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ENTREVISTA AL SOCIOLOGO FRANCES ALAIN TOURAINE
“Izquierda y derecha se dieron vuelta”

El pensador francés avisa, con mordacidad, que ahora “la derecha es colectivista y la izquierda es individualista”. Y que ya no hay discursos monolíticos, sino  una confusión que puede ser creativa y original.


Por Eduardo Febbro
Desde París

t.gif (862 bytes)  “Perdone: ¿usted es de izquierda o de derecha, progresista o más bien de centro?”. “Bueno, de derecha no soy... pero, a ver, si tomo por la tercera vía en una de ésas me pierdo. En cambio, si camino por el nuevo centro no distingo muy bien... y si voy acompañado por alguien de la nueva izquierda, tengo miedo de olvidarme cómo era la de antes. En cuanto a lo de progresista, todavía no sé qué quiere decir. La verdad, me cuesta responderle”. Entre la guerra de definiciones y liderazgos entre los distintos líderes políticos, las transformaciones de la izquierda, los cambios de nombres de los partidos y las alianzas entre fuerzas de izquierda moderada, centristas, ecologistas y comunistas -.así ocurre en Francia-., la definición conceptual de lo que significa hoy ser de izquierda es un rompecabezas.
El gobierno francés está basado en un armazón que une a socialistas, verdes y comunistas; elna34di01.jpg (38075 bytes) alemán, en una alianza entre ecologistas y sectores de derecha de la socialdemocracia; el italiano es una mezcla de todo lo que existe en el tablero político y el Británico parece ser un invento genuino del primer ministro Tony Blair. ¿Quién y cómo se es de izquierda? ¿Cómo hacer la síntesis en medio de tantas vías? Nada resulta más complicado, incluso para los mismos socialistas franceses que trabajan en el texto que será adoptado en París durante la internacional socialista -.7 de noviembre próximo–. El ex primer ministro socialista Pierre Mauroy, presidente de la Internacional, reconoció hace unos días que era muy posible que “incluso no se pueda hacer la síntesis” entre las distintas propuestas. Página/12 intentó buscar respuestas con un pensador representativo de la corriente de izquierda. El sociólogo francés Alain Touraine, famoso por sus libros y sus polémicas.
–¿Qué es para usted una democracia progresista?
–Su pregunta me llama la atención: ¿por qué progresista? Yo creo que el concepto de izquierda es válido aún, que se lo puede emplear sin rodeos. Me parece que hoy la gran complejidad de las cosas, la enorme confusión que impera radica en que las diferencias entre la izquierda y la derecha se dieron vuelta. Antes, la derecha era individualista y la izquierda, colectivista. Hoy es al revés: la derecha es colectivista y la izquierda, individualista. ¿Qué quiere decir colectivista? De manera sumaria, la derecha nos dice: el mercado, el sistema, las redes, el mundo internacional, es decir, las fuerzas impersonales. La izquierda, por el contrario, es esencialmente individualista, o sea que defiende la libertad del individuo, la libertad de creación, los derechos humanos, digamos: derechos humanos; políticos, sociales y culturales. Por ejemplo, tomemos una imagen: si digo “la educación debe estar centrada en torno de la transmisión de los valores de la sociedad”. Esa es la definición de la derecha. En cambio, si enuncio que “la escuela debe darles al individuo, al niño, la capacidad de elegir libremente”. Esa es una definición de izquierda. Actualmente, tanto la izquierda como la derecha tienen grandes dificultades para definirse en términos de representatividad. A la izquierda nos encontramos con una primera y una segunda izquierda. Hay una izquierda arcaica que dice “igualdad, intervención del Estado en un sentido igualitario”. Luego hay una segunda izquierda, que es la que accede cada vez más al poder, que es más individualista, que defiende las chances del individuo, el reconocimiento de la diversidad. A la derecha me parece que reina una confusión total. Por el momento, en Europa, no veo más ninguna derecha. En los países de América latina, tradicionalmente, si tomo por ejemplo el Brasil, nunca hubo un partido de derecha. Diría lo mismo para la Argentina, donde el partido de derecha es el Ejército. Creoque el problema que conoce la derecha es que es liberal pero, a diferencia de antes, cuando podía popularizar sus valores con el tema de la nación, ahora ya no puede hacerlo. Con la mundialización, la construcción europea, ya no se puede ver muy bien qué quiere decir eso de nación. En todo caso, se hace evidente que, en el clima de la izquierda, aparece una corriente más libertaria que republicana o estatista: cualquiera sea el vocabulario, comunista, socialista, la izquierda defendió a las mujeres, a los homosexuales, las minorías, las etnias.
