| El País de Madrid
 Por Eduardo Haro Tecglen Desde Madrid
  Llegaban en el siglo pasado a
    Jerez gentes de toda Europa para hacer el vino, que ya era famoso en tiempos de
    Shakespeare, que lo cantó. Llegaban los Domecq y los Delage de Francia, los Byass de
    Inglaterra y con ellos llegaron los Alberti desde Génova. Los abuelos: Grandes
    cosecheros de vinos, grandes burgueses, propietarios de viñas y bodegas, católicos hasta
    la más estrafalaria locura y la más violenta tiranía. Los amos de El Puerto,
    decían, al empezar el siglo. Su prima Rosa tocaba, pensativa, el arpa, ya en
    el cielo, cuando el niño Rafael Alberti estudiaba en el colegio de los jesuitas de El
    Puerto de Santa María el de Villalón, el de Juan Ramón: un nido de poetas, pero
    también el de la religión fea, sucia, rígida y desagradable y no
    quería: Nadie bebe el latín a los diez años. El álgebra ¡quién sabe lo que
    era! La física y la química, Dios mío, ¡si ya el sol se cazaba en hidroplano!. Había nacido casi con el siglo, en 1902, y viene a morir cuando se acaba. El último
    libro en que trabajó acaba de llegarme por el correo: una nueva versión de La arboleda
    perdida. En el libro anterior Canción de canciones, con María Asunción Mateo, su
    última compañera, una antología de poesías de amor él mismo está representado
    por el Diálogo entre Venus y Príapo (¿Quién persigue mis óleos
    seminales?, dice Venus; ¿quién mi gruta de sombra / y navegar oculto mis
    canales?). Alberti como un español universal. Es decir, lleno de esperanzas y
    ruinas. A los 15 años ya estaba en Madrid; y había guerra en Europa, y aquí se
    discutía entre germanófilos y aliadófilos; y él pintaba. Iba al Prado y copiaba. Fue
    la salud la que le llevó a las sierras Guadarrama y el reposo lo que le
    condujo a la poesía (Pintar la poesía / con el pincel de la pintura). Los
    primeros poemas que escribió hicieron Marinero en tierra el niño de El Puerto
    haciéndose adolescente en el Madrid de la sierra y le dieron el Premio Nacional de
    Literatura en 1924-1925. Ya era el tiempo del primer dictador de su vida, Primo de Rivera,
    y de sus primeras conspiraciones contra la dictadura. Empezó a ser el poeta en la
    calle. Y el joven comunista: estuvo tres meses en la joven Unión Soviética, de la
    que otros volvían decepcionados, y que a él le llevaría, más tarde, a militar en el
    partido. Nunca lo abandonó. No renunció al Premio Lenin de la paz y por eso, sí se va
    sin el Nobel. Se puede ir bien sin él por la vida cuando ya se es Rafael Alberti, un
    escritor que está por encima de todo.
 En esto, los Alberti antes ricos se habían hecho pobres, o casi pobres, y él estaba
    becado por la Junta de Ampliación de Estudios. Entonces, en los años 30, la apadrinó la
    República, y esas becas le dieron los viajes. Y ese republicanismo, ese comunismo,
    quizás ese libertarismo oculto de siempre, le dio a su esposa y compañera, María Teresa
    León, divorciada. Ella era de esa artistocracia roja de la que se hicieron los Hidalgo de
    Cisneros, algunos Mauras, ciertos Semprunes, algunas De la Mora. Era el tiempo de los
    poetas que empezaban a llamarse del veintisiete, del amor a Góngora, del
    primer homenaje a Bécquer. Estamos ahora diciendo, en esta muerte, que era el último de
    la generación.
 Cuando esta república de trabajadores de todas clases (según su
    Constitución; algunos dijeron de intelectuales de todas clases, y era verdad)
    fue combatida, el poeta salió a la calle otra vez. Suya fue la operación de protección
    de los cuadros del Prado (Noche de guerra en el Museo del Prado es la obra de teatro en
    que lo cuenta). Estaba, además, en la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Los otros
    le criticaban porque la Alianza, que se quedó con el palacio de Medinaceli, ya no existe;
    deniño, el hijo del cocinero de los duques aprendió salsas y buena escritura, y fue el
    periodista Francisco Lucientes. El mono azul, que utilizaba, uniforme del miliciano, le
    dio nombre a la revista de la Alianza. Salió el 7 de noviembre de 1936 Alberti al balcón
    de Unión Radio Radio Madrid, la SER de hoy; ahí está el balcón en la Gran Vía;
    la avenida del quince y medio, por el calibre de los proyectiles de los
    generales de Santa Bárbara a recitar su romancero de guerra, su llamada a la
    resistencia: ...Porque si, Madrid, te duermes / querrás despertar un día / y el
    alba no vendrá a verte.
 Llegó ese día sin alba: Franco al poder. Alberti y María Teresa se fueron a Francia:
    Cuando apenas comenzaba a comprender de nuevo lo que es el caminar tranquilo por una
    ciudad encendida, he aquí que Francia se apaga de pronto, sonando las sirenas de alarma
    en París y los primeros cañonazos de la Línea Maginot. Otra guerra perdida. Y
    otro exilio. Buenos Aires, Roma, otra vez Buenos Aires... No era tan fácil vivir: había
    que volver a la pintura, al dibujo, al grabado: a las exposiciones. Y a los artículos,
    suyos y de María Teresa. Tuvo que esperar la muerte de Francisco Franco en 1975, y aún
    tardó en volver. Vino antes su teatro, el homenaje nacional: La Noche de guerra en el
    María Guerrero, cuando aún era UCD la que gobernaba, El adefesio, en el Reina Victoria,
    dirigida por José Luis Alonso. Y aun cuando vino llevaba siempre en el bolsillo una radio
    para oír las noticias: no estaba seguro de que el fascismo no regresara. Aquí y en
    Europa. ¿Quién está nunca seguro?
 Perdió a su compañera antes de que muriese: María Teresa extravió la razón, disuelta
    en el Alzheimer. Y Rafael encontró una última compañera que le ayudó. En la decadencia
    física encontró mucha gente que lo estimuló, que le ayudó a volver a ser:
    a Nuria Espert, con la que daba recitales por los teatros de España; un régimen que le
    dio el Premio Nacional de Teatro; un Puerto de Santa María donde todavía están los
    grandes nombres de los bodegueros, los nietos y los biznietos de los que llegaron con los
    primeros Alberti, de los cuales era el penúltimo (queda su hija, Aitana: el nombre de la
    blanca sierra levantina de la que se despidió en el barco cuando iba hacia el exilio de
    América).
 Todavía estaba en vísperas de un homenaje. Todavía estaba dibujando (apenas hace unos
    meses me envió su última litografía: la 67 de una serie de 100, dedicada a Galatea.
    ¿Se veía él a sí mismo como Pigmalión?) cuando le llegó esta muerte. Su vida llenó
    un siglo, y un siglo desastroso, que permitió a cada persona ver sus esperanzas y la
    muerte de sus esperanzas. Alberti: con la jardinera azul, con la gorra de marinero en
    tierra, con la chaqueta extravagante con que entró en el primer Congreso como diputado
    del partido comunista, Alberti que llegó a la cena de los Premios Cavia de ABC la
    noche en que, por la tarde, había enterrado con lágrimas a Pasionaria, que presidió ese
    primer Congreso como decana de edad no sentía jamás tener contradicciones. No,
    estaba por encima de las contradicciones. No traicionó a nadie ni a nada nunca: a veces,
    calló por no traicionar. Fue el siglo el que lo traicionó a él.
   
