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El debut teatral de Los Caballeros de la Quema

En el Opera, ante 1500 personas, la banda de Iván Noble repasó todos sus discos y aclaró su postura frente a la ortodoxia rockera.

Escenario: La banda sacudió con “Patri” y, mientras todos saltaban, Iván Noble preguntó: “¿Quién dijo que los teatros eran fríos?”.

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Por Pablo Plotkin

t.gif (862 bytes)  “El asunto es que lo único que tiene una banda de rock para darles a ustedes son canciones. Nosotros escribimos ésta en una vieja y arrugada sala de ensayo de Morón, cuando todavía ni soñábamos que nos pasaría todo lo que nos está pasando.” El breve preámbulo que Iván Noble pronunció antes de “Primavera negra” encierra una idea que últimamente explicó más de lo que le gustaría. El “somos una banda de rock y sólo hacemos canciones” va para el sector más conservador de su público que exigió explicaciones cuando Noble saltó los decorados del rock (como diría el Indio Solari) al hacerse popular su affaire fugaz con Natalia Oreiro. El viernes a la noche, ante las 1500 personas que casi llenaron el teatro Opera, Los Caballeros de la Quema tocaron canciones viejas y nuevas. “Primavera negra”, aquella que estaba envasada en un demo germinal de 1991, y “Avanti Morocha”, la épica canción de amor incluida en La paciencia de la araña, su último álbum, que les valió fama, top ten y mujeres.En las últimas filas del Opera, un personaje emblemático del pensamiento sacerdotal de aguante rockero: un grandote que bailotea, canta y se excita como pocos con cada una de las canciones de la banda (salvo con “Avanti morocha”, en la que baja los pulgares) y putea a los gritos cuando Noble habla entre tema y tema, demandándole “huevos” y todo tipo de cosas. El teatro no fue un problema. Si bien las butacas sólo estorbaron a un público acostumbrado a otros lugares, había espacio para bailar y llegar hasta el escenario (al final unos treinta chicos y chicas terminaron ahí arriba). Se subió el telón, la banda sacudió con “Patri” –una canción de Manos Vacías, de 1993– y mientras todos saltaban el cantante comentó: “¿Quién dijo que los teatros eran fríos?”. El show estaba programado para Obras, pero la clausura los obligó a buscar otro lugar. Noble se refirió a las bandas que sufrieron la medida y provocó la adhesión entusiasta del público cuando mencionó el caso de La Renga, a quienes se les negó el permiso para tocar en Platense el fin de semana pasado.En la primera parte sonó el rock más crudo de los Caballeros, con “Patri”, “Todos atrás y Dios de 9” y “Huelga de princesas”, el relato de una noche de fracasos. Esa clase de historias y personajes es acerca de los que más le gusta escribir a Noble: los antihéroes, los perdedores (“4 de Copas”), y los tipos duros de las novelas de Norman Mailer. “Laburo de nenas”, una canción de Perros, perros y perros (1996), que parece el soundtrack de una serie de espionaje, la dedicó “a los Clint Eastwood y a los Al Pacino de esta vida”. Lito Vitale se puso a los teclados para el pasaje íntimo del show: “De mala muerte” y “Mal”, sus baladas menos eufóricas, son también la parte más personal del repertorio caballero. Al contrario de los reggae recargados de lunfardo y forzada actitud de compadrito como “No chamuyes” o la versión en ska acelerado de “Malvenido”, con la sección de vientos adornando los pasajes instrumentales.Después, “Avanti morocha” y “Oxidado”, dos páginas de amor exitosas de La paciencia de la araña, la biografía rockera “Celofán” (“mi papá me avisó: no te encames con el rock”) y “Milwaukee”, una historia de habitaciones de hotel sucias y puñaladas en medio de un talk blues. Cerraron con “Rajá Rata” y volvieron para tocar la sabinesca “Mientras haya luces en el próximo bar”, “Carlito” y “Madres”. “Cuando escribimos esta canción, los periodistas dijeron que éramos ‘políticamente correctos’”, recordó Noble, acostumbrado a dar explicaciones. “Si lo contrario a eso significa ser incorrectamente políticos, cuando se trata de las Madres de Plaza de Mayo, nos sentimos orgullosos de ser políticamente correctos.”

 

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