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OPINION

Luz amarilla en el puente

Por Julio Nudler

Esta semana termina el mes y medio de puente entre el triunfo de la Alianza y su ascenso al poder. No ha sido el puente de Gorostiza, ni el de Berlanga ni el de Miller. Tampoco podría confundírselo con Puente Alsina, Pesoa ni Obispo. Quizás hubiera que bautizarlo Puente del Imperturbable Santibañes, o Puente Comandante López Murphy, o Puente Plenipotenciario Marx. En ciertas cosas se avanzó con extraordinaria agilidad, tanto que el gobierno de De la Rúa, aún nonato, ya está negociando con el FMI. En otros terrenos hubo, en cambio, muy pocos progresos. José Luis Machinea, por ejemplo, no consiguió definir la estructura de su equipo ministerial. Volcado de lleno a las cuestiones fiscales, poco o nada se le oyó decir de los sectores reales. Lo que sí queda claro es que las primeras reformas tributarias no apuntarán a las grandes fortunas: la gente tendrá que pagar IVA por viajar en colectivo, pero quien perciba millones en rentas accionarias y financieras seguirá exento. Tal vez quieran dejar los cambios de fondo para una segunda etapa, pero viendo qué empresarios y financistas están rodeando al presidente electo, hay razones para dudar que esa futura instancia llegue. Como ocurrió con Raúl Alfonsín, los radicales vuelven a insinuar su especial talento para fastidiar a sus bases electorales. O tal vez han reconocido que entre Carlos Menem y Domingo Cavallo les dejaron un país empaquetado, y prefieren asirse a la tenue esperanza de que esta misma política económica, con algunos retoques, pueda finalmente funcionar. Políticamente débil por su minoría en el Senado y en las gobernaciones, y económicamente anémico porque el poder reside hoy en el sistema financiero, las transnacionales y las privatizadas, el gobierno delarruista está siendo amansado, antes aún de que empiece el partido, por el aparato peronista y por los lobbies empresarios. Si se propone enfrentarlos, es mejor que vaya buscando aliados en la sociedad. Si no, transará con unos y otros mientras pueda, dentro de un contexto ominoso. La luna de miel va a durar muy poco esta vez, y aunque no exhiba grandes resultados, lo que el sucesor de Menem debería demostrar rápidamente es que quiere cumplir sus promesas de equidad y de lucha contra la corrupción, por nombrar sólo dos. Por ahora no es la imagen que da. Fotografiarse en la casa del banquero José Rohm (involucrado con el Grupo Romero y en el escándalo IBM-Banco Nación) no es coherente con los eslóganes de la Alianza. Confiarle tareas estratégicas a Víctor Savanti, ex IBM, tampoco. Son sólo ejemplos aislados, entre un conjunto de señales amarillas. No sea cosa que la Alianza esté subestimando la necesidad de un cambio en serio.

 

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