–¿Cómo es entonces esa izquierda del tercer milenio, capaz de hacerse cargo de la fractura social e integrar esos componentes?
–Es muy peligroso definir a la izquierda, como se hace muy a menudo en América latina y en Francia, mediante la hostilidad a la economía de mercado. Desde luego que no vamos crear un nuevo peronismo o un nuevo gaullismo. Si usted cree que la apertura internacional de la economía aplasta las sociedades, entonces no sea ni de izquierda ni de derecha sino un extremista de extrema derecha o de extrema izquierda. Definirse así es hablar en el aire. El planteo es que sólo se puede hablar de democracia y de izquierda cuando se admite que en el marco de una economía abierta internacionalmente hay una fuerte posibilidad de intervención política y social. Si no se cree en eso, a lo sumo se puede ser de derecha, o más bien de extrema derecha, pero de ninguna manera de izquierda. Todos los que hablaron de pensamiento único, de horror económico, pues bien, eso no es un pensamiento de izquierda sino un pensamiento desesperado. Es una denuncia que en el fondo afirma: “no podemos hacer nada”. Entonces... si no se puede hacer nada, lo mismo vale ser de derecha. Creo que estamos descubriendo ahora que todas esas ideas son falsas. Se trata de una ideología muy nociva que se expandió por el mundo.
–Usted afirma que denunciar el pensamiento único no sirve, que con eso no se es de izquierda.
na34di03.jpg (28453 bytes)–Claro, no es suficiente y además resulta falso. En primer lugar, la idea según la cual estamos dominados por el mercado, francamente no veo de dónde la gente saca eso. Es cierto que a veces estamos dominados por algunos vastos fondos de pensión, algunas empresas transnacionales, el Banco Mundial... Pero, la verdad, el mercado propiamente dicho, el mercado en competencia, no hay mucho. La mundialización de la economía no es la mundialización de una economía de mercado. En segundo lugar, no puede confundirse una economía de mercado con la autonomía de las finanzas en relación con la economía. Es obvio que debemos luchar contra la autonomía del capital financiero... En tercer lugar, la economía no son solamente los intercambios internacionales. Hasta diría que eso se reduce cada vez más. Por ejemplo ¿qué es el Mercosur? Mercosur quiere decir que el comercio entre el Brasil y la Argentina es un comercio interior y no internacional. Lo mismo ocurre en la Unión Europea. No se puede considerar más el comercio entre Francia, Italia o Alemania como un comercio internacional ya que se da dentro de un espacio regido por una moneda única. No hay que confundir las cosas: la economía es ante todo la producción y, hoy, la producción es la tecnología, la investigación científica y tecnológica. En este sentido, la debilidad de Europa con respecto de EE.UU. no es el dólar sino el monopolio norteamericano de las nuevas tecnologías. La gran debilidad de América latina siempre fue su escasa innovación tecnológica. Por eso digo que es tan importante hablar de tecnología como de finanza internacional. Y cuando digo tecnología me refiero a la educación, que es vital. Cualquier economista puede certificarle que, en la actualidad, el factor determinante es la educación, la formación. No veo por qué la apertura económica determinaría el reparto de las riquezas. Por eso no tenemos el derecho de afirmar que la economía se reduce a los intercambios mercantiles. La tecnología y el reparto de las riquezas son tan importantes como los intercambios. Lonuevo en el mundo de hoy radica precisamente en eso: los lazos entre el reparto de las riquezas, la producción y la formación son cada vez más importantes.
–Para usted, el mercado no es el gran demonio.
–Diría que esa imagen del mercado todopoderoso es una imagen completamente arcaica. Tal vez fue cierta en 1900, en el momento del gran triunfo de la economía inglesa. Hoy ya no. El desarrollo, por ejemplo, no se dará ya hacia adentro sino desde adentro. Los factores internos adquieren mucha trascendencia. Ese es precisamente el gran problema de un país como Argentina. Era un país exportador que no se industrializó durante la guerra mientras que Brasil y Chile lo hacían. La Argentina lleva 10 años de un período de cambios y de potentes desigualdades.

