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PRIMER DISCURSO DE UN RADICAL COMO MIEMBRO PLENO DE LA INTERNACIONAL SOCIALISTA
Una rosa sin espinas para De la Rúa

El escenario mostraba el símbolo del puño y la rosa junto al lema "Por una sociedad más humana, por un mundo más justo". En ese marco, De la Rúa se sumó al discurso socialdemócrata y aseguró que "en la Argentina yo hablaba del Nuevo Camino cuando aún nadie hablaba en el mundo de Tercera Vía". Después se reunió con el inglés Blair sin usar la palabra "soberanía", recibió del francés Chirac quejas por los radares y consiguió fotos con los dos líderes del Medio Oriente.

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Por Martín Granovsky
t.gif (862 bytes)  "Si tienen elecciones les doy un consejo: contáctense con la Internacional Socialista", recomendó ayer Fernando de la Rúa a 300 delegados de todo el mundo. En el escenario del congreso socialdemócrata número 21 lo escoltaban el símbolo del puño y la rosa y el lema "Por una sociedad más humana, por un mundo más justo". Socialistas de todo el mundo aplaudieron el último triunfo de uno de los suyos y se sintieron parte de él. No conocían el slogan "Dicen que soy aburrido", pero es como si ayer hubieran escuchado otro: "Dicen que soy socialista".

 

En junio último, un De la Rúa preocupado por absorber como una esponja cualquier novedad para ganar votos aprovechó la reunión del Consejo de la IS en Buenos Aires y se fotografió con el chileno Ricardo Lagos, el italiano Massimo D'Alema, el francés Pierre Maurois y el español Felipe González. A todos les dijo que pertenecían a la misma familia.

Ayer se reencontró con los familiares de la IS, que el austríaco Bruno Kreisky definía como "un club inútil, pero al que es obligatorio pertenecer". Como presidente electo, De la Rúa subió un peldaño en la consideración de los partidos hermanos. Los socialistas tratan de otra manera a los jefes de Estado o a los jefes de Gobierno, y a quienes lo fueron o están por serlo.

Por eso hasta le perdonaron la desprolijidad de ser el único delegado importante que no entregó su discurso por escrito. No podía hacerlo, en realidad, porque improvisó sobre la base de apuntes que fue tomando mientras hablaban los demás, entre ellos Tony Blair. Su mensaje, entonces, resultó impregnado de varias de las principales ideas socialistas de estos tiempos:

* "El equilibrio de fuerzas entre lo privado y lo público se ha roto, y hay que construir un espacio global para la política".

* "En la Argentina, como en el mundo, creemos en el valor de la solidaridad colectiva y la responsabilidad individual".

* "La movilidad de capitales es extraordinaria, y por eso debemos evitar los movimientos especulativos".

* "En la Argentina yo hablaba del Nuevo Camino cuando aún nadie hablaba en el mundo de Tercera Vía".

* "No podemos entregarnos al mercado como deidad".

* "El Estado tiene que dar una respuesta activa para la gente".

* "Los temas de la nueva agenda internacional son el hambre, la exclusión, la pobreza, el medio ambiente, los discapacitados, los ancianos, los derechos humanos".

Más cerca de Lord Keynes que de Karl Marx, el socialismo de De la Rúa y sus compañeros de la IS revela la existencia de un deseo más o menos regulador tras el huracán liberal. El futuro presidente sumó dos apotegmas propios:

* "Hay que combatir la corrupción".

* "La gente descree de la política cuando percibe que la política se sirve a sí misma".

El segundo punto forma parte de un debate no público en la Internacional. En privado, los socialistas franceses de Lionel Jospin acusan a los mitterrandistas no sólo de haber financiado ilegalmente la política sino de haberlo hecho, incluso, en beneficio del bolsillo propio. Y lo mismo sucede en España con los cuestionamientos a Felipe González y Alfonso Guerra.

En cuanto a la corrupción, el debate no es ni sordo. No es. Nadie preguntó aún en París --siquiera en términos cándidos-- por qué los gobiernos europeos no frenan, por ejemplo, la guerra de sobornos de las empresas de servicios públicos cuando disputan los mercados de América latina con los Estados Unidos.

Ayer, en las catacumbas del centro de convenciones de las afueras de París donde funciona la Internacional Socialista, decenas de televisores instalados en los pasillos transmitían los discursos en directo para los que quisieran escapar por un momento del anfiteatro. Temprano en la mañana, Felipe González salió a fumar un cigarro contra el sopor. Ya al mediodía, De la Rúa cerró la primera tanda de mensajes. Era la una y puñados de socialistas buscaron el aire libre para comer al menos una ensalada y un platito de camembert con vino Bordeaux. La tele mostraba un corto con las conclusiones de la Comisión para el Cambio Global. Chicos negros, chicos blancos, chicos amarillos, mujeres, mujeres y más mujeres, una frase de Willy Brandt sobre la esperanza, rosas, banderas ondeando. Y al final, un tema cantado por Joan Manuel Serrat, que puesto allí parece la ironía de un pícaro. Empieza así: "El mundo fue y será una porquería, ya lo sé...".