   EN LA CIUDAD DE SUS SUEÑOS, EL PUERTO DE
    SANTA MARIAHasta el cielo se puso a llorar
 Por Santiago BelausteguigoitíaDesde El Puerto de Santa María
  El
    último poeta de la Generación del 27, donde quería: junto al mar de su infancia.
    El enorme Rafael Alberti falleció a primera hora de la madrugada en su ciudad natal, El
    Puerto de Santa María. Tenía 96 años. Junto a él estaba su mujer, María Asunción
    Mateo. El corazón dejó de latir poco después de las 0.30. Ha muerto bien, sin
    ningún sufrimiento, atendido por su compañera, comentó su viejo amigo comunista y
    también poeta Marcos Ana. Un coche fúnebre trasladó hacia las 4.30 sus restos al
    cementerio de Chiclana de la Frontera. El cadáver será incinerado hoy. Dos ingresos
    hospitalarios por insuficiencia respiratoria, en enero y diciembre de 1996, despertaron la
    preocupación por la salud de Alberti. El primer ingreso duró ocho días y el segundo
    rebasó las dos semanas. Desde entonces apenas salía de su casa. La casa donde vivía
    estaba ayer sólo abierta a los amigos del poeta y su mujer. El día era desapacible:
    lloviznaba. La muerte llenó de tristeza El Puerto de Santa María. El alcalde, el independiente
    Hernán Díaz Cortés, y el concejal de Cultura, Juan José Gómez, acudieron al domicilio
    del poeta, situado en la urbanización de Las Villas, apenas se enteraron la noticia. El
    Ayuntamiento convocó un pleno para homenajear al poeta que difundió por el mundo la
    belleza del mar de El Puerto. El pleno municipal, en reunión de urgencia, decretó tres
    días de luto en El Puerto. El Ayuntamiento colocó la bandera de la ciudad con un
    crespón negro en el balcón consistorial. Un gran busto del poeta fue trasladado al
    salón de plenos. El busto era una réplica del colocado junto al Ayuntamiento en la plaza
    del Polvorista. La melena de león generoso del poeta flameaba sobre un gran libro en el
    que los portuenses dejaban su pésame. Sobre el libro, prendido en una sábana roja,
    destacaba la vara de mando de alcalde de Alberti. No en vano el poeta era alcalde
    honorario de El Puerto desde 1996. Dos libros de Alberti, La arboleda perdida y Marinero
    en tierra, brillaban con la nobleza de las viejas ediciones muy usadas, bajo una vitrina.
 Ramón Bayo, un jubilado de 78 años, acudió al Ayuntamiento a dejar su condolencia. Bayo
    conserva una carta que le envió Alberti desde su exilio argentino. Mi madre estuvo
    en el colegio con él. Alberti fue una gran personalidad del pueblo, explicó Bayo.
    Con todo, el jubilado no dejó de recordar el rechazo que suscitaba su figura entre muchas
    personas durante el franquismo en su localidad natal. Jesús, un estudiante de Trabajo
    Social de 19, también estampó su firma. He venido por admiración hacia él. Me
    gustaba su poesía. Hice un trabajo sobre Alberti en el instituto. Se nos ha ido una parte
    de la poesía, comentó Jesús. A ninguno de estos actos asistieron familiares del
    poeta por expreso deseo suyo y sólo participarán en una ceremonia privada para esparcir
    sus cenizas en las aguas de la Bahía de Cádiz, en una fecha que aún no se ha
    determinado.
   
