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“FAROS DE COLOR”, LA NUEVA OBRA JAVIER DAULTE
Tres voces para el absurdo

El autor de “Criminal” y “Geometría” se dedica en su nuevo textoa la ambigüedad, el humor negro y el malentendido, utilizando la improvisación de ensayo como herramienta. Se luce Carlos Belloso.

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Por Cecilia Hopkins

t.gif (862 bytes) Autor de Criminal y Geometría, entre otras obras, Javier Daulte elaboró Faros de color, su más reciente texto, a partir de lo que fue ocurriendo entre los actores en la sala de ensayos. Con “la necesidad de realizar una experiencia donde lo actoral ocupase un lugar de privilegio”, según escribe en el programa de mano, el joven dramaturgo dirigió, además, el espectáculo resultante junto a Gabriela Izcovich (directora de Nocturno Hindú), aquí también integrante del elenco. No hay nada en el gran espacio del Galpón del Abasto, ni objetos escenográficos, ni siquiera utilería. En esta puesta minimalista, apenas una puerta al fondo de la sala es el único elemento visible que utilizan Jeremías y Rafaela (Carlos Belloso y la propia Izcovich), la pareja que llega de una fiesta, algo alcoholizada y con ganas de discutir. Los portazos rubrican discusiones y malos entendidos, aparte de aludir a una serie de lugares exteriores, donde se cumplen oscuros o insólitos episodios. Se menciona un crimen y un autor posible, y se va gestando una vaga trama policial. Lo que agrega un dato desconcertante es la irrupción de un hombre físicamente idéntico (¿hijo, gemelo?) al protagonista masculino, jugado con efectividad por Belloso. En Faros... el humor (incluso el humor negro) tiene un lugar muy importante, germinado entre situaciones absurdas que van cobrando forma entre ataques o repliegues de los personajes, siempre en un tono sorpresivo e imprevisible. El extrañamiento que producen las situaciones también está muy presente, algo que ha sido subrayado por la dirección a través del manejo de la distancia a partir de la cual se relacionan los personajes entre sí. Cuando se suma a la pareja el personaje interpretado por María Onetto, el disparate es completo: se trata de una mujer reconstruida en plástico a causa de un accidente. En torno de esa cuestión resucitan antiguas culpas y responsabilidades que, sumadas a los actuales resquemores que sobrevuelan el ambiente no hacen más que enrarecer aún más las relaciones. El texto de Javier Daulte es muy ambiguo y, en consecuencia, abierto: la palabra no clarifica nada, sino que da pie a un gran repertorio de ocultamientos y tergiversaciones tendenciosas. El trío de actores asume sus textos con un comportamiento tan críptico como risible. Pero a pesar de su buen desempeño, con el correr de la obra los mecanismos de confusión comienzan a repetirse y la anécdota se trivializa perdiendo su atractivo inicial.

 

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