 

CLAVES

* En el primer discurso de un presidente del partido radical como parte de la Internacional Socialista, Fernando de la Rúa agradeció a los socialdemócratas su apoyo para la campaña electoral.
* Al planteo general de "gobernar la globalización" agregó una crítica a la política separada de la gente y sugirió poner la corrupción como tema.
* Con Blair no mencionó la palabra "soberanía" ni "Malvinas".
* Recibió un comentario quejoso de Chirac por la licitación de radares que dejó fuera a la francesa Thompson.
* Se fue con una carta de Federico Storani en la que éste le deja las manos libres para designar al presidente de la Cámara de Diputados.
* Antes de regresar a Buenos Aires prometió que su primer tema en la Argentina será el presupuesto.

LOS INVITO A VISITAR LA ARGENTINA
De la Rúa en el medio de Barak y Arafat

Por M.G.
Desde París

t.gif (862 bytes) Yasser Arafat lo tomó de la mano y salió con él de la habitación del Hotel Raphael. Era la tercera entrevista en dos años de Fernando de la Rúa con el presidente de la Autoridad Palestina, y la primera en que, como presidente electo, lo invitaba formalmente a visitar la Argentina.

El encuentro fue rápido, y el propio De la Rúa dijo en rueda de prensa que Arafat "siempre recuerda mi visita a Gaza". El líder palestino lo invitó a Belén, al norte de Jerusalén, aprovechando que los festejos del nuevo milenio durarán dos años.

na03fo02.jpg (10442 bytes)La gira por Medio Oriente vía París incluyó al primer ministro israelí Ehud Barak, al que De la Rúa prometió "poner todo el esfuerzo que podamos contra el terrorismo". El próximo presidente argentino hizo esa promesa cuando hablaban de los atentados en la Argentina.

--Reafirmé mi afecto hacia el Estado de Israel --informó también--. Le hice presente que yo fui el autor de la ley contra la discriminación.

Como Arafat, Barak recibió su invitación correspondiente para viajar a la Argentina.

Carlos Menem acercó las relaciones con Israel a límites no imaginados antes por los propios israelíes. El Presidente cambió las instrucciones de voto en las Naciones Unidas, ordenó salir del Movimiento de Países No Alineados y hasta reconoció carácter central a Jerusalén, una reivindicación israelí que los palestinos no admiten.


ENCUENTRO EN ESPAÑA

Por si fuera poco, Aznar

Por si fueran pocas las manos ilustres que estrechó ayer Fernando de la Rúa, el presidente electona02fo02.jpg (8043 bytes) aprovechó la escala en Madrid del avión que lo traía de regreso a la Argentina para reunirse brevemente con el presidente del gobierno español, José María Aznar. El encuentro sirvió para calificar de muy buenas las relaciones bilaterales y conversar sobre la Cumbre Iberoamericana que se celebrará en La Habana. De la Rúa le explicó a Aznar que no considera oportuno asistir a una cita a la que Menem ya anticipó el faltazo. Ninguno quiso aclarar si se habló del fallo del juez Garzón, que pidió la captura internacional de 98 represores argentinos, pero los dos se preocuparon por aclarar que las relaciones "están por encima de determinadas eventualidades".


Malvinas no fue el tema central en el encuentro con Tony Blair

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Por M. G.
Desde París

t.gif (862 bytes) Con Tony Blair, las Malvinas no fueron el tema central, y Fernando de la Rúa sólo exhortó a "resolver los puntos pendientes en relación con las islas", así, sin mención de la soberanía o el nombre del archipiélago. Tony resultó ayer la estrella principal en el horizonte internacional del presidente electo.

"Blair me felicitó por el triunfo", contó De la Rúa por la tarde, en el lobby del Hotel Hilton donde paró la delegación argentina, después de superar la jornada de ocho horas. "Le dije que éramos de la misma familia política", recordó.

La entrevista fue inusualmente larga, 45 minutos, y sin traducción, de modo que ambos aprovecharon el tiempo. En inglés, De la Rúa le dijo que él proponía combinar desarrollo económico e integración social, y presentó a Aníbal Ibarra como candidato a jefe del gobierno porteño.

--Nosotros vamos a elegir al alcalde de Londres por voto popular, y puede ganar un progresista --acordó Blair.

Después, como si hablara de la Argentina, el primer ministro británico se quejó de que las empresas hubieran sido privatizadas "en condiciones monopólicas y con beneficios extraordinarios".

--Lo mismo pasa en nuestro país --repuso De la Rúa--. Legalmente no podemos cambiar el régimen, pero la política de mi gobierno será insuflar competencia para la reducción de tarifas.

Jesús Rodríguez, que había arreglado los últimos detalles del encuentro mediante papelitos a los delegados laboristas, subrayó ese punto.

