Por Horacio Bernades
Desde Montreal
Amo
este festival, porque incluye a todas las cinematografías del mundo. Es el planeta Cine
el que se da cita aquí. Podría pensarse que lo de Gérard Depardieu, invitado
estrella de la 23ª edición del Festival de Cine de Montreal (que dio comienzo el pasado
27 de agosto y se cierra el lunes 6) es apenas una devolución de gentilezas a sus
anfitriones, típica muestra de politesse francesa. Pero es estrictamente cierto. Un
puente entre dos ríos es el título de la película protagonizada por Depardieu y su
mujer Carole Bouquet (que se presenta en competencia), y ese título podría servir
también para definir el perfil del festival en su conjunto. Con una muestra competitiva
integrada este año por 19 títulos de todo el mundo (cinco menos que el año pasado) y
seis secciones paralelas (entre ellas una dedicada, como todos los años, al cine
latinoamericano), Montreal se propone como un puente entre la producción europea (sobre
todo de la madre patria francesa) y el siempre codiciable y codicioso vecino americano,
que en esto del cine es el que marca el paso. De acuerdo con esta política, el festival
se abrió oficialmente con Mansfield Park, nueva incursión en el mundo de Jane Austen
producida por la poderosa compañía estadounidense Miramax, pero le hizo un lugar a los
nuevos films de Depardieu, Ettore Scola, Carlos Saura y Mario Camus.Entre uno y otro río,
el Festival des Films du Monde (o World Film Festival, como se prefiera) deja colar un
grueso caudal de películas de todo el mundo. Hermano menor de otros festivales clase-A
como Cannes, Berlín o Venecia, obligado a hacerse un lugar en la abigarrada agenda de
festivales que se aprietan hacia fines del verano boreal (se superpone con Venecia y se
adelanta apenas unos días a su vecino Toronto y a San Sebastián), Montreal juega dos
cartas fuertes: cantidad y variedad. El simple cálculo de probabilidades indica que,
sobre un total de cuatrocientas películas, basta con que apenas un diez por ciento valgan
la pena, para que hasta el más bulímico de los festivaleros disfrute de una dieta
opípara. En cuanto a la variedad, la abigarrada agenda del FFM descarga cada día una
verdadera lluvia de films japoneses, coreanos, chinos, o de Singapur, Bután,
Azerbaidján.Y también venidos de la lejana Argentina, que este año se ve representada
por tres films, ninguno de ellos en competencia. Se trata de La nube, El amateur y El
visitante, todas ellas incluidas en la sección latinoamericana. Y además está, como
miembro del jurado que preside la bergmaniana Bibi Andersson, Fernando Pino
Solanas, recién llegado del Festival de Moscú, donde encabezó a su vez el jurado. El
director de La nube, la actriz de Persona y otros cinco miembros deberán elegir una
ganadora, de un lote que no cuenta con un favorito claro. Además de las nombradas, se
apiñan en la muestra competitiva La cena (en la que Ettore Scola se reúne con su vieja
famiglia integrada por Vittorio Gassman, Stefania Sandrelli, Fanny Ardant y Giancarlo
Giannini), el Goya en Burdeos de Carlos Saura y la novelesca La ciudad de los prodigios de
Mario Camus (basada en el libro homónimo de Eduardo Mendoza), entre otras. En verdad, lo
más interesante visto hasta ahora en una muestra oficial que parece dominada por un
cine-novela más bien académico fueron dos operas primas pequeñas, oscuras y modestas.
Debut en la dirección de Hampton Fancher, coguionista de Blade Runner, The Minus Man es
lo que en la jerga del cine se conoce como un film indie. En criollo, cine independiente
estadounidense. Pueden hallarse rastros de aquel replicante de Blade Runner a la vez
terrible y digno de piedad en su personaje protagónico, un asesino
inocente que llena de sombras el permanente verano de un pueblito estadounidense. Se
luce el ascendente Owen Wilson, sostenido por un fuerte elenco (Jeanene Garofalo, Brian
Cox, Mercedes Ruehl). Soledad, oscuridad y una perversión sin subrayados son la materia
de que está hecha Post Mortem, debut del realizador canadienseLouis Belanger, que es la
mas atípica e imposible de las historias de amor. Como que empieza en una morgue. No
sería de extrañar que algún premio fuera para este prometedor crédito local. Aunque
más no sea para Garbiel Arcand y Sylvie Moreau, sus excelentes protagonistas. Otras
posibles candidatas al palmarés de Montreal son Fuori dal mondo, del milanés Giuseppe
Piccioni, el film chino Carteros de las montañas y la iraní El color de Dios. Esta
última no es otra que la nueva de Majid Majidi, el mismo de la recién estrenada Niños
del cielo, cuya carrera internacional comenzó aquí mismo en 1997, cuando ganó el premio
mayor del jurado. Claro que, para muchos, el verdadero interés del Festival des
Films du Monde no está tanto en la competencia oficial como en la infinidad de
proyecciones paralelas, a las que cinéfilos locales y extranjeros se dejan arrastrar,
como navegantes de un río sin puentes. |