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OPINION

Otro incendio para Machinea

Por Julio Nudler

El tiempo, por lo visto, no les alcanzó. El gobierno de Carlos Menem evacuó el poder sin dar la última puntada. De modo que ahora deberá ser el equipo de José Luis Machinea quien decida sobre los cientos de millones de pesos (mínimo 500, sin contar lo ya pagado) que el Estado les entregaría a las compañías de seguros como definitivo corte (cut off) de un largo pleito, arrastrado alrededor de uno de los grandes escándalos de corrupción de la década. De hecho, un decreto publicado el 28 de setiembre último, el 1061/99, le ordenó al Instituto Nacional de Reaseguros (en prolongada liquidación desde 1992) "extinguir totalmente los efectos pendientes de los contratos de reaseguro celebrados por el Inder con las entidades aseguradoras que se adhieran al régimen" que establece ese mismo decreto. Faltaba menos de un mes para las elecciones.

El Inder había hecho una primera oferta de corte a la plaza en 1997, de acuerdo con lo determinado por la Ley de Presupuesto de aquel año, que además ordenaba que los importes a ofrecer (unos $ 850 millones) fueran auditados por la Sindicatura General de la Nación. El corte comenzó con las PPC (Planillas de Pago Contado), referidas a los siniestros presuntamente ya liquidados por las compañías, que le reclamaban al Inder su parte como reasegurador. Esas pólizas, en general de montos altos, fueron motivo de un áspero enfrentamiento entre las aseguradoras y el instituto en los tiempos (entre 1994 y 1996) en que lo condujo el cavallista Roberto Guzmán, porque éste les pidió que presentaran la documentación faltante, exigida por contrato.

Una vez que Roque Fernández removió a Guzmán y colocó en su sitio a Daniel Carlos Di Nucci (proveniente del Grupo Juncal, de la BNL), cuando la Sigen empezó a controlar las PPC, sobre las cuales el Inder había hecho un anticipo del 70% por disposición del propio Di Nucci, empezaron las dificultades: faltaba documentación, no estaba fundada la razón para pagar y había muchos errores de liquidación. Ante la hostilidad del Inder, en setiembre del 1998 la Sindicatura decidió no auditar más las PPC, lo que impidió al instituto continuar con la entrega de anticipos. Al mes de esa decisión, el síndico general de la Nación, Héctor Luis Agustini, renunció. En su lugar fue designada María Cristina Benzi, que en un principio mantuvo el mismo criterio. Pero cambió luego de incorporar a dos asesores, los abogados Horacio Guerin y Jorge Viale. Este último sucedió en el Inder a Di Nucci en marzo de 1999, cuando éste resolvió quedarse sólo con la Superintendencia de Seguros (SSN). Se inició entonces la acelerada preparación del borrador del decreto. En julio el instituto contrató para asistirlo a la consultora ICS (Inspection and Control Services), presidida por Juan Alemann y cuyo gerente general es Eduardo Toribio, quien fuera vocal en la primera comisión liquidadora del Inder. Esta quedó envuelta en la denuncia de irregularidades que realizó en junio de 1994 Roque Maccarone cuando ejercía como secretario de Finanzas, Bancos y Seguros. La causa, en manos del juez Jorge Urso, no dio signos de moverse.

El decreto 1061 dispuso en un artículo que la Sigen controlase los "procedimientos" por los cuales se llegaría a la oferta del Inder a la plaza; vale decir, no los importes a acreditarles a las compañías. Pero el mismo farragoso decreto tiene una trampa, porque en uno de los anexos dice que "concluida dicha intervención (de la Sigen), y producidos los ajustes que correspondan, se les comunicará a las entidades el resultado de la liquidación", lo cual significa que la Sindicatura deberá sí opinar sobre la corrección de los importes. Esto serviría de cobertura legal a los beneficiarios.

A las aseguradoras que acepten la "oferta" se les pagará en efectivo hasta donde alcancen los fondos el Inder (que hoy posee unos 150 millones puestos a plazo fijo). El resto se les saldará con un bono vigente desde 1998, que ya tiene dentro tres períodos semestrales vencidos (sobre un total de 16), los que deberían hacerse efectivos de inmediato, más los intereses corridos (al 6% anual). En conjunto, las compañías reclamaron unos 400 millones por PPC, de los cuales ya cobraron la mitad (los cobrarán totalmente), y por la reserva de siniestros pendientes (run off) unos 700 millones, sobre los cuales se les reconocerá un 75%. Hay además otros 100 millones en intereses por demora en la acreditación de las planillas. De este bruto de unos 1200 millones habría que restar unos 300 a 400 millones por acreencias del Inder contra las compañías. También se trataría separadamente la reserva de siniestros planteada por la disuelta CNAS (unos 80 millones) y la del Instituto Provincial de Seguros de Misiones (unos 150 millones).

Según determinaron los síndicos, los valores están inflados. En su revisión de las planillas se tropezaban con cuentas mal hechas y cálculos falseados. En cuanto al run off, el Inder pagará el 75% sin siquiera controlar si las estimaciones acerca de las futuras sentencias, en los juicios de los asegurados contra las compañías, fueron correctamente hechas. Se aceptan como buenos los valores que las compañías anotaron en sus balances. Por otra parte, el decreto define muy deficientemente el control de la efectiva cesión de parte de la prima para contratar el reaseguro, de modo que puede ocurrir que la compañía no haya pagado un centavo e igual le reconozcan la presunta acreencia.

El decreto le dio al Inder un mes para tener concluido el corte, que debía luego girar a la Sigen, que dispondría de 30 días hábiles para estamparle su sello. Ese término venció el 9 de diciembre, día en que el expediente, con sus más de 20.000 folios, tornó al Inder para ser despachado a Economía, demasiado tarde para que el coordinador del equipo de Fernández, Julio Alberto Cáceres, pudiera dar una última muestra de sensibilidad hacia las compañías.

Entre sus muchas perlas, el decreto incluye un artículo, absolutamente extraño al motivo de la norma, que prorroga por tres años el aporte especial del medio por ciento de la recaudación total por primas que las compañías deben efectuar a la Obra Social del Sindicato del Seguro, más allá de las contribuciones legales. Son unos 30 millones de pesos anuales, que el dirigente Ramón José Valle debe agradecer tanto a Menem como a los empresarios del sector.

 

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