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PROLONGARON GENETICAMENTE LA VIDA DE RATONES
Tras el elixir de la juventud

Científicos italianos suprimieron un gen que produce la muerte celular. Buscan un medicamento para ser utilizado en humanos.

Juventud: Los investigadores anticipan la posibilidad de un medicamento que, dado a personas en la edad madura, prolongue la vida como la de los ratones.

Los investigadores lograron que ratones modificados genéticamente vivieran un 35 por ciento más.
La forma de hacerlo consistió en suprimir un gen que produce la “muerte celular programada”.

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Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes)  “Todavía no es la fuente de la juventud, pero es más que un rayo de esperanza.” Así comenta un columnista de la revista científica Nature el experimento de científicos italianos, que consiguieron aumentar un 35 por ciento la duración de la vida de un grupo de ratones: lo hicieron suprimiéndoles un gen que produce la “muerte celular programada”. Es la primera vez que se consigue esto en un mamífero, y la experiencia confirma el vínculo entre el envejecimiento y la producción de “radicales libres” en el interior de las células. Los investigadores anticipan la posibilidad de un medicamento que, suministrado a personas en la edad madura, prolongue la vida como la de los ratoncitos italianos. El dos por ciento del oxígeno que respira una persona termina transformándose, en el interior de sus células, en sustancias tóxicas: a esto se le llama “estrés oxidativo” y su producto son los famosos “radicales libres”. La reacción que los genera se llama de Boveris-Cadenas (apellidos de los investigadores argentinos que la descubrieron, en 1976, en la Facultad de Medicina de la UBA). “Se cree que esta reacción marca el paso del envejecimiento –explicó a este diario Alberto Boveris, titular de Físico-Química en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA– y produce lesiones, daño acumulativo en las células”. Cuando el daño celular llega a un cierto nivel, la célula misma se “suicida”: es la apoptosis, o muerte celular programada. Pero, ¿cómo hace la célula para saber que ha llegado su momento de morir? Un indicador es la enzima llamada p66shc. Los autores del artículo que publica Nature -investigadores del Departamento de Oncología Experimental del Instituto Europeo de Oncología– utilizaron la ingeniería genética para producir ratones que carecían del gen que ordena fabricar p66shc. Sin la proteína que les mandara morirse, las células vivieron más tiempo, y los ratones también: un 35 por ciento más que sus congéneres sin la mutación genética.Ya se habían hecho experimentos parecidos en moscas y gusanos. Pero es la primera vez que se logra algo así en un animal superior, un mamífero. Y los ratones longevos permanecieron “perfectamente sanos”, según precisó Pier Giuseppe Pelicci, director del equipo investigador. Esto es esencial, y deberá ser ratificado o no por otras pruebas. No es casualidad que el equipo investigador pertenezca a un instituto de oncología: “Muchos cánceres aparecen porque células que debieran haber muerto permanecieron en un estado de vida defectuoso, acumulando mutaciones perjudiciales”, señaló a este diario Alberto Baldi, director del laboratorio de oncología molecular del Instituto de Biología y Medicina Experimental del Conicet.Mientras tanto, en la misma revista Nature, un comentarista independiente, Leonard Guarente, observa que el experimento de los italianos fortalece la hipótesis de que “la modificación de la respuesta al estrés oxidativo puede tener un efecto considerable en la prolongación de la vida, aparentemente sin efectos negativos”. El mismo gen fue identificado ya en seres humanos, y todo indica que su función es, como en las moscas, los gusanos y los ratones, causar la muerte celular. Claro que ningún investigador se propone (al menos por ahora) crear una raza de humanos genéticamente modificados, como los ratoncitos longevos, pero sí “es posible imaginar un medicamento, un inhibidor de la enzima p66shc, que tenga sobre la célula los mismos efectos que la eliminación del gen”, según Pier Giuseppe Pelicci. Es que, según las teorías actuales, los genes que propician la muerte celular programada tienen, sin embargo, la virtud de asegurar el crecimiento y la capacidad reproductiva del individuo: entonces, el truco sería dejarlos actuar mientras la persona es joven y, cuando empieza a envejecer, administrarle el fármaco que inhibiera su función. Mientras llega ese elixir de la juventud, hay otra manera –menos simpática– de conservarla: comer muy poquito, pero muy bien. “La restricción calórica logra un 30 por ciento de aumento en la sobrevida”, afirmó Boveris. En esto hay experiencia con los animales más próximos alhombre: “Hay pruebas que duran ya diez años, con monos que desde el nacimiento reciben una dieta con el 60 por ciento de calorías que la habitual; en rigor hay que esperar todavía unos quince años, ya que la duración normal de su vida es de 34 y recién entonces se constatará si éstos viven más, pero ya hay muestras de que envejecen menos”, contó el investigador argentino. El problema es que “aunque de salud están fenómeno, los monos llegan a ponerse histéricos, terminan comiéndose hasta los alambres”, comentó Boveris.En cuanto a los antioxidantes como la vitamina E, “en cepas de ratones también logran un 30 por ciento de aumento en la sobrevida, pero todavía no hay datos concluyentes sobre seres humanos”, señaló el investigador argentino.

 

Bombardeo para el dolor

Científicos estadounidenses de la Universidad de Minesota han logrado bombardear con éxito, a través de “fármacos inteligentes”, las células nerviosas que desatan el dolor crónico en la médula espinal en determinadas afecciones terminales. El experimento, que se realizó con resultados positivos sobre ratones, ha demostrado mejorar los resultados que se obtienen con la morfina, una droga que pierde efectividad con el paso del tiempo, y según sus autores ayudará a crear medicamentos que disminuirán el sufrimiento en los enfermos terminales. Según informaron los investigadores Michael Nichols y Patrick Mantyr, autores del descubrimiento, el nuevo compuesto utilizado es una toxina denominada “sustancia P-saporina” cuya acción ataca las neuronas que transmiten al cerebro, desde la médula espinal, las sensaciones de dolor intenso, pero que no anula el dolor causado por un golpe o una acción puntual. Al respecto, en un artículo de la revista Science, publicado ayer, los científicos explicaron que por el tipo de acción que realizan las drogas empleadas, las han bautizado “bombas inteligentes”. Debido a que son capaces de afectar a un objetivo concreto sin dañar las células que lo acompañan. En los centros de investigación donde se llevó a cabo el estudio, al inyectar a los ratones de laboratorio la toxina que contenía la “sustancia P”, ésta se adhirió a los receptores de las neuronas responsables del dolor crónico severo y demostró funcionar, bloqueando el efecto de estas células, pero no el de las que comunican el dolor considerado “normal”, como el que produce una quemadura.Según el artículo de Science, hasta ahora las pruebas realizadas que han dado resultados esperanzadores en el tratamiento del dolor crónico se han realizado sólo con ratones, por lo que los científicos esperan aplicarlos también a otros tipos de animales antes de iniciar las pruebas con seres humanos.

 

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