Con la
presencia de los jefes de Estado de los cuatro países miembro y de Chile, se realizó
ayer en Montevideo la XVII Cumbre del Mercosur a la que asistieron, por última vez, los
presidentes salientes de la Argentina, Carlos Menem, y de Uruguay, Julio Sanguinetti. El
tema central del encuentro fue la necesidad de encontrar mecanismos de convergencia
macroeconómica, el principal origen de las fricciones a partir de la devaluación del
real, mientras que quedó pendiente de resolución la Política Automotriz Común,
seguramente hasta que Brasil tenga interlocutores en el nuevo gobierno argentino. También
hubo quejas por la falta de resultados de la reunión de la OMC en Seattle. En las
reuniones preparativas al cónclave de presidentes, el Consejo del Mercado Común, que
integran los cancilleres y ministros de economía del bloque, redactó un documento de
trabajo que sintetizó que la máxima prioridad de las políticas económicas
nacionales deberá ser garantizar la continuidad de los procesos de estabilización.
El objetivo en el mediano plazo es lograr una progresiva convergencia macroeconómica que
evite alteraciones como las devaluaciones monetarias. Para el documento, la
estabilidad depende esencialmente de políticas fiscales sólidas que garanticen la
solvencia intemporal de los sectores públicos nacionales y generen un ambiente de
previsibilidad y confianza.El Mercosur una unión aduanera cuya meta es el
libre comercio entre los países que lo integran, es decir; la eliminación completa de
las barreras arancelarias sufrió un fuerte retroceso a partir de la devaluación de
la moneda brasileña el 13 de enero pasado, que distorsionó los intercambios comerciales
y profundizó la recesión regional. La posibilidad de que la Argentina y Brasil, los dos
socios principales, llegaran a un acuerdo satisfactorio, trascendía así la mera voluntad
de las partes puesto que depende, además de la convergencia macroeconómica, de la
distinta significación de ambos mercados al interior del bloque. Los negociadores de los
dos países saben que Brasil concentra más de dos tercios del mercado regional y posee
considerables ventajas en la estructura de costos de su producción, a lo que se suma el
fuerte impacto que la devaluación del real tuvo en el comercio bilateral. Ambas
circunstancias contribuyen a que, en la práctica, la posibilidad de una baja sensible de
aranceles sea remota, en particular para la Argentina, cuya industria se encuentra, en la
actual coyuntura, en inferioridad de condiciones. Las medidas que supongan disminuir el
nivel de protección de las manufacturas locales son, entonces, poco probables e implican
el serio riesgo de desaparición de capacidad instalada; una amenaza mucho mayor que la
falta de estímulos a la competitividad. Es por ello que las actuales negociaciones sólo
dejaron margen para la búsqueda de consensos que apuntaran a la paulatina convergencia
macroeconómica; no obstante, se trata del paso previo para una verdadera integración que
evite futuras distorsiones.En el discurso de apertura de la XVII Cumbre, el presidente
uruguayo, Julio Sanguinetti, se quejó por la inédita irrupción de la Justicia de
un país europeo en la vida política de los Estados miembro del bloque regional,
una obvia alusión al pedido de extradición de Augusto Pinochet efectuado por el juez
español Baltasar Garzón. A su turno, el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso
abogó porque el 2000 sea el primer año de plena vigencia de la zona de libre
comercio, con la finalización del régimen de adecuación de Paraguay y Uruguay, y con la
necesaria definición de las reglas para la incorporación de los sectores azucarero y
automotor. Cardoso recordó así el cumplimiento de las metas y plazos previstos en
1994. Con respecto al fracaso de la reunión de la OMC en Seattle, otro de los temas
tratados en el cónclave, Cardoso explicó que mostró hasta qué punto las
presiones proteccionistas se hacen sentir todavía en los países ricos, así como la
distancia entre la retórica y la práctica del libre comercio. Para el mandatario
brasileño esto muestra cuánto podemos ganar con el fortalecimiento de nuestros
vínculos y con lacapacidad de actuar en forma conjunta en función de nuestros intereses
comunes, concluyó.En el comunicado final, los cuatro presidentes volvieron a
destacar la preocupación común por la ausencia de resultados en Seattle, en especial por
la imposibilidad de arribar a un acuerdo para el lanzamiento de una nueva ronda
negociadora comprensiva que permita equiparar el tratamiento de los productos agrícolas
con los industriales. También insistieron en la necesidad de avanzar en la
coordinación de las políticas macroeconómicas para la consolidación de la Unión
Aduanera regional y en el objetivo de fortalecer el proceso de integración de
Chile y Bolivia, que también fueron invitados a integrar las discusiones sobre
coordinación macroeconómica.
No hubo acuerdo con el régimen automotor común
Tarea pendiente para el que viene
Tanto en
la cumbre de ayer como en las reuniones previas del Consejo del Mercosur, los negociadores
brasileños tuvieron la sensación de no saber con quién negociar. La Cumbre se realizó
en la última semana de la administración justicialista y, más allá de los contactos
para la coordinación de la transición, los negociadores argentinos pertenecían a un
gobierno en retirada, en tanto el titular del gobierno entrante, Fernando de la Rúa, se
excusó de asistir por problemas de salud y políticos. Así, los acuerdos
para la conflictiva Política Automotriz Común (PAC), que debería entrar en vigencia el
1º de enero próximo, deberán esperar, al menos, hasta la asunción del nuevo gobierno.
Las expectativas están puestas ahora en las reuniones que representantes brasileños
mantendrán en Buenos Aires con técnicos de la Alianza cuando asistan a la asunción del
nuevo gobierno. El mismo presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, afirmó que
intentaría en Buenos Aires, adonde arribó ayer, buscar acercamientos para llegar a un
acuerdo sobre la PAC. No obstante, se mostró dispuesto a prorrogar el convenio actual si
no se consiguen acuerdos antes de fin de año. No vamos a dejar que se quiebre el
Mercosur por el tema automotor, insistió Cardoso.Los desacuerdos entre Brasil y la
Argentina en el sector automotor, que representa el 30 por ciento del comercio del bloque,
giran principalmente en torno al porcentaje de componentes de origen extrarregional
permitidos a las ensambladoras de ambos países para que los automóviles terminados sean
considerados productos del Mercosur, al nivel del Arancel Externo Común que
se aplicará a la importación de autos y partes, al nivel de desvío (déficit o
superávit) en el comercio intrazona que se aceptará durante el período de transición
(de 4 años hasta diciembre del 2003) y al nivel de los aranceles.Al término de la cumbre
de presidentes, el canciller brasileño, Luiz Felipe Lampreia, precisó que cenarían en
Buenos Aires (por anoche) en la casa del futuro canciller Adalberto Rodríguez Giavarini
junto con los mandatarios de ambos países para tratar el tema automotor.
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