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Conjeturas con moraleja

Por Ricardo Sidicaro*

t.gif (862 bytes)  El protagonismo de Fernando de la Rúa fue en ascenso a lo largo de la campaña y se completó con los resultados electorales que lo favorecieron personalmente. En un contexto de debilitamiento de los partidos políticos lo que ocurrió no es una sorpresa. Los electores premian a los candidatos más que a los partidos y a las organizaciones. En consecuencia, aumenta el nivel de incertidumbre ya que los elegidos son mucho más autónomos y libres de compromisos en comparación con otras épocas.
Aun cuando es portador de múltiples sentidos, creo que el éxito de Fernando de la Rúa se basó en la propuesta de volver al absoluto y pleno respeto de la Constitución nacional. No cabe duda que ése es desde hace un siglo el proyecto histórico del radicalismo. Lo nuevo de esta compulsa electoral fue la Alianza que representa una modificación extraordinaria en la cultura política radical. Perón ganó en 1946 favorecido por el hecho de que la Unión Democrática no era una verdadera coalición de sus opositores y presentaba sólo candidatos de la UCR a las posiciones más importantes. Illia, quizás, hubiese consolidado su gobierno y evitado el golpe militar, integrando, como muchos lo pedían, más partidos al Gabinete. Alfonsín anunció un tercer movimiento histórico que no pudo concretar y eso, sin duda, lo debilitó. Así, a la luz del pasado, la Alianza aparece como una modificación de la cultura política del radicalismo.
Que la presencia de la coalición ganadora se mantenga no depende sólo del futuro presidente y de su partido sino también de los restantes integrantes de la convergencia. Aun cuando coexistan en ella expectativas distintas, en el pleno cumplimiento de los preceptos constitucionales es fácil hallar el programa de reparación social y de combate a la exclusión que son objetivos inseparables de la consolidación de las instituciones republicanas. Las propuestas de la coalición electoral triunfante le permitieron sumar más que dividir, por eso es perfectamente imaginable que mantengan su convivencia y logren un aceptable gobierno de cohabitación con los peronistas que también concitaron el apoyo de una parte de la población cuyos requerimientos no eran muy diferentes. Pero ganadores y perdedores tendrán, también, otro desafío en común: la reconstrucción de la política y de los partidos que será una garantía para que el avasallante poder de los grandes intereses económicos no perjudique a la sociedad en su conjunto. Al respecto, como moraleja, siempre es bueno recordar que quien se preocupa excesivamente por las demandas de esos intereses, como se hizo en esta década, recoge, con el tiempo, derrotas seguras en las urnas.

* Sociólogo, Conicet.

 

 

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