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OPINION

¿Disciplina o educación?

Por Raúl Aragón *

Ante la plausible legislación de la Ciudad de Buenos Aires sobre los problemas de convivencia en sus establecimientos, caben ciertas precisiones. Se intentó un consejo de convivencia en el ex Colegio Nacional Avellaneda en los años '80, que cayó en desuso por dos circunstancias: 1) Porque creaba una confrontación permanente entre padres y docentes. 2) Porque dejaba en suspenso durante semanas la definición de las situaciones. Lo reemplazamos por los consejos de alumnos por aula, convocados por los profesores tutores, electos por los alumnos, donde se dirimen los conflictos, con componentes de exigencia ética, aciertos generales en las soluciones y rapidez en las propuestas que se elevan al rector para su decisión e implementación final. Se complementan las medidas correctivas con expedientes muy simples, tales como --contra la pauta reglamentaria generalizada-- autorizar al docente con alumnos inquietos que no le permiten dar una clase a retirarlos del curso durante la misma, encomendándoles una tarea escrita a corregir. Pero dichos recursos no van a la esencia de la cuestión convivencial.

Los problemas que se plantean en el ámbito escolar deben tratarse como partes de un proceso educativo integral. Se debe comenzar por establecer, con mucha claridad y en forma consensuada, cuáles son los principios de la comunidad escolar. Excelencia académica, participación, libertad, ideales, solidaridad, salud pueden ser, por ejemplo, los vectores de orientación de un proyecto específico. La participación se puede dar, como en el Avellaneda, mediante un consejo consultivo con representantes de los padres (cooperadora), de los profesores (jefes de los departamentos de materias afines, elegidos por sus colegas), de los preceptores y de los alumnos (centro de estudiantes). Excelencia académica, intensificando la labor de los alumnos, con prioridad de la investigación y de la creatividad. Es necesario reestablecer el régimen de incompatibilidades horarias. No más de 36 horas-cátedra de 40 minutos por semana --pues las actuales semanas laborales de 60 o 70 horas-cátedra afectan la salud psíquica y física de los docentes y sus posibilidades de informarse y de corregir trabajos escritos--. Para reestablecer jornadas humanizadas del trabajo docente se debe duplicar al menos su remuneración, para no profundizar el desequilibrio remunerativo que padece la profesión enseñante. Con métodos activos, ya que no hay peor situación de alumnos y de docentes que condenarlos a la pasividad de largos y monótonos discursos y de lecciones repetitivas de los textos.

Hace ya 12 años que en el Avellaneda los alumnos de quinto año se preparan para la vida universitaria por seminarios, formando grupos de 4 o 5 chicos que reciben durante un bimestre los contenidos fundamentales de cada materia, debiendo preparar en el bimestre siguiente una monografía sin otra concurrencia a clases que una consulta quincenal de seguimiento. Al fin del semestre, cada grupo defiende su trabajo. En el segundo semestre se reitera el procedimiento. Además, se han fomentado las actividades que movilizan a los estudiantes y los vinculan afectivamente entre sí y con los docentes. Excursiones al interior, visitas a cines, teatros y museos. También se buscó una salida laboral --un bachillerato especializado en computación administrativa--, retomando la experiencia de 1974 en el Colegio Nacional de Buenos Aires en computación y en recreación. Con todo ello se incentiva el interés en el estudio y la responsabilidad. Siempre tener en cuenta la salud de estudiantes y docentes, fomentar la solidaridad, promover la asunción de ideales que hacen a la salud del espíritu, desde la religión, la moral y la historia, proteger la capacidad de iniciativa para que la libertad sea una vivencia, más allá del imaginario.

* Ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires y del Colegio Nacional Nicolás Avellaneda. Actualmente es juez.

 

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