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SE ACERCA EL FINAL DE LA COMPETENCIA OFICIAL
Blues del teatro Auditorium

Los films en concurso siguen siendo una decepción. El público, más escaso que otrosaños, se dedica a fotografiarse con Sonia Braga.

“El dulce rumor de la vida”, de Giussepe Bertolucci.
El hermano del gran Bernardo no está a la altura del apellido.

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Por Martín Pérez
Desde Mar del Plata

t.gif (862 bytes)  Llega el fin de semana, y Mar del Plata se activa. A pesar de tantos papelones en lo que se refiere a salas improvisadas y directores ausentes, el fin de semana trae al menos espectadores nuevos, entusiasmos vírgenes que, si saben quedarse lejos de la competencia oficial, tal vez reciban su recompensa. Se acercan las definiciones, y ya circulan los rumores: que a Madame Deneuve no le gustó la francesa Rembrandt y que Leonardo Favio está decidido a encolumnarse detrás de la argentina Angel, la diva y yo. Mañana al mediodía se darán a conocer los premios, y quienes han sufrido la selección oficial saben que el trabajo del jurado no ha sido precisamente envidiable.Lo último que se vio en el Auditorium estuvo a la altura de la mediocridad reinante en una sala a la que, a esta altura, sólo van quienes quieren contar que saludaron a Sonia Braga, que le firma autógrafos a todo el mundo. Sucede de esta manera: pocos minutos antes de que comience la proyección, se abren las puertas por las que se llega a la sala desde el salón de los jurados y se escucha la voz de la actriz brasileña saludando al auditorio. Ayer por la tarde Doña Flor incluso apareció aplaudiendo y pidiendo aplausos en la segunda función de la estadounidense Campos cruzados. Y sonrió para las fotos hasta que se dio cuenta que esa película ya la había visto por la mañana y se retiró algo avergonzada. “Ya no sé ni dónde estoy”, dijo mientras se iba, dando besos y explicaciones a diestra y siniestra. Hubiera sido demasiado para Braga, es verdad, someterse a una segunda sesión de la decepcionante comedieta pueblerina Crossing Fields, ópera prima del cortometrajista James Rosenow. Pero es que realmente no hay casi nada para recomendar dentro de la competencia. En una rápida recorrida de las últimas novedades apenas si puede destacar la prolijidad narrativa –sólo eso– del último paso estadounidense de la polaca Agneszka Holland, El tercer milagro, un drama teológico que debe haber entusiasmado a más de un ejecutivo cinematográfico con su sumatoria de santos, prostitutas y juicios eclesiásticos. Protagonizada con tal vez excesiva energía por Anne Heche y Ed Harris y producida por Zoetrope (es decir F. F. Coppola), El tercer milagro es la representante en competencia del producto más clásico del Hollywood actual. Después de la fama de Holland –presente en Mar del Plata–, el cine europeo presentó en el Auditorium obviedades tales como la alemana Domingo triste o la húngara Un invierno a espaldas de Dios. La primera desarrolla un patético y exagerado romanticismo a lo Casablanca, con piano, restaurant, alemanes de uniforme y Budapest de fondo. La segunda es una alegoría cinéfila con aires a Cinema Paradiso en medio de un comunismo en retirada. Con pasiones anunciadas y cinefilias no correspondidas en pantalla, esta historia de niñez y cine en un pueblo perdido no puede evitar explicarlo todo en voz alta pese a su declamado amor por el cine mudo. Italia, mientras tanto, sumó otro apellido ilustre al de Lina Wertmüller: Bertolucci. Claro que no se trata del gran Bernardo –suya será la película encargada el sábado del cierre oficial, Cautivos del amor–, sino de su hermano Giuseppe, que presentó El dulce rumor de la vida. Escritor para teatro y cine, colaborador de su hermano en Novecento y La Luna, Giuseppe se disfrazó de Greenaway continental para este dramático y fallido pastiche teatral con centro en el amor imposible de una pareja de actores, y un hijo caído del cielo. “Los actores sólo sirven para mentir” es la tesis que desarrolla Bertolucci en un film con poco rigor estético, y en el que sólo se destaca la belleza de Francesca Neri. Para hoy, la última jornada en competencia, se anuncian representantes del Brasil, la India y los Estados Unidos. La extensa (191 minutos) La hora mágica, obra del paulista Guillelme de Almeida Prado, se presenta por Brasil. Desde la India, con coproducción francesa llega La última danza, tercer largometraje del premiado director de fotografía Shaji Karun. Y la estadounidense es SLC Punk, en la que el experimentado director independiente James Merendino cuenta la historia de los dos únicos punks de la tan mormona Salt Lake City al comienzo de los ochenta. Más allá de algún gol en tiempo suplementario, es imposible no lamentarse por el destino cinematográfico de un Festival tan librado a su suerte, con un jurado de lujo y sufridos fieles que llenan el Auditorium, y funciones vacías para clásicos como La Bella y la Bestia de Cocteau o Madame de... de Max Ophüls.

 


 

“CAZADOR DE RATAS”, UNA REVELACION
Paisajes urbanos

t.gif (862 bytes) Cuando tiene la suerte de toparse con una maravilla así, el espectador puede olvidarse de todo. Ya no importan las luchas para conseguir entradas, el mal cine de la muestra oficial o las salas que parecen competir por el premio a la más incómoda. Cuando aparece el buen cine, lo único que importa es la película. Sobre todo en el caso de Cazador de ratas (Ratcatcher), de la escocesa Lynn Ramsay, un film que no sólo califica para estar allá arriba entre lo mejor que ha llegado este año a Mar del Plata, sino que incluso es lo mejor que más de un espectador experimentado tiene la oportunidad de ver en mucho tiempo. Estrenado este año en Cannes, poético, callejero y triste, Cazador... es una postal de la vida en los barrios bajos de Glasgow a través de los ojos del pequeño y torturado James, con un paisaje de monoblocks rodeados de bolsas de basura. Ambientado a comienzos de los años setenta, el primer largometraje de Ramsay tiene aires de la gloriosa Kes de Ken Loach, tanto en los colores de la Gran Bretaña que retrata como el lado del que se ubica. Trágica, imaginativa y sensible, con excelentes actuaciones, Cazador... no transmite miseria sino cine, con las aguas contaminadas de un desagradable canal como fondo. “Es horrible, pero también hermoso”, ha dicho Ramsay. “Y siempre me han fascinado las cosas horribles y hermosas a la vez.” Con veintinueve años, Ramsay no es una debutante absoluta: ya había ganado un premio en Cannes con su corto de graduación Small Death, al que le siguieron Gasman y Kill the Day. Su próximo film será Morvern Callar, sobre una adolescente que se reinventa a sí misma luego del suicidio de su novio. También ha sido convocada, junto a Gaspar Noé y Hal Hartley, para una serie de films seudoporno titulada Uncensored.

 

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