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“Firmo menos autógrafos, pero vivo más tranquilo”

Antonio Birabent tiene listo un nuevo disco, “Anatomía”, en que profundiza y amplía los caminos ensayados en “Azar”. Lejos de la exposición mediática, prefiere que lo defiendan las canciones.

“Anatomía” combina el encantamiento con la tecnología y el arte de componer melodías.

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Por Pablo Plotkin

t.gif (862 bytes)  Una habitación fresca y en penumbras, con un balconcito que da a los patios más distinguidos de Retiro, parece ser todo lo que necesita Antonio Birabent para refugiarse en Buenos Aires. Afuera llueve sobre Plaza San Martín, su lugar más preciado en esta parte del mundo, y adentro suena Anatomía, el nuevo CD que trajo entre la ropa de Madrid. No sería correcto decir que es un disco hecho en España: la mitad fue grabado en esta misma habitación, con la colaboración de amigos/músicos argentinos, y algunas canciones huelen a rock nacional de los setenta. Pero casi todo el material lo compuso en una cocina madrileña, allá donde Antonio está radicado, aunque repita que en realidad Buenos Aires es su sitio. Las cosas en Europa están bien: Azar, hasta hoy su último álbum, fue elogiado con entusiasmo de madre por todas las publicaciones especializadas. Y pese a no ser un suceso en ventas, Birabent es hoy el niño mimado del prestigioso sello independiente que lo edita –Subterfuge–, y al público inquieto español le encanta ese perfil de songwriter argentino y moderno que no reniega de la melodía. Muchachito enigmático, hijo de un prócer del rock en castellano, actor, (ex) estrella de televisión en su tierra natal. Ahora tiene otro puñado de buenas canciones y “necesita” que suenen en la Argentina. En España el álbum se publicará en enero, y acá todavía está cotejando las opciones: editarlo a través de una compañía o, como con Azar, hacerlo por su cuenta. Aquél era un disco íntimo, de entrecasa, conceptual, que olía a encierro y soledad. Antonio había descubierto una nueva manera de componer música: la “canción electrónica casera”, como él define. En Anatomía, el autor vence las cuatro paredes: el hombre que prefería acostarse boca arriba durante horas, viendo el vuelo eléctrico de una libélula por la humedad de la pieza, se levanta y sale a dar una vuelta, al menos por el resto de la casa. Esa es la imagen con que a Birabent le gusta marcar la diferencia: “Aquél era un cuarto. Este es una casa”. No perdió la curiosidad que había mostrado por los sonidos electrónicos, pero esta vez no temió soltar la voz y sacar a la luz algunas estructuras tradicionales. “La modernidad espacial me exige soledad”, canta con cierta ironía en “Caminsun”, uno de los mejores y más espaciales temas de Anatomía. Y aunque Birabent es un artista moderno, que se vale de los recursos tecnológicos actuales y simpatiza con los formatos contemporáneos de la canción, no parece estar dispuesto a comulgar con todos los preceptos de la “modernidad espacial”. –Escuchando el disco parece increíble que alguna vez en su vida, al menos públicamente, no se dedicara a la música. ¿Era así?–Si alguien hubiera convivido conmigo los últimos ocho años, sabría que la música nunca estuvo lejos. Lo que sucede es que públicamente hubo vendavales que me colocaron en otros lugares, cinematográficos, televisivos, hasta de exposición social. Pero a mí no me hicieron mal. Creo que al revés: me enriquecieron. Llegué a este disco porque me fui, también. Creo que este disco es una visión más clara, más transparente, más madura también, gracias a que me pude ir. De todas maneras creo que es un buen tiempo para que aprenda a instalarme. Pero irme a Madrid me dio una posibilidad de ver el cosmos, ver de lejos.–¿Al decir “instalarme”, qué lugar aparece?–Creo que mi lugar en el mundo es Buenos Aires. Dentro de un mes me voy a Madrid a presentar el disco, y volveré en marzo a presentarlo acá. Azar hablaba de aviones y planes, de calles madrileñas, cuando yo no tenía en mis planes ir a vivir a Madrid. A los tres meses de publicar el disco, en julio del ‘98, me fui a Madrid a hacer una película y a quedarme. Hoy no sé adónde me va a llevar Anatomía. Por el momento puedo vivir en los dos lugares, pero siento que es un buen momento para estar en el lugar que estoy, aunque sean dos meses o dos semanas. Ahora disfruto estar en BuenosAires, lo disfruto realmente. Mañana no sé. Pero es un camino de salud mental. Ser abonado a Ezeiza y Barajas es desgastante. –Azar era un disco bastante uniforme. Este tiene, además de canciones electrónicas, algo de glam rock, de bossa nova. ¿Este disco se defiende mejor con el público?–Yo creo que sí. También porque ya existe Azar. Reconozco que Azar me dio un pasaporte más internacional, me permitió viajar más tranquilo. Logré un par de visas que antes no tenía. Hace poco, en Madrid, escuché después de mucho tiempo Azar, entero, los 50 minutos. Lo escuché y dije “este disco está bien. Está bien hecho. Qué bueno que no me guardé esto”. En un punto me generó la presión de decir “¿Y ahora?”. Por eso Anatomía para mí es un disco mucho más difícil. Azar es un disco de un género, canción electrónica casera, o como se lo quiera llamar. Está dentro de un lugar. Anatomía es un disco personal desde la ambigüedad y la diversidad individual.–No está mostrándose mucho en los medios, ¿no?–No. Estoy bien acá donde estoy. Quiero decir, prefiero que la gente me descubra. Estuve mucho tiempo al frente del cañón, en la vidriera, y ahora cuando veo a otra gente del espectáculo en ese lugar... me divierte. Me trae recuerdos de otras épocas. Pero eso viene y se va. Si mañana vuelvo a hacer una serie de televisión... La música y el cine son artes más privados. En el lugar que estoy me siento bien. ¿Qué gano yo estando en televisión? ¿Qué gana la gente? Cuando llegue el momento hablaré y mostraré el disco. Una cosa es tener una charla en mi casa, escuchando el disco, y otra es la televisión, que es una carnicería. En marzo, cuando salga el disco, entonces sí, como diría el gran Cholo Simeone, me pondré el cuchillo entre los dientes y saldré a defender el disco.–Para el público argentino, como músico, sigue siendo un secreto bien guardado. ¿Le gustaría dejar de serlo?–A veces reconozco que sí, que tengo un buen disco entre manos y que hay gente que debería escucharlo. Pero no sé si el éxito popular me daría felicidad. Lo he tenido durante mucho tiempo y la vida no me cambiaba mucho. Hoy en la calle me piden el 20 por ciento de los autógrafos que me pedían hace dos años, y voy bastante más tranquilo. Quiero decir, un autógrafo firmado no es una mejor canción escrita. Creo que es al revés: estás gastando tinta en otro lado. Pero sí, quiero que Anatomía llegue al público argentino. Ante todo, ahora estoy concentrado en que el disco salga. Hace exactamente dos años, con Azar entre manos, estaba en el mismo lugar. Todo salió perfecto. Todo va a salir perfecto.

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