Las películas argentinas, sin merecerlo, se llevaron su premio. Pero, al cabo, la decisión de los tres jurados que actuaron en Mar del Plata puso justicia en una competencia que tuvo muy poco para destacar. El film del cineasta portugués, sin embargo, se lleva un Ombú ampliamente merecido.
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Por Martín Pérez Desde Mar del Plata
Pero, dentro de una competencia realmente mediocre, el localismo tal vez no sea ninguna novedad. "Lo importante es que de tres películas argentinas en competencia, dos se llevaron premios. Y premios importantes", se le escuchó decir a Leonardo Favio, el gran integrante local del jurado oficial, momentos después de la conferencia de prensa en la que se dieron a conocer los ganadores. Es por eso que la sorpresa mayor es que, a diferencia de lo que parecía ser una tradición en Mar del Plata, casi todas las mejores películas de la competencia oficial se fueron de aquí con las manos bien llenas. Y esa sí que es una muy buena noticia. El pequeño y sencillo film finlandés A ciegas, por ejemplo, fue para muchos la mejor película de todas las presentadas en la competencia oficial. Sin embargo, su sencillez parecía ser un punto en contra para un jurado de competencia, generalmente detrás de grandes ambiciones. Algo que el propio director Matti Ijas, presente en Mar del Plata, reconoció durante la semana en conferencia de prensa. Sin embargo, A ciegas no sólo recibió un premio especial del jurado oficial, sino que también fue galardonada por los jurados de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) y la Organización Católica Internacional del Cine (OCIC). Los premios de estas dos organizaciones son los que suelen hacer justicia cinematográfica en Mar del Plata. Sin ir más lejos, fueron ellos los que premiaron Pizza, birra, faso en el '97, la gran postergada por el jurado oficial. Este año, FIPRESCI y OCIC también premiaron a París-Tombuctú, de Berlanga, el gran ausente a la hora de los Ombú. En el caso del jurado católico se trató de una sorpresa, ya que el film comienza con su protagonista Michel Piccoli recibiendo una generosa fellatio. Según se puede leer en sus considerandos, el premio es "por ser una manifestación vivamente crítica y un telar multicolor de los sueños e incertidumbres, traumas y metas de seres capaces de esperanza y convocados a vivir un mismo tiempo". La justicia cinematográfica que campeó este año en Mar del Plata
premió también SLC Punk, Pero la mayor sorpresa --y el mayor mérito-- del jurado oficial fue su elección para la mejor película, que recayó sobre la polémica Las bodas de Dios, de Joao Cesar Monteiro. De calidad ciertamente diferente a todas las presentadas en la competencia oficial, el film de Monteiro es de una irreverencia y un desparpajo tales que supo irritar a más de uno. Divisor de aguas, Las bodas... es un film extenso y brillante, que agota pero recompensa y genera encendidas defensas, así como tremendas críticas. La sabiduría del jurado oficial al eligirlo para entregarle el Ombú de Oro, alcanza en cierta manera para borrar la miopía con la cual eligieron a Giuseppe Bertolucci como mejor director por la insípida El dulce rumor de la vida. Es que, a la luz de los otros Ombú de Oro de la era Mahárbiz, el film de Monteiro --protagonizado por él mismo-- es por lejos el más atrevido, el más experimental y el más rebelde. Su historia comienza cuando un supuesto enviado celestial se presenta ante el protagonista con una maleta llena de dinero para que haga con él lo que quiera. Más allá de una historia que incluye magnates petroleros, un convento de monjas, una revolución abortada y mujeres fatales varias, lo que en realidad hace Monteiro con ese dinero es un film lleno de citas literarias que merecen el mejor de los graffitti, y armar escenas que parecen concebidas sólo para desafiar al espectador. "No fue fácil llegar a ese premio", le confesó a Página/12 el estadounidense Jack De Govia, presidente de la Sociedad de Directores de Cine y Televisión en su país, e integrante del jurado presidido por Catherine Deneuve. Como la mayoría de los premios --salvo la mención a la ópera prima, el premio al mejor guión y el premio especial del jurado--, el Ombú de Oro no fue decidido por unanimidad. "Lo que primó fue que los que decidieron elegirla estaban convencidos de eso y no se movieron de allí", reveló De Govia, que dijo que la razón por la que costó tanto imponer un film que era "notoriamente superior a los demás" fue que muchos jurados "no tienen muy en claro cuál es su trabajo como tales". "Los festivales de cine se hacen, precisamente, para películas como la de Monteiro. Porque, de otra manera, un film tan temerario, sorprendente y gracioso como Las bodas de Dios no tendría la difusión que se merece". De esta manera, el portugués Joao Cesar Monteiro incluye su nombre al lado de los de la española Pilar Miró, la inglesa Sally Potter y el iraní Mahmud Kalari, directores que junto con el Ombú de Oro ganaron el premio destinado a una coproducción local, que sólo Kalari parece encaminado a concretar. No estaría nada mal, sin embargo, ir imaginando lo que podría hacer un desbocado como Monteiro --capaz de filmarse largamente, sin pudor y con cámara fija, haciendo el amor con la más bella de las protagonistas de Las bodas...-- en Buenos Aires. El premio lo está esperando
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