 


“La tercera vía  es un ‘basta’”


–¿Cuál es el balance que usted hace de estos 10 años?
–En primer lugar, lo que podemos decir es que el siglo XX resultó un siglo corto: digamos que comenzó en 1914, que es el fin del siglo XIX, y terminó en 1989. El fin del sistema soviético y comunista es una fecha fundamental. En América latina, a partir de 1989 ya no existe más la elección entre dos modelos opuestos. Quedan, obviamente, muchas otras elecciones posibles. Esa idea del modelo único y del pensamiento único es una falacia. Pero la idea de que existía un contramodelo social, político, cultural, ideológico, como los modelos soviético y cubano, eso se acabó. No vale la pena discutir sobre lo que es la evidencia encarnada. Por consiguiente, diría que la caída del Muro es una fecha fundamental. Sin embargo, el error, el error al estilo Fukuyama, consiste en creer que la caída del Muro, que el fin de la guerra fría con la victoria norteamericana quiere decir que de ahora en más sólo queda un modelo único. Me permito recordarle que una parte importante del mundo vive bajo el régimen chino, es decir, en un régimen perfectamente autoritario. Después del shock de la caída del Muro de Berlín, al cabo de estos diez años transcurridos marcados por el triunfo de la ideología liberal, vemos reaparecer el deseo de una “tercera vía”. Es una expresión tan vaga que no quiere decir nada. Pero, en todo caso, esto está indicando un marcado “basta”, un “estamos cansados del terremoto liberal”. Hemos destruido las casas viejas: ahora debemos reconstruirlo todo. Necesitamos reintroducir los problemas sociales y políticos en las lógicas de la acción gubernamental.




OPINION

Por Fidel Castro

El nuevo orden es insostenible

t.gif (862 bytes) El sistema actual es insostenible, porque se sustenta sobre leyes ciegas, caóticas, ruinosas y destructivas de la sociedad y la naturaleza. Los propios teóricos de la globalización neoliberal, sus mejores académicos, expositores y defensores del sistema se muestran inciertos, vacilantes, contradictorios. Hay mil interrogantes que no pueden ser respondidos. Es hipócrita afirmar que la libertad del hombre y la absoluta libertad del mercado son conceptos inseparables, como si las leyes de éste, que han originado los sistemas sociales más egoístas, desiguales y despiadados que ha conocido el hombre, fuesen compatibles con la libertad del ser humano, al que el sistema convierte en una simple mercancía. Sería mucho más exacto decir que sin igualdad y fraternidad, que fueron lemas sacrosantos de la propia revolución burguesa, no puede haber jamás libertad, y que la igualdad y la fraternidad son absolutamente incompatibles na36fo01.jpg (9655 bytes)con las leyes del mercado. Las decenas de millones de niños en el mundo obligados a trabajar, a prostituirse, a suministrar órganos, a vender drogas para sobrevivir; los cientos de millones de personas sin empleo, la pobreza crítica, el tráfico de drogas, de inmigrantes, de órganos humanos, como el colonialismo ayer y su dramática secuela actual de subdesarrollo, y cuanta calamidad social existe en el mundo de hoy, se han originado en sistemas que se basaron en esas leyes. No es posible olvidar que la lucha por los mercados originó la espantosa carnicería de las dos guerras mundiales de este siglo. Tampoco se puede ignorar que los principios del mercado son parte inseparable del desarrollo histórico de la humanidad, pero cualquier hombre racional tiene todo el derecho a rechazar la pretendida perennidad de tales principios de carácter social como base del ulterior desarrollo de la especie humana. Los más fanáticos defensores y creyentes del mercado han terminado convirtiéndolo en una nueva religión. Surge así la teología del mercado. Sus académicos, más que científicos, son teólogos; es para ellos una cuestión de fe. Por respeto a las verdaderas religiones practicadas honestamente por miles de millones de personas en el mundo y a los verdaderos teólogos, podríamos sencillamente añadir que la teología del mercado es sectaria, fundamentalista y antiecuménica. Por muchas otras razones, el orden mundial actual es insostenible. Un biotecnólogo diría que en su mapa genético aparecen numerosos genes que lo conducen a su propia destrucción.
Nuevos e insospechados fenómenos surgen, que escapan a todo control de gobiernos e instituciones financieras internacionales. No se trata ya sólo de la creación artificial de fabulosas riquezas sin ninguna relación con la economía real. Tal es el caso de los cientos de nuevos multimillonarios que surgen al multiplicarse en los últimos años el precio de las acciones de las bolsas de valores en Estados Unidos, como un gigantesco globo que se infla hasta el absurdo con grave riesgo de que tarde o temprano estalle. Ya ocurrió en 1929, originando una profunda depresión que duró toda una década. Que el actual orden económico es insostenible lo evidencia la propia vulnerabilidad y endeblez del sistema, que ha convertido el planeta en un gigantesco casino, a millones de ciudadanos y en ocasiones a sociedades enteras en jugadores de azar, desvirtuando la función del dinero y de las inversiones, ya que aquéllos buscan a toda costa no la producción ni el incremento de las riquezas del mundo, sino ganar dinero con dinero. Tal deformación conducirá a la economía mundial a un inevitable desastre. Hay que programar el desarrollo del mundo. Esa tarea no puede quedar en manos de las transnacionales y de las ciegas y caóticas leyes del mercado. La Organización de Naciones Unidas constituye una buena base, reúne ya mucha información y experiencia; hay que luchar simplemente por democratizarla, poner fin a la dictadura del Consejo de Seguridad y a la dictadura dentro del propio Consejo, al menos ampliándolo con nuevos miembros que ostentan ese carácter y cambiando las reglas para la toma de las decisiones. Hay que ampliar, además, las funciones y la autoridad de la Asamblea General. Ojalá no sea mediante crisis económicas catastróficas que aparezcan soluciones. Miles de millones de personas del Tercer Mundo serían las más afectadas. Un elemental sentido de las realidades tecnológicas y del poder destructivo de las armas modernas nos obliga a pensar en el deber de impedir que los conflictos de intereses que inevitablemente se desatarán conduzcan a guerras sangrientas.

