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OPINION

El off off Puerto Madero

Por Julio Nudler

Guardar un minuto de silencio por los desaparecidos económicos y los industriales caídos, víctimas del terror desatado en los '90 por los fundamentalistas de mercado. Tal una de las propuestas con que la cámara de las empresas de proyectos e ingeniería de bienes de capital (Cipibic) convocó a sus asociados para la tarde del jueves. En un salón decoroso, a unas ocho cuadras --Corrientes arriba-- de Puerto Madero, una treintena de pequeños empresarios simbolizaba con su escasez y sus palabras por momentos apocalípticas el naufragio de una industria de alto valor agregado y contenido tecnológico. Es decir, el sector más destruido por la convertibilidad. Pero, como un punto blanco en la negrura, aparece una esperanza que se aferra a la asunción de Fernando de la Rúa.

Conducida por dos radicales, Manuel Escobar y Bruno Capra, la Cámara trata de creer que volverán el compre argentino, la protección arancelaria, el crédito para producir y el estímulo para exportar. Pero dos economistas convocados para explicar la situación, Héctor Valle y Mercedes Marcó del Pont, de FIDE, rechazaron ese voluntarismo, diciéndoles que --a su juicio-- con este régimen cambiario no hay pymes viables, y mucho menos una industria de bienes de capital. Y aún peor: que las señales que hasta ahora ha dado la Alianza no son buenas, porque empezar el debate de la política económica argentina por el ajuste presupuestario es mantener la cuestión dentro de la lógica del capital financiero.

La platea se divide. Un ingeniero rechaza despectivamente el "economicismo", la vieja receta de devaluar. Para él, la única manera de pagar la deuda externa sin pedir nuevos préstamos es exportar misiles, satélites o aviones, con un valor agregado cien veces superior al crédito tomado para construir la planta y equiparla. Recibe miradas de curiosidad. Una mujer menciona a Casandra, que por saber predecir el futuro no tenía amigos. (Valle ha dicho que hay que tener el coraje de enfrentarse con el coro que permanentemente golpea en los medios, apoyado por el sector financiero, que hace una ganancia espectacular: "Si usted trae dinero tomado al 4%, y no lo invierte en la industria de bienes de capital sino en financiar tarjetas de crédito al 40%, ¿quién puede desaconsejarle ese negocio?", preguntó.) Ella dice que en este momento se está muriendo un modelo, "pero no sabemos qué otro modelo vamos a tener. Por eso debemos mantenernos activos y críticos". Otro empresario duda de que el modelo se acabe. Su temor es al gatopardismo de la Alianza: que cambie para no cambiar nada.

Rafael Kohanoff, secretario de Industria de De la Rúa en la Capital, explica que "la Alianza está formada por un montón de gente con diferentes ideas sobre las cosas, y también diferentes intereses. La batalla que se libra fuera de la Alianza --dice-- también se está librando adentro". Le preguntan si la Alianza "tiene conciencia de que vamos hacia la quiebra del país". Responde que en la Alianza se discute cómo salir de esto: "Nadie duda de que no podemos esperar a que dentro de uno o dos años nos despertemos y veamos que la devaluación es inevitable, o nos enteremos que la devaluación ya se produjo. De esto hay que salir --coincide--, pero hay que ver cómo se sale".

"En la Unión Industrial Argentina respetábamos un acuerdo tácito: el Consejo Académico tenía la libertad intelectual de decir y escribir lo que quisiera, y la directiva tenía la libertad política de no darnos pelota."

Lo recuerda Roberto Favelevic, quien en tiempos pasados presidió la entidad y que desde 1993 empezó a distanciarse del Plan Cavallo. "Ahora, cuando es un poco tarde, la UIA quiere hacer oír su voz", reprocha. Y vuelve al tema tabú: "Hay que replantear el problema del tipo de cambio. Sé que hablar de devaluar o flotar --admite-- da escalofríos, pero honestamente no creo que así el sistema tenga salida."

Muchas preguntas quedan sin respuesta. Entre ellas, ésta: "¿Cómo entender la manera en que la clase industrial argentina abandonó sus empresas, esta burguesía nacional que huyó del campo de batalla? ¿Será todavía posible reconstruir la industria desde las pymes, o todo va a la hiperconcentración?" Manuel Herrera, ex secretario de la UIA, ofrece una válvula de escape: los escraches. "Debemos escrachar a los corruptos, incluyendo a los jueces, como se hizo con los genocidas. Que no puedan vivir acá, que se vayan a morir a otro lado." Incluye a Carlos Menem entre los personajes a desterrar. La propuesta no entusiasma. "A nuestro gobierno (el de la Alianza), a nuestros legisladores --dice--, hay que acompañarlos. Es el valor del todos juntos."

Otro quiere saber cómo pudo ocurrir que Cavallo hubiera estado predicando que no había que preocuparse por el déficit comercial y que convenía endeudarse en dólares, sin que nadie con autoridad se lo rebatiera. ¿Hubo presiones, intereses, miedos? Herrera recuerda que "Carlos Schiaretti, ex secretario de Industria, explicó una vez en la UIA que el déficit comercial era bueno porque significaba que el mundo nos estaba financiando. En cambio, para tener superávit comercial debíamos nosotros, un país sin capitales, financiar al resto del mundo. La mayoría de los economistas profesionales, empezando por los del CEMA, pensaban lo mismo".

Kohanoff, luego de evocar los '80 como si se tratara de una década digna de añoranza, reconoció que "durante la dictadura teníamos miedo de hablar, pero luego, en los '90, vino el terrorismo económico: no se podía estar contra la apertura ni contra la destrucción del Estado. Nos dieron una terrible paliza ideológica. Hoy mismo no nos atrevemos a decir que el neoliberalismo fracasó. Pero de a poco estamos perdiendo el miedo: una reunión como ésta no la hubiéramos tenido hace dos años, para decir que hay que defender el trabajo nacional".

Hablan de un mítico ministerio de Desarrollo de la Producción, Industria y Planeamiento, que "todavía no existe". Trabajaron durante meses en el Instituto Programático de la Alianza (IPA), pero el perfil del gabinete se parece más a López Murphy. Finalmente se levanta la reunión. Lo habían invitado a Nicolás Gallo, pero respondió que no le interesaba. Dante Caputo prometió asistir, pero falló. Afuera caía una lluvia molesta.

 

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