--Queremos fortalecer los vínculos políticos con el Reino Unido --dijo en otro momento De la Rúa.

--Nosotros buscamos recuperar las relaciones históricas con la Argentina --coincidió Blair, y luego cotizó su opinión--. Su país tiene gran importancia comercial.

--Esas relaciones deben fortalecerse a pesar de los problemas pendientes sobre las islas --siguió De la Rúa.

--Seguiremos comprometidos en trabajar paso a paso --cerró el capítulo Blair.

Traducción al castellano:

* "Problemas pendientes": "Tenemos una disputa de soberanía, Tony, pero hoy no quiero fastidiarte".

* "Paso a paso": "Ni hablar de soberanía, Fernando, sigamos negociando de a poquito que así estamos bien".

La disputa territorial, por supuesto, dejó de formar parte de la agenda común desde que Londres ganó la guerra de 1982.

La fórmula de no mencionar la soberanía en una reunión cumbre fue inaugurada por Carlos Menem en 1995, cuando el conservador John Major era primer ministro. De la Rúa la desafió cuando recibió al príncipe Carlos en Buenos Aires, a quien planteó que existía una diferencia por las Malvinas. Ayer, como presidente electo, frente a Blair, que gobierna pero no reina, archivó ese desafío, aunque después prefirió ser un poco más contundente en la rueda de prensa:

--Lo fundamental es el diálogo y la negociación. Tenemos un ámbito deseable, que es la ONU, lo cual no excluye la vía bilateral.

Y agregó, imaginando los títulos:

--¿Qué quieren? ¿Que diga que no voy a hacer lo mismo que Menem? Voy a dialogar, pero no será igual que él. Cada uno tendrá su estilo.


MANO A MANO CON EL PRESIDENTE FRANCES
Chirac con todos los radares encendidos


Por M. G.
Desde París

t.gif (862 bytes) "Discúlpeme que le dé un consejo, pero quizá le convenga llamar de nuevo al presidente Menem", le dijo Aníbal Ibarra al presidente francés Jacques Chirac. La recomendación llegó después de que Chirac comentara que, cuatro meses atrás, habló con Menem para reclamar contra la concesión del sistema de radares a un consorcio mixto ítalo-norteamericano.

La licitación dejó afuera a la empresa francesa Thompson, que confía en dos cosas. Una, que el ministro de Defensa Jorge Domínguez convenza a Menem de que hay que volver atrás. Es improbable, porque Domínguez está muy entusiasmado con la radarización tal como está acordada. Y ahí viene la segunda alternativa: que cuando De la Rúa asuma haga suya la promesa de su ministeriable de Obras Públicas, Nicolás Gallo, de que hará caer la operación. Ayer sólo dijo a Chirac que lo estudiaría.

A la vez, De la Rúa, que se trató con Chirac de "querido amigo", quiso ser preciso con su mensaje:

--Vamos a respetar los principios de legalidad y seguridad jurídica, y yo rescato la importancia de la transparencia del Estado en la lucha contra la corrupción.

Después pidió a Chirac que, ante cualquier problema, no dude en llamarlo.

na02fo03.jpg (10389 bytes)En la entrevista el presidente francés no defendió a Renault, suficientemente resguardada por el embajador en la Argentina, Paul Dijoud, según el cual el país no tiene seguridad jurídica después de que la Justicia cordobesa abrió una causa por contrabando. Y ninguno retomó el tema de las tarifas de los servicios públicos y la renegociación de contratos. De la Rúa sólo mencionó al pasar la cuestión de los precios del teléfono.

La continuidad de las inversiones fue también el núcleo del mensaje frente a un grupo de grandes gerentes de grupos con intereses en la Argentina, como Carrefour, Banco Supervielle, Elf, Chargeur y Paribas, representada ésta por un viejo conocido de la Argentina, el ex director del Fondo Monetario Jacques de Laroisiere.

De la Rúa no quiso ser formal y buscó en todo momento que la charla --descripta por dos de los presentes a Página/12 como muy medida en los términos-- no quedase como actividad de Estado.

--Por favor, no anoten --pidió por ejemplo a los funcionarios de la embajada que lo acompañaron en París.

Con los empresarios no se habló de corrupción.

Al encuentro con Chirac De la Rúa llevó también la preocupación argentina por los subsidios europeos a la producción agrícola, que quitan competitividad a las exportaciones argentinas.

--Hay que fortalecer las relaciones entre Europa y América latina --dijo Chirac.

--Y discutir los subsidios --siguió De la Rúa.

--Sí --dijo Chirac--. Pero sin pasión.

Y agregó:

--España, que apoya la baja de subsidios, quiere debatirlo con pasión. Nosotros no estamos de acuerdo.

España, como Italia, no compite en productos primarios con la Argentina. Francia, en cambio, no abandonó la política de subsidios a sus productores por razones políticas: aunque la Francia profunda, como se llama al interior rural, no representa más del 3 por ciento del producto bruto, pesa en la tradición, en el mito, en las familias y en el voto.

 

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