      
        | Congoja  y elogios |  
        |  Ernesto Sabato: La ausencia de Rafael Alberti acongoja a
        todos los que tuvimos en él un símbolo de coraje, de fidelidad auténtica entre la vida
        y la palabra. Con enorme tristeza supe la noticia del fallecimiento de Rafael, uno de esos
        seres excepcionales, capaz de mantener el corazón vital, la mano tendida, siempre
        dispuesto para el compromiso. Seguirá alentando a quienes luchen por los ideales de la
        libertad y la justicia en un mundo cada vez más sediento de esa raza de hombres a la que
        perteneció Rafael. 
 
  Hebe de Bonafini: Alberti fue un poeta comprometido con
        su tiempo. Era ético y no negociaba los principios. Lo conocí en un recital de poesía
        que él hizo en honor a las Madres en España, a principios de los años ochenta. Y
        después vino a Buenos Aires donde firmó todo lo que le pedíamos. Leí la poesía de
        Alberti, y siempre me gustó como decía las cosas. Fue muy fuerte perderlo físicamente,
        aunque como nuestros hijos nunca morirá. 
 
  Mario Benedetti: Es el último superviviente de la
        Generación del 27. He leído varias veces su obra poética y, además de la
        calidad literaria, tenía una cualidad muy particular y es que su poesía no era difícil
        de captar, era una poesía clara, sencilla y luminosa, y por eso tuvo tantos lectores,
        porque su poesía era captable en primera instancia. Yo tuve una relación bastante
        amistosa con Alberti, sobre todo en España, lo visité en varias ocasiones en su casa de
        Madrid y en el Puerto de Santa María. Alberti tiene una significación muy especial para
        Uruguay, porque vivió un tiempo en mi país, y su hija Aitana, que ahora vive en Cuba,
        nació en Uruguay. Era un tipo muy amable, muy afable y generoso, siempre dispuesto a
        ayudar y a participar en actos de solidaridad por una u otra causa, por supuesto que
        siempre por causas progresistas. 
 
  Antonio Gala: Leerlo será como resucitarlo. Ha
        desaparecido... el poeta de la calle, el testigo de la guerra terrible y de la posible
        reconciliación tardía. 
 
