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El gobierno y la oposición
Por Horacio Verbitsky
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![]() Si el objetivo declarado de la Alianza fue terminar con el menemismo, lo logró en poco más de dos años. Desde ese punto de vista, la coalición impulsada por Chacho Alvarez no pudo resultar más exitosa. Uno de sus spots de campaña respondió a cierto difuso desencanto recordando que el entendimiento fue un reclamo de la sociedad. La Alianza fue idea mía, decían personas de todos los sexos, edades y clases sociales. Pero ahora se advierte que el alejamiento del poder del menemismo se logró a cambio de la inmolación del Frepaso. Ese no era el camino que se habían trazado quienes firmaron hace un lustro el acuerdo del Tortoni, en respuesta al Pacto de Olivos. Bordón, Alvarez y el radical Federico Storani hablaban entonces de un entendimiento transversal a todos los partidos, entre quienes querían cambiar la cultura política predominante. En el medio volvió a interponerse Raúl Alfonsín para quien la Alianza es el corolario natural del Pacto de Olivos. El Frepaso fue dejando en el camino las reivindicaciones socioeconómicas que fundamentaron su nacimiento y se fue conformando a impugnar apenas las prácticas corruptas del elenco gobernante, como si éstas no fueran inherentes al modelo económico. Queremos ser un partido del poder y no un partido testimonial, repetía Alvarez para justificar esas opciones. Esa frase implica que luego de las experiencias devastadoras de la Coordinadora y del menemismo es imposible hacer política desde fuera del poder. En forma indirecta y tal vez inconsciente así se condonan hasta los usos corruptos que desde el discurso se denuncian. El Frepaso desistió de las alianzas sociales con los sectores castigados por el ajuste, pero no consiguió proyectarse como partido nacional en la medida en que se lo proponía, si bien su bloque de diputados, más que triplica al de Cavallo. Fue aplastado en la elección interna por el radicalismo, que se lo recordó a la hora de confeccionar las listas comunes, no alcanzó la gobernación de Neuquén, que hubiera simbolizado su extensión más allá del área metropolitana, y ni siquiera pudo repetir su victoria de 1997 en Buenos Aires. La otra afirmación con la que Alvarez explicó el viraje del Frepaso fue que la sociedad tenía un ánimo más conservador de lo que se pensaba. Que ello parezca confirmado por los hechos no implica convalidar las decisiones adoptadas a partir de esa lectura de la realidad. El voto popular fue por la Alianza, pero a partir del 10 de diciembre gobernará la UCR. Más aún, la distribución del poder, considerando gobernaciones provinciales, bancas legislativas y estrados judiciales, obligará a De la Rúa a negociar la gobernabilidad con el justicialismo. En un aspecto la necesidad de diálogo y acuerdos denota una cierta maduración política. Pero si la reconstrucción del bipartidismo se expresa en el tipo de negociaciones que ya iniciaron Enrique Nosiglia, Luis Barrionuevo y Armando Cavalieri esto puede pasarse muy pronto de maduro y reproducir un cuadro como el de la lottizazione (el reparto de parcelas de poder entre los principales partidos para que ninguno quede a la intemperie), que en Italia desembocó en mani pulite y en Venezuela en las boinas rojas del chavismo. Para que exista un sistema es necesario elgobierno, pero también la oposición. Es posible que la transfusión frepasista mejore en algo al gobierno (respecto del anterior monocromatismo alfonsinista y respecto del menemismo), pero no es seguro que el paralelo deterioro de la calidad de la oposición (de la que el Frepaso desertó en forma prematura para abrazar la cultura del gobierno), no termine empobreciendo al sistema en su conjunto. Y, sobre todo, deje sin esperanzas dentro del juego político democrático, a los excluidos de la sociedad y a los castigados por la década menemista. El primer test es ya mismo, con el paro de los maestros en la Ciudad de Buenos Aires.
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