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292 MUERTOS EN DIECISEIS DIAS
Setiembre negro ruso

Un nuevo atentado en Rusia mató a 17 personas e hirió severamente a 50. Esta vez la explosión no fue en Moscú –como tres de las cuatro precedentes– pero el blanco volvió a ser un edificio de viviendas.

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Arriba, la tarea de los socorristas rescatando cuerpos de las víctimas del quinto atentado.
A la derecha, el cráter creado por el camión-bomba y la fachada destruida del edificio en Volgodonsk.

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El Paísde Madrid
Por Luis Matías LópezDesde Moscú

t.gif (862 bytes) Esta vez “hubo suerte”. El edificio de viviendas sacudido la noche del jueves por un tremendo estallido en Volgodonsk, a unos 180 kilómetros de Rostov del Don, en el sur de la Rusia europea, no quedó reducido a escombros como fue el caso en los dos últimos atentados terroristas que se cobraron en Moscú más de 200 vidas. El día antes, los sótanos del inmueble (ubicación óptima de los explosivos para causar la máxima destrucción) habían sido inspeccionados por la policía y herméticamente cerrados. Por eso, los asesinos recurrieron al camión bomba: el edificio de nueve plantas quedó seriamente dañado, pero en pie. Y “sólo” hubo 17 muertos y cerca de 50 heridos, la mitad de ellos de gravedad. El terror se amplía. Ya no se limita a Moscú, el centro del poder, o a Daguestán, foco del último conflicto caucásico, sino a distantes rincones de la gran Rusia, como Volgodonsk, una ciudad de 180.000 habitantes, a mitad de camino entre Rostov (capital de los cosacos del Don) y Volgogrado (la antigua Stalingrado). A unos 1200 kilómetros de la capital del país, fue fundada en tiempos de Stalin por los trabajadores que construyeron una presa y una central hidroeléctrica. A unos 13 kilómetros, hay una central nuclear sin terminar y, según parece, sin combustible en su interior. Las instalaciones atómicas, objetivos ideales del terrorismo, han visto reforzados estos días sus dispositivos de seguridad. Las imágenes de televisión mostraban ayer escenas similares a las de la madrugada del pasado día 9 en el número 19 de la calle Gurianov (94 muertos) o las del día 13 en el número 6 de la avenida Kashira (118). Grúas retirando cascotes, un ejército de ambulancias, cuerpos transportados en bolsas de plástico, testigos o supervivientes con más estupor que indignación y la misma pregunta en muchos rostros: “¿Por qué a mí”? . Se va confirmando la información publicada por Vischeslav Ismáilov, un ex oficial considerado como uno de los grandes especialistas en el Cáucaso, que pronosticaba en Novaya Gazeta una larga cadena de atentados, y se alude como objetivos probables a Rostov y San Petersburgo (ver recuadro). La antigua capital imperial, origen de la revolución bolchevique, sería por tanto la siguiente ciudad en la lista del terror. El miedo se extiende como una mancha de aceite por Rusia, cuya población no está acostumbrada a “convivir” con el terrorismo. Las fuerzas de seguridad se encuentran en estado de alerta, con los permisos y vacaciones suspendidos y con los horarios ampliados, intentando prevenir nuevos atentados pero conscientes de que poco se puede hacer contra ataques indiscriminados, donde cualquiera puede ser el próximo blanco. Según el Servicio Federal de Seguridad (heredero de la KGB soviética), en los últimos días se han descubierto y desactivado seis bombas, cada una de las cuales habría podido provocar una catástrofe. En Moscú, las calles no presentan un aspecto muy diferente del común, aunque se aprecia una mayor presencia de policías que efectúan frecuentes controles de identidad, especialmente a transeúntes con rasgos caucásicos. La “pista chechena”, y más ampliamente islámica, sigue siendo la más extendida. A ella apuntan abiertamente el presidente Boris Yeltsin, el primer ministro Vladimir Putin y el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. El canciller Igor Ivanov pidió ayer a sus homólogos de los Estados islámicos que colaboren en la lucha contra lo que se considera un enemigo común. El líder del Kremlin declaró que ya se está trabajando para suspender las comunicaciones con Chechenia. Putin había defendido un día antes el establecimiento de una “cuarentena militar” de la república rebelde. Sin embargo, siguen en pie teorías conspiratorias que apuntan al mismísimo centro del poder para buscar el origen de la ola terrorista. El diario Moskovski Komsomolets apuntaba ayer jueves hacia lo más alto en unartículo, firmado por el Servicio de Información, cuyo título no podía ser más explícito: “¿Se montaron las bombas en el Kremlin?”. La nueva especulación se centra en una antigua: que Yeltsin podría aprovechar una crisis en el Cáucaso para cambiar el rumbo del país y evitar que lo releve dentro de un año alguien como Luzhkov, que sería muy capaz de negarle a él y su familia la inmunidad por los desmanes de los últimos años. El asunto iba tomando ya tintes tan alarmantes que el Kremlin ha tenido que salir al paso. Ayer, el portavoz de Yeltsin, Dimitri Yakushkin, negó toda relación de su jefe o de su entorno con las explosiones terroristas y lanzó todo lo que pudo contra el diario, el segundo más vendido de Rusia. “Al publicar tales mentiras –señaló– asume un papel que no tiene nada que ver con el periodismo” y actúa como “provocador e instigador”.