  Recibimos con gran pena la triste noticia. Fue un insigne
        poeta que a lo largo de su extensa vida ha desgranado una obra llena de inspiración,
        compromiso y belleza. (Telegrama enviado por los reyes de España a los familiares
        del poeta.) |  
 
      
        | Por
        Manuel Vázquez Montalbán.El poeta comprometido
 |  
        | En la que fue década prodigiosa para la
        cultura en el Moscú de la revolución (1918-1928), los principales creadores europeos
        acudieron a aquella meca en busca de sí mismos. Si Kandinsky acepta inicialmente dirigir
        la política artística o Le Corbusier o Benjamin viajan a la que consideraban plataforma
        de lanzamiento de un profundo cambio mundial, no lo hacen para hacer turismo
        revolucionario o para demostrar su solidaridad beneficiente como intelectuales
        pertenecientes a la cultura burguesa, sino porque han soñado un nuevo destinatario
        social, el proletariado; un nuevo cliente que les permitirá realizar todos sus sueños,
        los que no les permitía el cliente burgués filisteo. No es de extrañar que la
        vanguardia cultural europea se hiciera comunista o se sintiera atraída por el comunismo,
        llevada por el impulso dialéctico de sumarse a la antítesis del sistema capitalista y
        sucederse a sí misma en una nueva síntesis. Vanguardia cultural y vanguardia política, interrelacionadas en momentos pasajeros, como
        en los tiempos inmediatamente posteriores a la Revolución Francesa en la primera década
        soviética o castrista y que siempre tuvieron su reacción Thermidor, en todos los casos
        representada por una apropiación indebida del impulso revolucionario más generoso y
        total. Relación que hemos de tener en cuenta al valorar a Rafael Alberti como poeta
        comprometido, lanzado a ese compromiso a partir de 1931, en coincidencia con los profetas
        del surrealismo que, a pesar de sus fundamentales talantes anarquistas, se hicieron
        comunistas porque aspiraban a una racionalidad con capacidad transformadora de las
        condiciones materiales esenciales de una nueva libertad total, a la medida de un supuesto
        hombre total.
 Alberti fue propagandista del Frente Popular ante las elecciones de febrero de 1936, como
        luego fue destacado dirigente del Batallón del Talento, tan mimado por Líster en el seno
        del V Regimiento, porque a Líster le gustaban los poetas y a los poetas les gustaba
        Líster, incluso a Hemingway, que le lanzó cien mil flores, y no sólo durante la guerra
        civil, sino diez años después, según consta por escrito. El poeta surrealista que
        había sido Alberti hasta convertirse en Poeta en la calle siguió siéndolo
        en la base de su visión del mundo, como una óptica de subversión que vio en los
        mártires del partido comunista durante la resistencia contra el franquismo, en el V
        Regimiento, en Dolores Ibárruri, materia de poesía porque cantaba a una vanguardia, lo
        más lógico para un vanguardista. Durante la guerra, junto a muchos e inmejorables poetas
        y artistas, animó la causa republicana como propagandista poético y la sirvió como
        director del Museo Romántico, en una evidente prueba de romanticismo.
 Y en el análisis de su obra exiliada se percibe la alternancia entre las odas, la pintura
        y las coplas a Juan Panadero, entre una poesía dentro de la historia y otra dentro de la
        cotidianidad que nunca pudo huir a la historia, desde un mismo propósito de cambio, de
        esa necesidad del futuro como esperanza a construir que animaba la teoría de la
        esperanza, nada teologal, de Bloch. Y al volver a España, el escándalo producido por el
        poeta alegremente septuagenario cantando a la Virgen de Triana como tributo a la
        reconciliación nacional entre los comunistas y las vírgenes más sagradas, hay que
        colocarlo en el capítulo de las intransigencias más sobadas. Alberti ha escrito, al
        menos desde 1931, sabiéndose privilegiada parte dentro de una división del trabajo que a
        él le ha dado las palabras y a los demás la posibilidad de leerlas o escucharlas. De
        ahí ha derivado un sentimiento de la responsabilidad del poeta con las palabras.
 El gran poeta pagó el precio de un intento de rebajarle en el mercado de lo selecto que
        tuvo entre otros efectos que no se le diera el Nobel y sí se le diera a Aleixandre como
        un recurso que ni Alberti ni Aleixandre se merecían, sin duda desconocedor el jurado
        sueco de que el joven Aleixandre había tenido veleidades criptocomunistas en el Madrid
        sitiado y habíaescrito tan sorprendentes versos como éstos: Madrid, a su espalda,
        la alienta,/ Madrid entero le sostiene!/ Un cuerpo, un alma, una vida,/ como un gigante se
        yerguen/ a las puertas de Madrid/ del miliciano valiente!/ ¿Es alto rubio, delgado?
        ¿Moreno, apretado fuerte?/ Es como todos. ¿Es todos?/ Se llama sólo/ ¡Pueblo invicto
        para siempre!.
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