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EL FESTIVAL DE CINE DE MAR DEL PLATA NO LEVANTA CABEZA
Por ahora, aplausos para el jurado

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Por suerte, algunos films están a la altura de su reputación, como "La carta", último trabajo del maestro portugués Manoel de Oliveira

Catherine Deneuve, Geraldine Chaplin y Sonia Braga siguen siendo las estrellas de la muestra, mientras continúan los desacoples organizativos y la excelencia artística --salvo excepciones-- brilla por su ausencia. Las tres películas argentinas que aspiran a algún Ombú marcan, además, un retroceso del cine nacional respecto de las últimas ediciones del festival.


Por Horacio Bernades
t.gif (862 bytes)  "In November --pronuncia el locutor, en dudoso inglés y con ampulosidad de cine catástrofe-- the eyes of the world will be in one place ... Mar del Plata". Ese es el texto que se oye antes de cada proyección, en el 15º Festival de Mar del Plata, sintomático de las pretensiones que parecen animar, una vez más, un festival al que le cuesta muchísimo estar a esa altura.

Si no los ojos del mundo, los de los concurrentes a las funciones del Teatro Auditorium suelen posarse, con fruición, sobre algunas de las estrellas extranjeras que forman parte del jurado: la presidente Deneuve, Geraldine Chaplin o Sonia "Doña Flor" Braga. Cada vez que las damas entran en la sala, se renueva la ceremonia de nerviosismo, aplausos y pedidos de autógrafos. Superado el cosquilleo, el público se acomoda en sus asientos y se prepara para disfrutar de los films en competencia, hasta ahora escasamente disfrutables. Sin embargo, las funciones de la competencia oficial tienen una indudable ventaja sobre las de las paralelas: comienzan más o menos a horario y se proyectan las películas anunciadas. Algo que no siempre ocurre en las otras salas, donde el espectador que no se haya tomado la precaución de confirmar y reconfirmar la grilla hasta último momento (a veces, ni aun así) se expone a los cambios, postergaciones y suspensiones que son de rigor desde que Mar del Plata regresó, allá por 1996, al calendario internacional de festivales. El otro punto en el que el festival vuelve a ser fiel a sí mismo es el de la ausencia de los invitados: no viene Lina Wertmüller, no viene Luis García Berlanga, ambos con películas en competencia. Que no cunda el pánico, porque sí vendrán el superhéroe Jean-Claude Van Damme y el supermacho Lando Buzzanca.

Si algo domina la programación del festival es la superabundancia de films-incógnita, de los que poco o nada se sabe hasta el momento de verlos. Allí, en medio de la oscuridad de la sala o de las proyecciones, y siempre que el subtitulado electrónico funcione (algo que no ocurrió con el film chino Hombre hombre Mujer mujer, que contaba con subtítulos en francés como premio consuelo) pueden hallarse sorpresas agradables, como el film suizo ¿Quién es el que sigue? o la propia Hombre hombre Mujer mujer. Además, claro, de algunos films que están a la altura de su reputación, como La carta (lo más nuevo del nonagenario maestro portugués Manoel de Oliveira), Tiempo recobrado (Proust según el chileno Raúl Ruiz), Deseo de vivir (del veterano realizador japonés Kaneto Shindo) o la china 17 años, que le valió el premio de Mejor Director a su realizador Zhang Yuan en la última Mostra de Venecia. En cuanto a la competencia oficial, recién hoy promete estar a la altura de un festival, gracias a Las bodas de Dios, del genial realizador portugués Joao César Monteiro, y Banoo/La dama, del reputado realizador iraní Darius Mehrjui. Habrá que esperar hasta el miércoles para encontrarse con A ciegas, posible sorpresa finlandesa.

Hasta ahora, "la oficial" estuvo dominada por la representación argentina. Ya se vieron las tres películas que aspiran a algún Ombú: Angel, la diva y yo, El mar de Lucas y Sólo gente. Tomándolas en conjunto, lo primero que salta a la vista son sus enormes diferencias con las argentinas consagradas aquí en años anteriores. Comparar cualquiera de estas tres películas con Buenos Aires Viceversa, Pizza, birra, faso o incluso Mala época podría parecer un ejercicio de crueldad. Pero es altamente significativo, porque son el producto lógico de la parálisis en la que se encuentra en estos momentos el cine argentino en su conjunto y el cine hecho por jóvenes en particular. Consecuencia de la pasividad de la administración Mahárbiz ante la quita de fondos genuinos practicada por el Ministerio de Economía, no hubo créditos casi para nadie a lo largo de 1999, e incluso las tres que ahora se presentan se terminaron con el tiempo justo para llegar a Mar del Plata. No es que estén mal acabadas, sino que representan un retorno a los vicios más lamentados del cine argentino, esos que las películas mencionadas antes justamente habían venido a combatir. Grandilocuencia, énfasis de todo tipo, demagogia, sobreactuaciones y estereotipos son la constante de Angel, la diva y yo (de Pablo Nisenson), El mar de Lucas (debut como realizador de Víctor Laplace) y Sólo gente (de Roberto Maiocco). Más allá de los aplausos con que un público muy agradecido las recibió, las tres películas marcan un peligroso retroceso a años anteriores, cuando decir cine argentino era casi un insulto. Como si Buenos Aires Viceversa, Pizza, birra, faso y Mala época (y Mundo grúa, y Garage Olimpo, y Silvia Prieto, e Invierno Mala Vida) jamás hubieran existido.

 

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