero me gustaría. Me ha mandado cartas...

--Un pacifista confeso como es usted, ¿de qué manera evalúa la lucha del movimiento zapatista?

--A mí no me gusta la violencia, pero tampoco soy un tonto. Y soy un hombre práctico. Es importante que toda la humanidad libere al pueblo de Chiapas, así como liberó a Sudáfrica. Porque Sudáfrica no se liberó sólo porque hubo un Mandela o un Tutu. En México ocurre algo similar. Marcos es un símbolo, pero todos los pueblos deben contribuir en esta lucha. Y yo no estoy hablando de armas, porque toda mi vida peleé por el corazón de la gente. Es una tarea realmente difícil porque va más allá de lo político.

--Usted siempre predicó por la desaparición de las fronteras. La tan mentada globalización hizo algo parecido, aunque es probable que a usted no le gusten los resultados.

--Es que yo no peleé nunca por la patria ni por la bandera. Las patrias y las banderas representan sólo corrupción y negocio. Los gobiernos están todos comprados, son sólo cartulinas que defienden los intereses de los que realmente tienen el poder. Cuando yo empecé con la música, ya pasaba esto, no hubo que esperar la globalización. Ya Vietnam fue un negocio para vender armas, bueno, después fue Inglaterra contra Argentina, luego Irak, y así sucesivamente.

--En tiempos de la guerra de Vietnam, parte de su generación inició otro camino posible de liberación, a través de las drogas. Treinta años después, ¿cómo analiza ese fenómeno?

--La madre tierra produce medicinas; los gobiernos esclavizan a través del control de las drogas. Los Estados Unidos hacen la química con la que se produce la cocaína y la heroína. Y la droga más grande es el alcohol, que es controlado por el gobierno, al que le resulta ideal tener al pueblo embriagado, sin poder de reacción, y después decir que lucha contra la droga. Yo no reniego de las búsquedas de mi generación, hoy pienso en ello y sé que fue positivo. Experimentamos con drogas para abrir nuestras mentes. Y lo hicimos. Es todo lo contrario de lo que necesitan los gobiernos.

 

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