 



ENTREVISTA A JORGE CASTAÑEDA
“EE.UU. sigue tentándose”


Por Mónica Flores Correa

Desde Nueva York

t.gif (862 bytes) Para Jorge Castañeda, periodista y teórico de izquierda, el derrumbe del imperio soviético tuvo un impacto doble en Latinoamérica, con un aspecto negativo y otro favorable. “Hubo un impacto negativo porque la hegemonía ideológica y política de las llamadas reformas de mercado o neoliberalismo se impusieran en forma categórica y más fácilmente. Se debilitaron los paradigmas tradicionales de las elites latinoamericanas, trátese del consenso “cepalino”, trátese de una cierta autonomía de proyecto. Por ello, el consenso de Washington entró sin resistencia”, dijo el profesor de ciencias políticas a Página/12.
“Este es un proceso que ya había empezado y que se hubiese dado igual. Pero la caída del Muro lo aceleró y lo facilitó”, opinó el académico que actualmente dicta un curso en la Universidad de Nueva York. La otra consecuencia fue la transformación y actualización de la izquierda latinoamericana. “Este impacto fue mucho más positivo. Y es un proceso que también se había iniciado con anterioridad y que, a partir de los acontecimientos de Europa oriental, cobró más ímpetu y se desarrolló en forma más contundente. La izquierda se distanció del socialismo de Moscú, de Cuba, del autoritarismo y ahora se encuentra en busca de una identidad pertinente”, señaló.
Castañeda dijo que no creía que las clases políticas de la región hubiesen cambiado desde el colapso de la Cortina de Hierro: “Siguen siendo hábiles, mañosas, pero muy cortoplacistas. No tienen una visión estratégica para sus países, con la excepción de Brasil. Las dirigencias políticas de izquierda han iniciado un proceso de “aggiornamento”, pero es incipiente, en parte, porque son las mismas dirigencias que estaban antes. No hay muchos países donde se haya dado un cambio de la liderazgo, quizá una excepción sea la Argentina y también Venezuela”.
Otro cambio concreto es que Estados Unidos ya no necesita dictaduras para sus fines geopolíticos. “Puede necesitarlas por otros motivos, como ha sido el caso de México, cuyo gobierno hasta hace poco se parecía a una dictadura a la que EE.UU. apoyaba por razones de política interna y fronterizas”, observó. Para Castañeda, en la relación entre EE.UU. y la región se han producido modificaciones y también hay ciertas continuidades. “Vemos una continuidad en la tentación que siente EE.UU. de involucrarse en conflictos internos de ciertos países cuando cree que su seguridad está amenazada. Esta sería la situación que ahora existe con Colombia y la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla”, dijo el intelectual. Explicó que esta visión de la seguridad “puede estar dada en términos estratégicos, locales, como lo fue en los primeros treinta años del siglo. Puede ser una visión geopolítica como durante la Guerra Fría, entre 1947 y 1989. O puede estar representada ahora por motivos migratorios o de narcotráfico. En cualquier caso, hay una gran continuidad en la tentación intervencionista”. Pero EE.UU. actúa en forma distinta. “Procede con mucha más prudencia, calma y meticulosidad. Lo vemos también en el caso de Colombia. No se ha lanzado allí a la aventura sino que está buscando alternativas porque tiene miedo de que esta empresa le salga mal”, dijo.

 

 

 

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