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Por Eduardo Fabregat grande a Applied Cryogenics. Pero allí sólo
hay unos misteriosos tubos con cuerpos humanos: cuando Fry se reclina en un asiento, cae
dentro de uno de ellos y queda congelado. En una inolvidable secuencia frente a una
ventana, que comprime mil años en quince segundos, el repartidor que no tenía ninguna
clase de futuro se despierta, precisamente, en el futuro. Allí, en la Nueva-Nueva York
cuyo aeropuerto se llama John F. Kennedy Jr., el viaje interplanetario es un
trámite, la gente se transporta por la ciudad en conductos transparentes y hay cabinas de
suicidio que, por sólo 25 centavos, proponen: Seleccione una muerte rápida e
indolora o una lenta y muy dolorosa.A partir de allí, Fry (interpretado en el
original por Billy West, un experto que cuenta en su historial con las voces de Ren
& Stimpy y las de Bugs Bunny y Elmer Gruñón en Space Jam) se acomoda
rápidamente a su nueva situación, e incluso arrastra a sus nuevas amistades a otro modo
de vida. Junto a Lee-La (en un principio encargada de reubicarlo en la
sociedad del 3000), el Profesor Farnsworth y Bender, pasa a integrar la tripulación de
una nave de carga... como repartidor. Ya en el segundo capítulo, emitido por Fox el
domingo 22, el efecto Groening funcionó a pleno, con la Luna como base para un gran
parque temático tan artificial como los del siglo XX (pero increíblemente
más estúpido, y con una versión bastante deformada de la historia de la carrera
espacial), un granjero lunar con hijas-robots... y las primeras barbaridades de Bender,
que a menudo amenaza con robarse el protagonismo.Bender, de profesión
doblador de vigas y fanático de la serie televisiva Mirada de
robot, es alcohólico por necesidad: si se mantiene sobrio entra en un peligroso
proceso de oxidación, se tambalea y grita desaforadamente. Por eso siempre guarda en su
panza metálica una botella de licor de malta Olde Fortran, aunque eso no sirve de excusa
a sus arranques cleptomaníacos que lo llevan a exclamar Eh, miren lo que encontré
en el bolsillo de un turista. En el tercer capítulo, Bender tuvo que compartir su
mínima vivienda un cubículo de dos metros cuadradoscon Fry. Pero las
referencias a Extraña pareja se fueron distorsionando sin remedio a medida
que el dúo buscaba un nuevo hogar y se encontraba con departamentos diseñados sobre la
base de dibujos de Escher, o cuando el robot, en pleno sueño, murmuraba entre dientes
Hola, preciosa. ¿Vamos a matar humanos? o, simplemente, debo matar
humanos. En esos rasgos como en los policías que poseen sables de
luz al estilo Star Wars, pero que en realidad son los mismos machetes policiales de
siempre, ideales para golpear cabezas va apareciendo el salvaje sentido del humor de
Groening, que sabe que debe lidiar con su propio monstruo de piel amarilla, pero a la vez
también sabe que tiene material como para convencer a sus seguidores y generar una nueva
leyenda de la animación. Hasta el momento, los más acérrimos consumidores de la saga de
Springfield la siguen poniendo en el primer lugar de sus preferencias, pero
está claro que esta nueva historia tiene un potencial difícil de desdeñar.En los
próximos capítulos, Lee-La se topará con Zapp Branigan, un legendario capitán con
ínfulas de latin lover (Loves labors lost in space, este domingo); el
grupo deberá hacer una entrega en un planeta de robots asesinos de humanos; Fry
descubrirá que los módicos 93 centavos que tenía en su cuenta en 1999 son ahora 4
billones de dólares; el mismo Fry, entregando un paquete en un planeta
líquido, se beberá al Emperador; Bender llevará a sus compañeros a un recital en
el Madison Cube Garden protagonizado por las cabezas de los Beastie Boys, y
allí se hará peligrosamente adicto a las descargas de electricidad... el futuro según
Matt Groening, listo para ser disfrutado por la gente del presente, que ya es pasado. Que
viva la máquina del tiempo.
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