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SE ACABAN LOS DIEZ AÑOS DE DEPORTE MENEMISTA
¡La hora, referí!

El deporte fue el costado más frívolo y el de mayor exposición pública de Menem durante su década de gobierno. Tuvo tres secretarios del área. Galmarini padeció el escándalo de Barcelona 92; Forneris fue uno de los funcionarios más cuestionados por el manejo de fondo y debió irse tras Atlanta 96. Sólo Hugo Porta pudo poner sensatez en el tramo final.

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Por Ezequiel Fernández Moores

t.gif (862 bytes)  Carlos Menem todavía no lo sabe. Pero buena parte de los deportistas triunfadores en los últimos Juegos Panamericanos de Winnipeg que él homenajeó en Olivos lo saludaron aquella noche en la Quinta presidencial con una cabeza de ajo oculta en los bolsillos. Otros, antes de recibir su premio, se pasaron una cinta roja antimufa. Algunos lo hicieron como simple ejercicio de antimenemismo, pero los deportistas suelen ser muy supersticiosos y muchos de ellos fueron a Olivos prevenidos de una cierta fama que ha rodeado en esta década al hombre que dejará la bu04fo01.jpg (5442 bytes)Quinta el 10 de diciembre.Por eso, su buen desquite a la hora de la despedida,bu04fo10.jpg (4716 bytes) debe admitirse, sería que San Lorenzo gane el Apertura. El 12 de mayo pasado, mientras miles de personas marchaban por la ciudad apoyando la protesta docente, Carlos Menem hizo una de sus últimas apariciones públicas con botines y pantalones cortos, jugando con la camiseta de San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro. Su equipo, cumpliendo el rito, ganó con un penal ejecutado dos veces por Menem (el primer disparo se había ido por arriba del travesaño) y el presidente de San Lorenzo, Fernando Miele, le dio el título de “presidente honorario” del club. A la fecha siguiente, San Lorenzo, que iba primero, perdió en su cancha contra Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Los cuentos del Menem “mufa”, similares a aquellos que se escucharon después de la derrota ante Camerún en la apertura del Mundial de Italia ‘90, tuvieron otra vez tal magnitud que el propio presidente, entrevistado por El Gráfico, salió al cruce calificando de “torpes” y de “baja estofa” a sus detractores. Un triunfo del equipo del juvenil San Lorenzo que dirige Oscar Ruggeri en el Apertura terminaría por cambiar la historia.Reducir la década menemista en el deporte a una anécdota podrá tener cierta gracia. Pero suena injusto. El deporte fue tal vez uno de los pocos sectores donde Menem pareció peronista.Así como el general, amante de la esgrima y del boxeo, fue “el primer deportista”, el Menem de los primeros tiempos salía a la cancha de Vélez con Diego Maradona, jugaba básquetbol en el Luna Park con el grandote Jorge González, manejaba con el Lole Reutemann y jugaba tenis con Guillermo Vilas y Gaby Sabatini. En aquellos tiempos en los que todo le estaba permitido, privatizar, indultar y correr con la Ferrari, Menem llegó a pedir golf para los pobres y hasta se exhibió orgulloso con un cinturón de campeón mundial, un Tyson criollo, con el que lo homenajeó el Consejo Mundial de Boxeo (CMB).Igual que Perón, Menem también construyó infraestructura deportiva y celebró sus propios Juegos Panamericanos. Si la Argentina de Perón ganó los primeros que se celebraron en Buenos Aires en 1951, la Argentina de Menem conquistó una inédita cantidad de 159 medallas en los de Mar del Plata ‘95. Si Perón construyó el Autódromo Oscar Gálvez y financió la consagración de Juan Manuel Fangio, Menem logró la vuelta, aunque fugaz, de la Fórmula 1. Si Perón celebró el Mundial de Básquetbol de 1950, Menem tuvo el suyo en el ‘90. Los dineros también fueron generosos, especialmente en los Panamericanos de Mar del Plata, cuya organización (aunque jamás hubo balance de cierre) costó unos 130 millones de dólares, sin contar los subsidios desprolijamente distribuidos por la gestión de Livio Forneris, quien hoy se afana en aclarar que fue sobreseído de toda investigación judicial.La vuelta de la F-1, imaginada primera como un circo tabacalero en los bosques de Palermo, tuvo avales económicos del gobierno y organizadores amigos del menemismo. Eso sí, los éxitos fueron aislados. La Argentina menemista, a diferencia de la de Perón, no logró revertir la ausencia de estrellas a nivel internacional, no surgieron nuevos Vilas, Reutemann o Monzón y el fútbol, que mantiene su nivel de potencia, hegemoniza hoy con su cartel de deporte-rey. “Sin una política peronista, el deporte argentino no habría tenido el rendimiento que tuvo en los dos últimos Panamericanos de Mar del Plata y de Winnipeg. Se construyó infraestructura. Se formó el Grupo Metodológico de Entrenadores y se dieron becas a los atletas de élite. No es casual que las décadas del 50 y del 90 hayan sido las más exitosas del deporte argentino a nivel panamericano”. La síntesis pertenece a Víctor Lupo, subsecretario de Deportes de Fernando Galmarini, el primer secretario de Deportes del menemismo, durante cuya gestión se construyó el Cenard, pero que debió alejarse del cargo tras el fracaso en los Juegos de Barcelona ‘92, fuertemente enfrentado con el Comité Olímpico Argentino (COA) del eterno coronel (R) Antonio Rodríguez. El siguiente ciclo olímpico, los Juegos de Atlanta ‘96, puso fin a la administración más polémica del riojano Forneris, reemplazado a su vez por Hugo Porta. La gestión de bajo perfil y buen diálogo con los deportistas que llevó adelante el ex capitán de Los Pumas disimuló la sensación de abandono que pareció trasmitir hacia el deporte el Menem de final de ciclo. Redujo a un mínimo record de 23 millones de pesos el presupuesto del área y, los años no pasan en vano, sus actuaciones deportivas quedaron limitadas a un campo de golf.El Presidente fracasó en su aventura de Buenos Aires, sede de los Juegos Olímpicos del 2004, un típico sueño de grandeza menemista, que él aspiraba celebrar otra vez en poder. Quizás allí, en un eventual tercer mandato, el fútbol, su deporte favorito, le dé una revancha que vaya más allá de la anécdota sobre la mufa que podría significar una eventual consagración de San Lorenzo en el Apertura. Porque el fútbol, aunque resulte paradójico, fue su única derrota. La pelota y él celebraron una luna de miel. Hubo favores para aflojar la presión impositiva contra los clubes, planteles en Olivos, Diego Maradona apoyando su reelección en el ‘95, Daniel Passarella, como él quería, como DT de la Selección, Torneos y Competencias ofreciéndole conexiones para que pudiera seguir a River aun en sus giras por el mundo y hasta Julio Grondona declarándose menemista. Sin embargo, el fútbol, que ganó mundiales con la dictadura del general Jorge Videla y con Raúl Alfonsín, lo dejó justamente a él sin esa alegría. Para peor, el nuevo país que dejó la década menemista, y en el que hasta el aire fue convertido en una sociedad anónima, el fútbol, símbolo si los hay, le dijo que no a la pelota privada. Un negocio menos.

 

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