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Un monumento almiedo ausente

“La maldición”, el nuevo film de Jan De Bont,intenta meditar sobre el miedo y asustar enserio, pero se queda a mitad de los caminos.

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La protagonista del film es una casa embrujada que no asusta.“La maldición” es un inocuo film de terror apto para todo público.


Por M. P.

t.gif (862 bytes) El mural es inmenso, y semeja una puerta. Tiene ángeles y condenados, cielo, purgatorio e infierno. Al toparse con él en su primera recorrida por el inmenso y desproporcionado castillo al que han sido convocadas para luchar contra el insomnio (¿?), Theo y Nell no pueden sino quedarse mirándolo. “Yo ya conozco el infierno”, anuncia Theo. Y remata: “Dieciocho horas en clase turista de un vuelo entre París y Los Angeles”. Para Nell, sin embargo, el infierno es otra cosa: es lo que ha vivido durante todos los años que se ha pasado encerrada cuidando a su madre moribunda. Y en su primer contacto con el mundo exterior lo primero que se ocurre, claro, es internarse en una tenebrosa mansión junto a una mujer de mundo (y botas), un insomne entusiasta y un doctor que no tiene ni idea de las fuerzas que va a convocar su pretencioso experimento. “El problema del miedo es que es inapropiado, y no se adapta”, cavila el doctor Marrow al plantear su experimento ante sus superiores. Pero el miedo es -efectivamente– tan poco adaptable que ni siquiera es posible comprarlo ni con todos los efectos especiales. Algo que bien podría haber sospechado Jan De Bont antes de aceptar hacer un film tan deshilachado y lleno de manotazos de ahogado como La maldición. Cuando el holandés director de fotografía debutó en Hollywood como director a secas al frente de Máxima velocidad, todos esperaban antes un traspié que un éxito. Pero De Bont se subió al ómnibus con Keanu Reeves y Sandra Bullock y se ganó el derecho a realizar una segunda parte, e incluso a convocar a todos los tornados para Twister, otro aprobado en su meteórica carrera. Ahora bien: después de tanta catástrofe filmada, De Bont acaba de firmar su legítimo primer bodrio marca Hollywood. Olvidando que la mejor de las casas embrujadas está en la oscuridad de la mente, La maldición es una película insegura, que tal vez pretenda meditar sobre el miedo y luego asustar en serio. Pero en realidad nunca logra ninguna de las dos cosas. Su protagónico no recae en Liam Neeson (Dr. Marrow), Lili Taylor (Nell) ni la impresentable Catherine Zeta-Jones (Theo), sino en una ominosa casa que, antes que embrujada, parece el modelo ideal para un casino temático de Las Vegas. Sin las fichas, las máquinas tragamonedas y los botones, la mansión de De Bont es un inútil monumento al miedo ausente.Los rostros de los niños atrapados en sus interminables molduras –un efectivo toque kitsch del film– esperan un héroe que los salve. Es imposible no compararlos a los rostros de unos hipotéticos espectadores atrapados en una película larga e inútil en la oscuridad del cine. Sólo que para ellos no habrá final feliz, sino el consuelo de unos tontos sobresaltos y una visita guiada por un inocuo e inútil terror apto para todo público.

 

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