 

Claves de una escaladau

El atentado de la medianoche del jueves en Volgodonsk es el quinto que se comete en Rusia en 16 días, todos los cuales tuvieron como blancos edificios de vivienda y cuyo gran total de muertos asciende ahora a 292.u El origen de los atentados es la violencia separatista en el Cáucaso ruso, donde militantes chechenos incursionaron el mes pasado en la vecina república de Daguestán para ayudar a una secta islámica minoritaria, los Wahabis, a crear un Estado islámico regional. Fueron repelidos por fuerzas rusas, pero entonces empezó la serie de atentados, reivindicados por un “Ejército de Liberación de Daguestán”.u El FSB (sucesor de la KGB) informó que seis atentados del mismo tipo habían sido frustrados en Moscú, y que en un sótano en los suburbios de la capital fueron halladas 3,5 toneladas de dinamita, que habían llegado al lugar en 72 bolsas supuestamente cargadas de azúcar provenientes de la república de Cherkesia, también ubicada en el Cáucaso ruso. Las tensiones en Cherkesia subieron después de que Vladimir Semyonov, de la etnia karacheva, fuera elegido presidente, lo que desató tensiones con los cherkesos y determinó que la Corte Suprema rusa anulara los resultados de los comicios y enviara un emisario como virtual interventor en la república.u Pero la mayoría de los dedos acusadores apuntan hacia Chechenia, y hay un creciente clamor político para que Rusia denuncie el acuerdo de 1996 con esta república separatista, que estableció el retiro del ejército ruso de la república –donde había sufrido una humillante derrota y una prolongada sangría– y la postergación de la definición del status definitivo de Chechenia para el año 2001. En la práctica, abrogar el acuerdo implicaría un llamado a reocupar Chechenia, pero es incierto si el ejército ruso está a la altura de la tarea.u El trasfondo de la ola de terror es la profunda crisis política rusa, y la posibilidad de que Boris Yeltsin use los atentados para cancelar las elecciones parlamentarias de diciembre.


¿También SanPetersburgo?

Una explosión que, según las autoridades, podría deberse a un escape de gas tuvo lugar ayer por la noche en un inmueble de ocho pisos de San Petersburgo, provocando dos muertos, según anunció la agencia Itar-Tass. Las autoridades avanzaron la hipótesis de una explosión debido a un problema en las instalaciones de gas, y se habló de un incendio originado en el séptimo piso del edificio, que luego se habría propagado. Inicialmente se descartó la posibilidad de un ataque terrorista, pero el parecido con lo ocurrido en los últimos diecisiete días en toda Rusia hace pensar a muchos lo peor.


PODRIA CAER BORIS YELTSIN
Intriga palaciega

Por Rodrigo Fernández Desde Moscú

t.gif (862 bytes) ¿Dimitirá próximamente el presidente Boris Yeltsin? Esta es la pregunta que se está haciendo toda la elite política de Rusia. Paradójicamente, la principal impulsora de la idea de que Yeltsin debe renunciar a su cargo sería hoy nada menos que su hija y asesora, Tatiana Diachenko. Es verdad que previamente, cuando se nombró a Serguei Stepashin como primer ministro, también se dijo que Tatiana preparaba la dimisión de su padre, para garantizar una continuidad que le conviniera a la Familia, término que abarca no sólo a sus familiares directos, sino a todo el entorno del Kremlin, incluidos algunos oligarcas como el multimillonario empresario Boris Berezovski. Según aseguraba Moskovski Komsomolets –diario algo amarillo pero bien informado– la hija de Yeltsin pidió hace unos días al Departamento Jurídico del Kremlin los documentos relativos al cese voluntario del presidente. Pero lo más curioso del asunto es que Tatiana no estaría apostando por el delfín oficial de Yeltsin, el actual primer ministro Vladimir Putin, sino por el popular Yevgueni Primakov. Este político es el favorito para las presidenciales del 2000 –todas las encuestas le dan una victoria fácil– y tiene la cualidad de ser partidario de garantizar inmunidad tanto a Yeltsin, una vez que deje el Kremlin, como a su familia. La posibilidad de una próxima dimisión del presidente también la analizaban ayer otros periódicos más serios, como Segodnia. Si los planes de Tatiana con respecto a su padre son verdaderos, eso significa que se necesitará cambiar nuevamente al primer ministro, posibilidad que también está en el centro de las discusiones políticas de hoy. El nombre más sonado como nuevo jefe de gobierno, además del de Primakov, es el del carismático general Alexandr Lebed.

 

 

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