Por Cecilia Hopkins Para el actor
inglés Steven Berkoff, el actor callejero es uno de los ejemplos de teatro en
estado vivo, porque propone una actuación esencialmente enraizada en el cuerpo. En
su espectáculo Shakespeares Villains, el actor y director demostró que ese estilo
es también el suyo. Sin ningún objeto ni esbozo de escenografía, Berkoff expuso en el
gran escenario del Teatro Alvear una demostración práctica sobre su concepción personal
de la interpretación. Para él, la palabra constituye un elemento fundamental, siempre
que esté resignificada por la gestualidad del intérprete que la precede o acompaña. En
consecuencia, Berkoff amplifica su cuerpo al rescate de todos los recursos expresivos
típicos del comediante popular: su vozarrón cambia de registro como su cuerpo varía de
perspectiva, a cada instante. El actor extrae de la obra del autor isabelino un conjunto
de personajes que por una u otra razón se convierten en villanos, pero que básicamente
lo son porque disfrutan con el dolor de otro y porque tienen en el
cuerpo un espacio donde debería estar el corazón.Como el actor callejero, Berkoff
está atento a todo lo que ocurre a su alrededor, y aprovecha cualquier imprevisto: la
música que se cuela de la sala vecina, un ruido que viene del pullman o el exceso de
murmullos en la platea le dan pie para agregar un paréntesis más a los muchos otros que
ya tiene previstos. Porque su Shakespeares Villains es un espectáculo hecho de
comentarios al margen, ya que éstos finalmente le ganan en extensión a los fragmentos
literarios correspondientes a cada personaje shakespeareano. Cada apartado va creciendo a
la par del texto, cuando no lo antecede a modo de preámbulo, porque el actor cree
necesario poner en antecedentes al espectador antes de comenzar con cada uno. De esta
manera Berkoff describe al personaje desde su aspecto exterior y tomando en cuenta sus
motivaciones. Y si es necesario, hasta interpreta a su partenaire: así procedió cuando
fue el turno del sombrío Macbeth que dialogaba con su esposa, una Lady Macbeth que
sostenía un imaginario vaso de whisky y un cigarrillo. Otros de los villanos invitados a
su show humorístico fueron Yago .según Berkoff el peor de todos, porque combina
villanía con mediocridad-, Shylock .-que engrosa la lista por obra de las
circunstancias de su tiempo, el temible Ricardo III y hasta Hamlet, por
impiadoso y cínico al momento de descubrir que asesinó, sin saberlo, a Polonio. Claro
que los comentarios del actor no están vinculados solamente con el texto que interpreta,
sino que éstos le sirven de disparador para referirse a la actualidad social y política
de su país y el mundo en general, o bien para ironizar sobre las metodologías de
aprendizaje teatral y especialmente, sobre los críticos periodísticos, esos otros
villanos.No obstante su vigorosa personalidad escénica, a Berkoff se le podría
objetar que a lo largo de las dos horas que duró su representación prácticamente no
estableció ningún cambio en su dinámica de actuación. Ni le da tregua a su público ni
siquiera se permite él un instante de respiro, salvo cuando hace un alto para cambiar de
personaje, pausa que aprovecha para tomar un vaso de agua y enjugar su rostro. La
persistente clave humorística en que está vertido todo el espectáculo también puede
ofrecer algún reparo: a fuerza de caricaturizarlos en pos de la risa delespectador, los
personajes van repitiendo algunos rasgos, tienden a banalizarse, así como se diluye la
posibilidad de potenciar contrastes entre ellos.
La neurosis de los burgueses Desde el mismo escenario del Alvear, Steven Berkoff dialogó con el público
en su función de despedida, en una charla moderada por Rafael Spregelburd, quien tradujo
al castellano su obra Decadencia, entre otras. Irónico y tajante, éstas fueron algunas
de sus opiniones:u Los orígenes del teatro coinciden con un momento en el que se
valora la liberación del cuerpo. A medida que el hombre se `civiliza, el teatro
olvida el cuerpo. Así aparecen los sillones en el escenario, para que el actor se ponga
cómodo.u El teatro actual es el reflejo fiel de la neurosis de la clase
burguesa. El teatro chejoviano describe muy bien esa decadencia y por eso tiene tanta
adhesión entre actores y directores: la gente va al teatro, se sienta y gime.u
El teatro comercial en la actualidad representa un peligro: cada millón que recauda
es un clavo más en el ataúd del teatro.u Los académicos son quienes han
monopolizado el teatro de Shakespeare: ellos saben cómo hay que decirlo, cómo hay que
hacerlo. Pero los jóvenes huyen de ese teatro como si fuera una plaga.u El
teatro debe ser como el fútbol: creativo, físico, emocionante, identificatorio. Si el
teatro siguiera su ejemplo, el hombre común correría al teatro como corre hacia el
estadio. |
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